Quién está detrás de WeWork y por qué su caída fue tan brutal como su ascenso
WeWork se declaró en quiebra el lunes. Su refrescante modelo de negocios y un CEO excéntrico y ambicioso transformaron a la startup, que en 2019 alcanzó el pico de US$ 47.000 millones, en una de las más respetadas del mundo. El ascenso fue rápido, pero su caída lo ha sido aún más y no es necesariamente una sorpresa.
Incluso en su mejor año, WeWork se enfrentaba a duras críticas desde Wall Street. Sus detractores argumentaban que la empresa estaba mal etiquetada: que pretendía ser de tecnología, pero en realidad se dedicaba “al viejo y aburrido negocio de subarrendar espacios de oficinas”, dijo un reportaje de The New Yorker en aquel momento.
Cierto o no, durante un buen tiempo miles de personas en los campos relativamente más formales y conservadores del desarrollo, el diseño y la construcción de bienes raíces experimentaron cómo es vivir a bordo de un unicornio de Silicon Valley: opciones sobre acciones, jefes veinteañeros, jornadas de “hackathons”, música de fondo y cerveza gratis.
En su camino a la cima, WeWork gastó una fortuna para adquirir una gran cantidad de arrendamientos a largo plazo en algunos de los mercados inmobiliarios más caros del mundo. Estas propiedades comerciales luego se subdividieron en espacios más pequeños para inquilinos, generalmente a corto plazo.
Pero su propuesta a los clientes iba más allá: se vinculaba a ideales utópicos y hablaba de “elevar la conciencia del mundo”. Para algunos, WeWork se asemejaba más a una secta que a una compañía que aspiraba cotizar en bolsa.
WeWork, el mundo de Adam Neumann
“Significa ser un estudiante de la vida, para la vida, donde aceptamos que estamos siempre en crecimiento y en constante estado de autodescubrimiento, autocrecimiento y cambio”, escribía su CEO, Adam Neumann, en enero de 2019, último año en que ocupó el puesto.
Desde el primer momento, Neumann había logrado cautivar al público (en su mayoría jóvenes freelancers) y a los inversores con su visión. En los primeros siete años, se expandió a más de 20 países, compró un jet Gulfstream y contrató a artistas del nivel de P Diddy para sus fiestas en la oficina. Pero la empresa estaba perdiendo US$ 245.000 por hora.
SoftBank y la estocada final
Todo comenzó a desmoronarse en septiembre de 2019. Neumann fue expulsado (en un acuerdo que lo convirtió en multimillonario) y la empresa pasó a manos del conglomerado japonés SoftBank, su mayor inversor, con una valoración muy por debajo de los US$ 13.000 millones que la empresa había invertido hasta ese momento. En cuestión de meses, pasó de planificar una oferta pública inicial a despedir a miles y acordar un rescate multimillonario.
Un nuevo presidente, Marcelo Claure, llegó de SoftBank y pronunció su primer discurso prometiendo un “camino lleno de baches” por delante, mientras los propios empleados mostraban su descontento con las consecuencias del “capital barato”, que alimentó una buena cantidad de unicornios incapaces de sobrevivir cuando se acaba el efectivo.
Por supuesto, nadie, ni siquiera Claure, contaba con la pandemia. WeWork se vio al borde del abismo por dos crisis: el fin de su apogeo impulsado por el capital de riesgo y la radical transformación del modelo de trabajo en oficina.
“En primer lugar, y lo más obvio, fue la pandemia”, dijo a The Guardian Anthony Sabino, experto en quiebras del bufete de abogados Sabino & Sabino y profesor de derecho en la Facultad de Negocios Tobin de la Universidad de St John. “¿Quién se imaginaba que a nadie se le permitiría ir a la oficina como antes? La pandemia no solo dejó oficinas vacías, sino que diezmó el mercado de espacios para oficinas”.
