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Una sociedad, dos realidades y peligrosas amenazas

Una sociedad, dos realidades y peligrosas amenazas
Una sociedad, dos realidades y peligrosas amenazas - Créditos: @Redacción LA NACION

Mientras los perdedores de la pandemia, tal como se preveía, son los grandes ganadores de la pospandemia, el resto del consumo parecería estar empezando a encontrar un techo para su recuperación. Dicho ciclo alcista se consolidó en múltiples sectores cuando en el segundo semestre de 2021 confluyeron la total apertura de todas las actividades con la potente inyección de dinero fresco en la economía de la calle para que “la rueda volviera a moverse”.

El Ministerio de Turismo informó oficialmente que el fin de semana extralargo fue un éxito. Se movieron por el país 2,5 millones de turistas, cifra que es un récord histórico para una “escapada” en esta fecha. Los niveles de ocupación hotelera oscilaron entre el 70% y el 100% y solo Aerolíneas Argentinas transportó más de 300.000 pasajeros. Con el antecedente del verano y las nuevas evidencias, ya proyectan una gran temporada de vacaciones de invierno. Es altamente probable que así sea.

El fenómeno de los recitales solo encuentra algún parangón en la mejor época de los 90. No se trata solo de los 10 shows de Coldplay en River (600.000 personas, otro récord histórico, igual que el de los viajes), sino de algo sustancialmente más amplio. Va desde las cuatro presentaciones de El Duki en Vélez (180.000 personas), las dos de Justin Bieber en el Estadio Único de La Plata (110.000 fans) y los 30 Gran Rex de Abel Pintos (30.000 personas) hasta los seis Movistar Arena de Ricardo Arjona, los cinco de Joan Manuel Serrat y los dos de Andrés Calamaro, Fito Páez, Rosalía y Babasónicos. Un total de 19 shows en el nuevo estadio de calidad mundial que se inauguró el 1° de noviembre de 2019, “a minutos” de que se cerrara todo por la cuarentena. En pleno barrio de Villa Crespo, hoy goza de su “revancha”. Solo con estos shows albergará a casi 270.000 personas.

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La explicación va mucho más allá de lo económico. En 1985, Opus, una de esas típicas bandas pop que brotaban por doquier, lanzó un hit de esos que “pegan”. Comienza con aplausos y tiene una impronta de arenga. Era ideal en aquellos años para abrir la pista de las discos y para levantar a la gente de las mesas en los casamientos. Su título es una gran síntesis para explicar lo que está ocurriendo. Se llamaba “En vivo es vida”.

Al mismo tiempo que vemos todo este movimiento, comenzamos a registrar que algunas otras cosas comienzan a frenarse. De todas ellas, la más relevante, el consumo masivo en el área metropolitana, donde obviamente tiene un gran peso el conurbano bonaerense. Acorde a los datos que acaba de publicar Scentia, las ventas en autoservicios y supermercados del AMBA cayeron 5% en mayo comparándolas con el mismo mes de 2021. Si analizamos esta dinámica en los pequeños autoservicios de barrio, el contraste es aún mayor. Tuvieron una caída del 10% en la ciudad y el Gran Buenos Aires, mientras que crecieron fuerte en el resto del país: 8%. ¿Por qué?

La primera de las razones ya la vimos en otros ciclos de altos precios de las commodities: con la soja cotizando en la zona de los 600 dólares, el trigo alrededor de los 400 y el barril de petróleo por encima de los 100 dólares, en buena parte del país, fuera de Buenos Aires, “hay plata”. El segundo motivo es una de las consecuencias más gravitantes de la pandemia. El boom del turismo interno podría dejar de ser un hecho pasajero y transformarse en un fenómeno estructural. El viaje ya era un “lujo accesible” que antes del trauma se había transformado en un poderoso objeto de deseo. Después del trauma ya ni siquiera es eso, ahora para muchos se volvió una necesidad que adquiere incluso una dimensión espiritual.

Lo lógico sería pensar que superada la instancia sanadora que adquirió el turismo en la apertura, el sistema debería volver a calibrarse. Sin embargo, las huellas psicológicas del encierro podrían durar años. Eso, sumado a la presión de un estilo de vida contemporáneo caracterizado por la hiperconectividad y la infoxicación, exige desenchufes continuos. En la Argentina, un entorno definido por la sociedad como “un mar de incertidumbre” le agrega un plus no menor. Para “aguantar, hay que irse”. La novedad es que el nuevo modelo de trabajo híbrido ahora permite a cientos de miles de personas inventarse un fin de semana largo cuando quieran. Siempre y cuando tengan conexión, el lugar físico es lo de menos.

