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El argentino récord en Venecia

El lugar justo en el momento justo, Eduardo Costantini pagó US$350.000 por un conjunto escultórico del artista tucumano Gabriel Chaile, de 36 años, en el preview de la 59 Bienal de Venecia. La compra fue una noticia que corrió con la velocidad del rayo y convirtió al comprador en el centro de todas las miradas. Récord mediático en un estilo que el coleccionista conoce muy bien, porque su colección está poblada de récords y basta con citar a Frida y a Tarsila, los dos grandes íconos del museo de Figueroa Alcorta y San Martín de Tours.

Fotografiado junto a Elina, su mujer y musa, junto al artista y a la directora de la Bienal, la imagen dio vuelta al mundo y puso al genial Chaile en el cuadro de honor de la madre de todas las bienales. También Cecilia Alemani (la primera italiana en dirigir la Bienal fundada por Umberto de Saboya en 1895), que conoció la obra de Chaile en Buenos Aires para Art Basel Cities, sumó otra estrella a las muchas ganadas por esta edición 59 Beinnale, considerada histórica. Se consagró como una directora inspirada, sensible, que supo ver en la obra del tucumano la identidad latina, la reivindicación de un relato olvidado, de una “laguna arqueológica” y la originalidad de un artista que, entre drones y NFT, crea enormes esculturas de barro, con una materialidad ancestral, ligada a la tierra, a la cultura aguada y a un entorno que particularmente conoce. Que no toma prestado, es suyo. Y eso vale. Gabriel Chaile es un arqueólogo intuitivo, creador de piezas monumentales de cuidada factura, que, en este caso, reproducen un grupo familiar. Todos vieron ese conjunto imponente y muy bien ubicado en el circuito, Costantini lo compró. Compró antes de la apertura e hizo de la compra un éxito, en el que ganaron todos.

La Bienal de Venecia busca un futuro mejor en el arte del pasado y el presente

Primero el artista, que ya tenía en su haber un suceso impar con sus ollas populares sold out en una edición de Art Basel Suiza, y, segundo éxito, en la edición de Art Basel Miami Beach, cuando Alan Faena compró unos de sus hornos antropomorfos para colocarlo a metros del esqueleto millonario del díscolo británico Damien Hirst.

La compra de la obra de Chaile y su sensacional eco opacó la inauguración del envío nacional, la obra de Mónica Heller, en el pabellón argentino presidida por el canciller Santiago Cafiero. Y acá resulta oportuno recordar que el formato de la biennale tiene dos espacios de visibilidad: los pabellones nacionales de la avenida de los plátanos y de los arsenales; y la gran muestra que arma la directora con los artistas que ella elige, entre ellos Chaile , el único argentino. Esta elección puede ser la pica en Flandes. Lo fue para Tomás Saraceno (Tucumán, 1974), cuando en 2008 ,invitado por el director de esa edición Daniel Birnbaum. exhibió sus tensores que forman una telaraña gigantesca en el espacio central del pabellón biennale. Desde ese momento no paró más. Nadie sabe qué le depara el destino a Gabriel Chaile, pero para él ya comenzó a girar la rueda de la fortuna.