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Entre la crisis y la oportunidad: cómo afecta a la Argentina la tensión entre Estados Unidos y China

BEIJING, CHINA - SEPTEMBER 05: A Chinese man adjusts a Chinese flag before Chinese Foreign Minister Yang Jiechi and US Secretary of State Hillary Clinton's press conference at the Great Hall of the People in Beijing on September 5, 2012.  (Photo by Feng Li/Getty Images)
Ambos países son importantes socios comerciales de la Argentina - Créditos: @Feng Li

CORDOBA.- La tensión geopolítica va en aumento desde hace años entre Estados Unidos y China, pero siguen siendo socios comerciales y económicos. Taiwán, productor del 90% de los chips del mundo, es el nuevo eslabón de la cadena tensada. Las dos potencias fueron entre enero y julio el tercer y segundo destino de las exportaciones argentinas, respectivamente. En ese lapso, el saldo comercial con ambas es negativo; con China por US$744 millones (las ventas locales subieron 21,6% y las importaciones, 38,6%) y con Estados Unidos, por US$1.242 millones (exportaciones crecieron 17,1% y las importaciones, 164,9%).

Por el volumen total de exportaciones e importaciones, Estados Unidos es el principal socio comercial de China (con balanza negativa), y también a la inversa, aunque China queda segunda si se toma a la Unión Europea como un todo. Los principales productos que Estados Unidos le vende son maquinaria eléctrica, soja, combustible e instrumentos de precisión y le compra maquinaria eléctrica y general, juguetes, artículos deportivos, muebles y textiles.

En el ámbito económico, varias veces Estados Unidos acusó a China de mantener su tipo de cambio artificialmente bajo para favorecer las exportaciones y desalentar las importaciones. Con Donald Trump en la presidencia se extendieron los aranceles a los productos chinos; su sucesor, Joe Biden, no cambió esa tendencia. También hay diferencias en el mundo de las telecomunicaciones, con bloqueos y prohibiciones de parte de Estados Unidos a empresas chinas como Huawei, ZTE, y China Telecom en las redes 5G.

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La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán recrudeció las tensiones. China aplicó sanciones y envió buques de guerra y aviones a la región. Cómo puede terminar la escalada es una incógnita para los especialistas que, en cambio, entienden que la Argentina podría aprovechar las tensiones comerciales entre las dos potencias.

Jorge Malena, director de la Especialización en Estudios sobre China en la Era Global en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina y miembro del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (Cari), analiza que en lo estrictamente ligado a la dimensión comercial, es posible que China opte por efectuar mayores compras a Argentina, Brasil y Uruguay, “potencias agroindustriales con las que tiene relaciones amistosas”.

“La Argentina dispone de recursos y desarrollos que pueden ser una buena base para potenciar sus intercambios e inversiones con tanto China como Estados Unidos tales como alimentos, energía, minerales e inclusive recursos humanos capacitados y calificados para el desarrollo de industrias tales como la de tecnología informática -sintetiza-. Pero, es primordial la diversificación de los lazos no sólo económicos sino también políticos internacionales”.

Malena indica que la Argentina experimenta una “particularidad” en la relación económica con ambos países. Con Estados Unidos el énfasis se ubica en el campo financiero, “debido a que la mayor parte de nuestro endeudamiento externo está en sus manos”, mientras que con China el acento está puesto en el comercio, uno de los principales mercados de exportación, a lo que hay que sumar el swap renovado que contribuye a engrosar las reservas brutas del Banco Central.

Desde la consultora Abeceb, Soledad Pérez Duhalde, define la cuestión como un “roce entre potencias, que abarca temas geopolíticos” y que en la actual coyuntura, por Taiwán, “reaparecen los fantasmas” de la guerra entre Rusia y Ucrania “en el que lo económico no va a importar y entonces recrudecen los temores”.

La Argentina, según su entender, balancea entre un lado y el otro: “Estados Unidos más que un mercado de bienes tiene potencial en servicios y el relacionamiento financiero con el FMI; China es un mercado de vinos, carnes y oleaginosas; más el swap. Hasta ahora venimos balanceando entre los dos”.

Pérez Duhalde señala que, con China hay una suerte de acuerdo tácito en “nuestro comercio tradicional”, además de una expansión de planes, por ejemplo, hacia el sector nuclear con el proyecto de la central. En paralelo, Estados Unidos viene llevando adelante una política de apoyo “magra” en Latinoamérica y no compensaría, por ejemplo, el retiro de China.

Admite que el ingreso de Sergio Massa a Economía “compensó”, en parte, la balanza de relaciones de con Estados Unidos. “Lo mejor que nos puede salir es seguir estando en una posición intermedia, porque necesitamos de los dos. El riesgo es que tense mucho el vínculo y que obligue a optar posturas”.

Max Povse, profesor investigador de política asiática y coordinador del Grupo de Estudios sobre Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires, plantea que China podría priorizar a la Argentina como importadora de granos si busca reemplazar a Estados Unidos pero advierte que el país debe “mejorar y expandir la frontera agrícola” porque en frente está Brasil, que es “más competitivo”.

