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¿Vale la pena comprar compensaciones de carbono por tus vuelos?

En años recientes, varias investigaciones han demostrado que muchos proyectos de compensación de emisiones de vuelos no son efectivos o incluso son peor que inefectivos. Pero hay algunas cosas que puedes hacer si de verdad tienes que volar. (Naomi Anderson-Subryan/The New York Times)
En años recientes, varias investigaciones han demostrado que muchos proyectos de compensación de emisiones de vuelos no son efectivos o incluso son peor que inefectivos. Pero hay algunas cosas que puedes hacer si de verdad tienes que volar. (Naomi Anderson-Subryan/The New York Times)

P: ¿Debería comprar compensaciones de carbono para cubrir mis viajes en avión?

En años recientes, varias investigaciones han demostrado que muchos proyectos de compensación no son efectivos o incluso son peor que inefectivos. Pero la última vez que checamos, la gente seguía volando… y mucho. En cuanto al planeta, todavía se está calentando… y mucho.

Así que quizá todavía te preguntes: ¿debería compensar mis viajes aéreos? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cómo debería hacerlo?

¿Qué son exactamente las compensaciones?

Una compensación de carbono es un crédito que puedes pagar para neutralizar tus emisiones. Por ejemplo, si vuelas de Nueva York a San Francisco y liberas a la atmósfera alrededor de media tonelada de dióxido de carbono, puedes comprar una compensación que financie un proyecto con el propósito de eliminar o almacenar esa misma cantidad de dióxido de carbono en otro lugar, lo que por lo regular se hace sembrando o conservando árboles.

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Al menos, esa es la idea. Pero muchos científicos se oponen a este principio, pues afirman que lo que en realidad necesitamos es lograr una reducción marcada de las emisiones, no solo intentar neutralizarlas.

“Compensar no es una designación apropiada”, explicó Barbara Haya, directora del Proyecto de Comercio de Carbono de Berkeley en la Universidad de California, campus Berkeley. “Crea la noción ficticia de que puedes volar y emitir gases de efecto invernadero y, con solo pagar estos créditos baratos, borras tu impacto”.

Se calcula que el año pasado se emitieron unos 1700 millones de créditos de carbono en todo el mundo, según un análisis de la firma de contabilidad global KPMG.

Perfecto, pero ¿funcionan?

Las empresas se esfuerzan por darle mayor credibilidad a los créditos de carbono. Pero Haya lleva más de 20 años estudiando las compensaciones y opina que, hasta ahora, los resultados han sido desalentadores. “La mayoría de los créditos no representan la reducción en las emisiones que afirman compensar”, dijo. Otros no han tenido ningún beneficio mensurable para el clima.

Esto se debe a que es difícil medir el carbono capturado por plantar un árbol nuevo, por ejemplo. ¿Ese árbol se habría plantado de cualquier forma? ¿Qué pasa si ese árbol se quema más adelante en un incendio forestal?

John Sterman, profesor de la Escuela de Administración Sloan del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y director del Proyecto de Rutas Climáticas del MIT, comparó los créditos de carbono con los elíxires que prometían una sanación mágica en la época del Viejo Oeste. “Podían poner cualquier cosa en esa botella. El riesgo no solo era que no funcionara, sino que fuera muy perjudicial. En esa situación estamos en cuanto a las compensaciones de carbono”, señaló. “Están engañando a la gente”.

Para que una compensación sea legítima, según explicó Sterman, es necesario que los resultados del proyecto sean verificables, inmediatos y duraderos. Además, deben ser “adicionales”, es decir que no habrían ocurrido sin el financiamiento derivado de la compensación. Sterman ha visto que muy pocos proyectos cumplen todos estos criterios.

Al parecer, la industria de la aviación comienza a comprender. El director ejecutivo de United calificó de “fraude” a la mayoría de las compensaciones y la directora de sostenibilidad de Delta indicó que la empresa “ya no recurre” a las compensaciones. En cambio, ambas empresas se comprometieron a aplicar un programa de combustibles sostenibles de aviación (que tiene sus propios retos) y aplicar otras opciones de descarbonización.

¿Cuáles son las alternativas?

La mejor solución, según los expertos, es volar menos.

Además, recomiendan que cuando vueles elijas la tarifa económica. Puesto que los asientos de lujo ocupan más espacio, los pasajeros de primera clase o de “business” son responsables de hasta el cuádruple de emisiones que los pasajeros de la sección de atrás.

En las contadas ocasiones que vuela, Haya se ha comprometido a donar 1000 dólares por cada tonelada emitida a organizaciones ambientales como Unite to Light, San Francisco Estuary Institute y otras más. “Me ayuda a tener cierta idea del impacto de mis elecciones”, señaló.

Si decides adoptar este enfoque, hay muchas maneras de hacer que tus donativos en beneficio del clima sirvan para algo.

En vez de comprar compensaciones, Sterman ha hecho inversiones que ayudan a reducir su huella de carbono cotidiana: instaló aislamiento térmico y paneles solares en su casa y compró un auto eléctrico. “Puede parecer más caro o más difícil hacer eso, pero en realidad no lo es”, comentó. “Porque el dinero que desperdicias en compensaciones en realidad no tiene ningún efecto positivo”.

Votar también es importante, señaló Lauren Gifford, directora asociada del Soil Carbon Solutions Center en la Universidad Estatal de Colorado. Además, vale la pena informarles a tus representantes que te importa que se le dé solución al problema del cambio climático.

Las compensaciones de carbono “básicamente son como pagar para que te den permiso de contaminar”, opinó Gifford. “Y lo que necesitamos hacer es no contaminar”.

c.2024 The New York Times Company