Planteadas así las cosas, se entiende bien por qué sube lo que sube, pero esta es solo una cara de la moneda. Dadas las amenazas que se ciernen sobre la economía argentina en el segundo semestre, hay que empezar a mirar con más atención por qué se está frenando lo que se está frenando. Ya es vox populi el temor, tanto de los economistas como de los empresarios y los políticos, a que una escasez de dólares pudiera impactar en el nivel de actividad (más cepo, menos importaciones) o en la inflación (dólar más caro, ¿devaluación?) o, lo que es aún más preocupante, en ambas cosas, generando un entorno más complejo que el actual donde la inflación interanual que publicó el Indec ya es del 60,7% y se proyecta que supere el 70%.

Si además de los datos del consumo masivo revisamos los que publicó CAME sobre los comercios minoristas en mayo, encontramos más evidencias de un incipiente “enfriamiento”. Las ventas de ropa cayeron 9% y las de muebles y decoración, 3%. En el mercado se habla de que, hasta ahora, “junio viene un poco más difícil”. Habrá que esperar los datos.

Acabamos de concluir el pasado jueves nuestro nuevo relevamiento sobre el humor social basado en 10 focus groups en el área metropolitana. Nos encontramos allí, por un lado, con lo que venimos viendo desde hace varios meses y que muestran también casi todas las encuestas de opinión pública. Al indagar sobre lo público y lo colectivo, emerge una visión sobre el presente y el futuro cercano del país que oscila entre la opacidad y la oscuridad. La sociedad sigue envuelta por el pesimismo y la apatía de manera transversal y mayoritaria.

En cambio, al pasar al orden de lo privado y la vida personal se termina de construir la figura que nos permite ver un cuadro completo que luce esquivo y borroso entre tantas contradicciones.

Tomando como analogía la idea de “un país, dos sistemas” que el presidente Deng Xiaoping propuso en 1984 para reunificar China manteniendo las particularidades de ciertos territorios como Hong Kong, en ese entonces colonia británica, podríamos decir que en nuestro caso, bajo un territorio ya unificado, conviven cada vez más una sociedad y dos realidades.

Esta configuración no es novedosa per sé. Lleva años y se consolidó con la crisis 2001/2002 y sus consecuencias. Es sabido, como se aprecia en la pirámide de niveles sociales e ingresos, que en la Argentina conviven “varios países en un país”. Pero cuando se quería hacer una gran segmentación, aun en la década 2011-2019, cuando la economía no creció, era válido organizar la lectura en dos grandes “mundos”: el de las clases medias hacia arriba y el de las clases bajas. Cada uno agrupaba al 50% de los hogares del país. Obviamente, hay diferencias muy relevantes hacia el interior de esos mundos. No es lo mismo la clase alta que la media alta o la clase baja que no está en la pobreza que quienes sí la integran.

La novedad ahora es que el impacto de la pandemia más la cuarentena, más un nivel de inflación inédito en los últimos 30 años, ha elevado la vara de la restricción, constituyendo una configuración diferente: 35% de las familias por un lado, 65% por el otro. Ahora hay hogares de clase media baja que se ven a sí mismos con niveles de restricción que los acercan en su vida cotidiana a las limitaciones que se viven en las clases bajas. Si bien en un país que tiene un PBI per cápita cercano a los 10.000 dólares oficiales y 5000 dólares blue, son muy pocos los que pueden concretar todo aquello a lo que aspiran, son los propios ciudadanos los que a la hora de explicar cómo viven indican que en una de esas dos realidades todavía hay espacio para el deseo –recitales, viajes, teatros, restaurantes–, mientras que en la otra, aunque se puedan dar algún gusto de vez en cuando, lo que prima y domina sus conductas es la lógica de la necesidad. Mientras en una de esas dimensiones se logró recuperar algo de alegría en la vida personal, del otro lado abunda la frustración.

Así se explican las contradicciones que muestra el consumo en la actualidad y, sobre todo, cómo sería prudente analizar lo que podría ocurrir en el futuro de corto plazo.