Después de que WeWork anunciara su declaración de quiebra el lunes, Adam Neumann calificó la medida de “decepcionante”. Dijo que a lo largo de los años había sido “desafiante ver a WeWork [fallar] en aprovechar un producto que hoy es más relevante que nunca”.
WeWork llegó a 2023 “cargada de deudas”
En 2021 parecía que, por un momento, la suerte de la empresa podría cambiar. Fue adquirida por BowX, una empresa de adquisiciones con cheques en blanco con fines especiales de Vivek Ranadivé, el fundador de la empresa de software Tibco, también ex propietario de los Golden State Warriors y, más recientemente, de los Sacramento Kings. La valoración de WeWork en ese momento era de US$ 9.000 millones.
Pero WeWork llegó a 2023 a paso de tortuga y tan cargada de deudas que no pudo encontrar su equilibrio. Cerró acuerdos para reestructurar la deuda, recortando obligaciones en alrededor de US$ 1.500 millones y ampliando las fechas de vencimiento de otros pagarés en un intento por preservar el efectivo, después de cerrar 40 ubicaciones a fines de 2022.
El mes pasado, WeWork no realizó algunos pagos de intereses y la agencia de calificación Fitch advirtió que la empresa todavía estaba quemando efectivo. “Se espera que la quema de efectivo persista y no está claro si las mejoras se producirán lo suficientemente pronto como para evitar el incumplimiento”, dijo la agencia a principios de octubre.
WeWork finalmente entró en quiebra después de llegar a un acuerdo tentativo de reestructuración con su antiguo patrocinador, SoftBank, y sus acreedores existentes para recortar más de US$ 3.000 millones de deuda y eliminar la mayoría de sus acciones. También busca sacarse de encima más de 60 arrendamientos en toda América del Norte.
La presencia inmobiliaria de WeWork abarcaba 777 ubicaciones en 39 países, pero simplemente no era rentable. Muchas de esas ubicaciones no están operativas desde hace un tiempo, según admitió la propia compañía en su declaración.
Las “víctimas” del fiasco WeWork
Cuando una startup de US$ 47.000 millones colapsa de una forma tan drástica, ¿quién sale perjudicado? Los inversores. En este caso, Softbank fue, con diferencia, el que más sufrió. Su Vision Fund fue el mayor accionista de WeWork a principios de este año.
A principios de la primavera, el banco de inversiones Benchmark, con sede en Nueva York, todavía poseía más de 20 millones de acciones, o casi el 3% de la empresa. En agosto, vendió millones de ellas, pero a precios que oscilaban entre 18,5 centavos y 23 centavos. Insight Partners también tenía 13 millones de acciones, o poco menos del 2%, según documentos regulatorios.
Luego está Neumann, que poseía más de 68 millones de acciones ordinarias y prácticamente todas sus acciones Clase C (casi 20 millones de acciones) a principios de este año. Si bien las participaciones de Neumann en WeWork sufrieron mucho en 2023, supo redimirse al estilo de Silicon Valley.
Neumann volvió al ring con una nueva startup que recaudó US$ 350 millones del gigante de capital de riesgo Andreessen Horowitz en agosto de 2022 (el cheque más grande de su historia) y forma parte del circuito de oradores tecnológicos.
Algunos dicen que Neumann “voló demasiado cerca del sol”, pero eventualmente hizo un buen trabajo al separar sus propias finanzas de las de la empresa que fundó. WeWork vale actualmente unos US$ 50 millones, casi una milésima parte de su valor máximo. El propio Neumann se llevó más de mil millones de dólares, más de 20 veces el valor actual de la empresa.
WeWork cuenta la historia de cómo una empresa no se trata solo de recaudar dinero, sino de gestionar el flujo de caja y hacer que sea rentable.
¿La clave de la supervivencia?: una planificación financiera sólida, un liderazgo responsable y la adaptabilidad en un panorama empresarial en constante cambio.