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Tecnología y dispositivos que me ayudan a vivir más despacio

Es posible vivir más despacio y escapar a la locura en la que nos atrapa el día a día. Foto: Getty Images.
Es posible vivir más despacio y escapar a la locura en la que nos atrapa el día a día. Foto: Getty Images. (Thomas Barwick via Getty Images)

Y un buen día, mi vida cambió por completo. Habituado al frenesí cotidiano, lo “normal” era pegarse un buen madrugón, salir corriendo al trabajo, mantener intensas reuniones, viajar… y todo para llegar con la lengua fuera al fin de semana sin casi ver a los míos. En esa carrera —una a la que me había inscrito la inercia de la sociedad— resultaba imposible ganar porque la meta era inalcanzable. Es un juego endiablado: siempre habrá un coche mejor, una casa mejor o un móvil más avanzado que comprarse, so pena de un sobreesfuerzo personal.

Pero como apuntaba, fue mi cuerpo el que dio la orden de parada: una buena mañana, en medio de todo el estrés, terminé en urgencias y de ese hospital salió un nuevo “Jose” que nunca más miraría atrás. Cuento todo esto en “El arte de vivir más lento” (Planeta, enero 2024), un ensayo que he publicado, junto con Ana González y en el que damos claves para desconectar y vivir de una forma más tranquila.

¿Se puede vivir con menos estrés y seguir manteniendo el mismo nivel de ingresos? Se puede, y buena parte de ello se logra gracias a la tecnología.

Este viaje hacia una vida más tranquila tiene un recorrido obligado que para en las siguientes estaciones: simplificación, organización y automatización.

Parece mentira, pero, como muchos, he vivido toda mi vida laboral con un hábito devastador: abrir el programa de correo nada más llegar al trabajo. ¿Por qué es un atentado contra la productividad? Porque te arrastra en una cadena en la que pierdes el control sobre lo que haces: lo urgente se lleva por delante lo importante. Y es aquí donde entra la planificación: todas las noches, lo último que hago antes de cerrar el día es redactar los eventos de la jornada y lo que deseo hacer al día siguiente; sobre esto último, y referido al aspecto laboral, se trata de tareas concretas (“llamar a tal”, “llevar el coche a…”). Y para ello, la mejor solución que he encontrado es DayOne.

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Esta versátil aplicación te permite unir texto, fotos, vídeos y audio de forma ilimitada (en su versión de suscripción), y sirve para despejar la mente, algo fundamental en el proceso productivo.

En definitiva, empleo DayOne para separar la paja de lo importante y organizar esto último en “trozos” digeribles al día siguiente. Pero con seleccionar las tareas del día siguiente, no es suficiente. ¿Cómo llevo un control de las mismas y las llevo a cabo?

DayOne, aplicación de diario para anotar todo y despejar la mente.
DayOne, aplicación de diario para anotar todo y despejar la mente. (DayOne)

Es aquí donde entra en juego Todoist. Recapitulando, hemos “despejado” el cerebro y nos hemos quedado con lo realmente importante (aplicable al plano profesional y personal). Ahora toca ponerle el cascabel al gato: convertir ese hecho en tarea y asignarle un vencimiento, pero siendo muy consciente de que es mejor subdividirla a la última porción posible. Así, si el proyecto principal es escribir un libro, ponemos el foco, por ejemplo, en el prólogo y analizamos qué es necesario para incorporarlo. Un posible reparto sería: contactar con prologuista, otro, enviarle un ejemplar para su lectura, otro, proponerle un contenido…

Cada una de estas tareas “cuelgan” de la principal y Todoist es mi elección personal por muchos motivos: multiplataforma, integra la inteligencia artificial, soporta lenguaje natural y permite añadir alarmas a los vencimientos de cada tarea. De esta manera, la reflexión de cada noche termina en una acción que se puede asignar a cada jornada con objetivos razonables y dejando huecos para imprevistos (la clásica llamada o email que descuadre todos los planes).

Pero en todo este proceso creativo, tiene que haber un espacio para lo que escapa de todo control y deshacer los nudos que muchas veces nos atascan. ¿A qué me refiero? Uno de los aspectos que tuvimos en mente a la hora de abordar el libro fue situar bien al lector en el concepto de la slow life y cómo a partir de él se pueden hacer cambios de calado. Una vez planteado este reto, mi cabeza comenzó a bullir de ideas sin ton ni son. Inmediatamente, encendí mi tableta de tinta electrónica reMarkable y comencé a dibujar las ideas en un cuaderno que ya había creado antes.

En mi opinión, se trata de uno de los productos más transgresores que se han desarrollado en los últimos años y es que, en medio de un mundo de notificaciones, estímulos y alertas, te ofrece la misma experiencia que un bloc. Te enfrentas a una hoja en blanco, el mejor entorno para expresar todas las ideas sin miedo a emborronar nada. Al final, se recupera casi todo. En este caso, el flujo de trabajo consiste en crear el contenido y la plataforma lo replica en forma de PDF en las aplicaciones móviles y sobremesa. Desde ahí, se puede adjuntar a Todoist o DayOne.

FOTO DE ARCHIVO: Una mujer utiliza su teléfono móvil, un iPhone 6 de Apple en el centro de Múnich, Alemania, 27 de enero de 2016.  REUTERS/Michaela Rehle/File Photo
Una chica apaga su iPhone - REUTERS/Michaela Rehle/File Photo (Reuters / Reuters)

He tardado demasiado tiempo en aprender que las notificaciones son un mal a derrotar en lugar de un aliado; tal vez por esto decidí quitarme el Apple Watch y ahora he aprendido a ir un paso más allá activando el modo “no molestar”.

La idea es crear huecos de descanso durante el día y no me refiero solo a la hora de comer o cenar, sino durante espacios de incluso 30 minutos. Al final, salvo una tragedia, no hay nada que no pueda esperar unas horas a ser atendido y siempre se puede excusar uno diciendo que “estaba reunido”, y sin mentir: reunido con uno mismo.

Quién me iba a decir que en pleno 2024, mi hack de productividad más efectivo iba a ser volver a lo anterior, a desactivar las notificaciones y respirar tranquilo unos momentos al cabo del día. Siempre he pensado que este libro, en lugar de titularse “El arte de vivir más lento”, bien podría haberse titulado “El arte de vivir” a secas, como cuando éramos niños y no había ni horas ni más entretenimiento que un balón.