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El COVID-19 continúa propagándose, al igual que la desinformación al respecto

Una sala para pacientes con COVID-19 en el Hospital Elmhurst en Queens, el 8 de mayo de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)
Una sala para pacientes con COVID-19 en el Hospital Elmhurst en Queens, el 8 de mayo de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)

A casi tres años del inicio de la pandemia, el COVID-19 sigue siendo obstinadamente persistente. La desinformación sobre el virus también sigue siéndolo.

Mientras aumentan los casos, hospitalizaciones y muertes por COVID-19 en algunas partes del país, los mitos y las narrativas engañosas continúan evolucionando y propagándose, mientras exasperan a los médicos abrumados y evaden a los moderadores de contenido.

Lo que comenzó en 2020 como rumores que arrojaban dudas sobre la existencia o la gravedad del COVID-19, evolucionó con rapidez a afirmaciones a menudo descabelladas sobre peligrosas tecnologías presentes en los cubrebocas y supuestas curas milagrosas de medicamentos no probados, como la ivermectina. El despliegue de vacunas del año pasado alimentó otra ola de alertas infundadas. Ahora, además de todas esas afirmaciones que se siguen difundiendo, existen teorías conspirativas sobre los efectos a largo plazo de los tratamientos, afirman los investigadores.

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Ese tipo de ideas aun prosperan en las plataformas de redes sociales y el aluvión constante, que ya es una acumulación de años, ha hecho que sea cada vez más complicado obtener consejos acertados, afirman los investigadores de desinformación. Eso deja a las personas que ya sufren de fatiga pandémica a que se acostumbren aún más a los peligros continuos del COVID-19 y queden vulnerables a otros contenidos médicos dañinos.

“Es fácil olvidar que la desinformación sobre la salud, incluida la referente al COVID-19, todavía puede contribuir a que las personas no se vacunen o a que se generen estigmas”, afirmó Megan Marrelli, directora editorial de Meedan, una organización sin fines de lucro enfocada en la alfabetización digital y el acceso a la información. “Sabemos con certeza que la desinformación sobre la salud contribuye a la propagación de enfermedades en el mundo real”.

Twitter representa una particular preocupación para los investigadores. La compañía recientemente desmanteló los equipos responsables de mantener bajo control el material peligroso o inexacto en la plataforma, dejó de aplicar su política de desinformación del COVID-19 y comenzó a basar algunas decisiones de moderación de contenido en encuestas públicas tuiteadas por su nuevo propietario y director ejecutivo, el multimillonario Elon Musk.

Del 1 de noviembre al 5 de diciembre, un grupo de investigadores australianos recopilaron más de medio millón de tuits en inglés con información engañosa y teorías conspirativas sobre el COVID-19, que usaban términos como “Estado profundo”, “montaje” y “arma biológica”. Los tuits obtuvieron más de 1,6 millones de me gusta y 580.000 retuits.

Anish Agarwal, médico de urgencias en Philadelphia, el miércoles 21 de diciembre de 2022. (Michelle Gustafson/The New York Times)
Anish Agarwal, médico de urgencias en Philadelphia, el miércoles 21 de diciembre de 2022. (Michelle Gustafson/The New York Times)

Los investigadores afirmaron que el volumen de material tóxico aumentó a finales del mes pasado gracias al estreno de una película que presentó afirmaciones infundadas de que las vacunas contra el COVID-19 habían desencadenado “la mayor mortandad orquestada en la historia del mundo”.

Naomi Smith, socióloga de la Federation University Australia que ayudó a realizar la investigación junto con Timothy Graham, experto en medios digitales en la Universidad Tecnológica de Queensland, afirmó que las políticas de desinformación de Twitter ayudaron a reducir el contenido antivacunas que había sido común en la plataforma en 2015 y 2016. De enero 2020 hasta septiembre 2022, Twitter suspendió más de 11.000 cuentas por violaciones a su política de desinformación sobre el COVID-19.