“No hay un triángulo comercial, sino que la Argentina mantiene una relación bilateral con cada uno de ambos y eso viene bien”, señala y repasa que las operaciones con Estados Unidos son básicamente de manufacturas y economía del conocimiento, mientras que con China, pasan por alimentos. En el caso de las importaciones argentinas, hay más competencia. “Más que cambiar -dice-, habría que diversificar lo que siempre implica menos riesgos”.

China es un jugador importante en importación de soja y Estados Unidos uno de sus principales proveedores, como Brasil; en cambio la Argentina le vende más aceite y harina. En los últimos meses, Estados Unidos empezó a apuntar a la producción de un biodiesel hidrogenado con lo que se posicionaría como un competidor en la harina de soja, señala el director del Programa de Agronegocios y Alimentos de la Fauba, Fernando Vilella.

Sin embargo, aclara, por esa misma razón podría exportar menos granos: “China no tiene muchas opciones fuera de la Argentina para cubrir sus necesidades. Para abrir o cerrar mercados es muy pragmática, así que podríamos tener una ventaja. Algo parecido ya ocurrió con Australia, a la que le cerró la puerta a algunos productos como la cebada, el vino y ciertas carnes y la Argentina aprovechó parcialmente las oportunidades”.

Para Fernando Pedrosa, profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA), si las tensiones siguieran in crescendo habría problemas para la Argentina porque como país “marginal y precario” siempre que hay “olas” en el mundo “nos complican”. Puntualiza que por esa zona de Asia Pacífico “entra mucha de producción argentina” con lo que cualquier inconveniente logístico impactaría en envíos incluso a otros destinos.

En lo que hace estrictamente a las operaciones comerciales con China, apunta que una crisis de provisión convendría a la Argentina pero advierte que para las potencias en general -y estas no son una excepción- los “negocios son negocios” a punto tal que el principal socio comercial de Taiwán es China.

Recuerda que el 1 de enero del 2021 entró en vigencia la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), un tratado de libre comercio que incluye a China y a otros 14 países, aliados de Estados Unidos. “Eso muestra que el conflicto tiene el límite de la economía -añade Pedrosa-. Los latinoamericanos deberíamos aprender en ese sentido; tienen claro por dónde va una cosa y por dónde la otra. Están en confrontación y cooperan, tienen sus acuerdos; los conflictos no los llevará a arriesgar sus economías o la estabilidad de sus países”.

En caso de que la tensión a través del estrecho de Taiwán no disminuya, podría tener lugar una reubicación de las operaciones de algunas empresas fuera de esa región, es decir un traslado hacia áreas menos conflictivas, explica Malena. En esa instancia, el Cono Sur, como área libre de conflictos interestaduales, podría ser visto como lugar para la “deslocalización”, a pesar de la lejanía geográfica.

Sin embargo, aclara, no sólo basta con ser un espacio sin posibilidad de guerra, porque a la hora de reubicar operaciones también pesan la calidad de la mano de obra local, la seguridad jurídica y la situación socio-económica, sino también la estabilidad política y la postura internacional. “Aunque el nearshoring no nos jugaría a favor, el friendshoring podría beneficiarnos si sabemos generar las condiciones necesarias”, apunta.

¿Hay que definirse?

Respecto si debe definirse la Argentina sobre este conflicto, Pedrosa entiende que el país no está obligados a tomar una decisión. “No se nos reclama, por ahora, una posición tajante”, manifiesta.

Povsa plantea que el mejor camino para el país sería construir, a nivel regional, una instancia de cooperación para no “enfrentar solo a dos economías de US$20 billones, a dos potencias tecnológicas y militares”. Debería empezar esa vía con Brasil, el socio más importante, para ampliarlo a todo el Mercosur. “Así se mueve el amperímetro y se gana importancia. Pero, a la vez, hay que coordinar internamente, tener consistencia; si no podemos decir nada constructivo no digamos nada”, sostiene.

Si prosigue la crisis entre Washington y Beijing, para Malena existirá un dilema de proporciones no sólo para la Argentina, sino también para América Latina, en caso de que se demanden definiciones: “La Argentina, junto a 170 países, manifestó su apoyo a la posición de reconocimiento de una sola China. La misma, es sostenida por la Argentina desde los ‘70 e implica no reconocer la independencia de Taiwán. Las potencias compiten también por aliados”.

A su entender, los gobiernos latinoamericanos enfrentan el desafío de mitigar los efectos sanitarios y económicos de la pandemia, a lo que se suma el dilema de qué posición internacional asumir, como subcontinente que no sólo está ubicado en el área natural de influencia de Estados Unidos sino también tiene a China como uno de sus tres principales socio comercial, inversor extranjero, prestamista, constructor de infraestructura y transferente de tecnología. “Si consideramos nuestros intereses económicos y demandas coyunturales, lo más beneficioso para nuestro país sería evitar el alineamiento y mantener lazos fluidos con ambos”, resume.