Ahora, afirmó Smith, las barreras protectoras están “cayendo en tiempo real, lo cual como académica es a la vez interesante y absolutamente aterrador”.

“Antes del COVID-19, las personas que creían la desinformación médica por lo general solo hablaban entre sí y estaban contenidas dentro su propia pequeña burbuja y había que hacer un esfuerzo para poder encontrar esa burbuja”, afirmó Smith. “Pero ahora no hay que hacer ningún esfuerzo para encontrar esa información… está presente en tu cronología junto a cualquier otro tipo de información”.

Twitter no respondió a una solicitud de comentarios. Otras plataformas sociales importantes, como TikTok y YouTube, declararon la semana pasada que seguían comprometidas a luchar contra la desinformación sobre el COVID-19.

YouTube prohíbe el contenido —incluidos videos, comentarios y enlaces— sobre vacunas y el COVID-19 que contradiga las recomendaciones de las autoridades sanitarias locales o de la Organización Mundial de la Salud. La política de Facebook sobre el contenido del COVID-19 tiene más de 4500 palabras. TikTok declaró que había eliminado más de 250.000 videos por desinformar sobre el COVID-19 y que había trabajado con socios como su consejo asesor de contenido para desarrollar su reglamento y estrategias para su cumplimiento. (Musk desmanteló el consejo asesor de Twitter este mes).

Sin embargo, las plataformas han tenido problemas para hacer cumplir sus políticas sobre el contenido referente al COVID-19.

Newsguard, una organización que rastrea la desinformación en línea, descubrió este otoño que escribir “vacuna COVID-19” en TikTok causaba que la aplicación sugiriera búsquedas para “lesión por vacuna COVID-19” y “advertencia contra la vacuna COVID-19”, mientras que la misma consulta en Google generaba recomendaciones para “vacuna contra el COVID sin previa cita” y “tipos de vacunas contra el COVID-19”. Una búsqueda en TikTok de “vacuna ARNm” mostró cinco videos que contenían afirmaciones falsas dentro de los primeros 10 resultados, según los investigadores. TikTok declaró a través de un comunicado que sus lineamientos comunitarios “dejan en claro que no permitiremos desinformación perjudicial, incluida la desinformación médica, y la eliminaremos de la plataforma”.

Algunas iniciativas para frenar la propagación de la desinformación se han topado con preocupaciones de violación a la Primera Enmienda.

Una ley que California aprobó hace varios meses y que entrará en vigor el próximo mes castigaría a los médicos por difundir información falsa sobre las vacunas contra el COVID-19. La misma ya enfrenta desafíos legales de demandantes que describen la regulación como una violación anticonstitucional de la libertad de expresión. Empresas de tecnología como Meta, Google y Twitter han enfrentado demandas este año de personas suspendidas de las plataformas por difundir desinformación sobre el COVID-19, las cuales afirman que las compañías se extralimitaron en sus iniciativas de moderación de contenido. Otras demandas han acusado a las plataformas de no hacer lo suficiente para controlar las narrativas engañosas sobre la pandemia.

Graham Walker, médico de urgencias en San Francisco, afirmó que los rumores que se difundieron en línea sobre la pandemia lo llevaron a él y a muchos de sus colegas a publicar información en las redes sociales para tratar de corregir las imprecisiones. Walker ha publicado varios hilos de Twitter con más de cien tuits repletos de evidencia que intentan desmitificar la desinformación sobre el coronavirus.

Pero este año, Walker confesó sentirse cada vez más derrotado ante la avalancha de contenido tóxico sobre una variedad de problemas médicos. Luego de que Twitter abandonara su política de desinformación sobre el COVID-19, Walker cerró su cuenta.

“Comencé a pensar que esta no era una batalla que se pudiera ganar”, afirmó. “No parece ser una pelea justa”.

© 2022 The New York Times Company