La ensalada más famosa del mundo que nació en Tijuana
Hablar de la ensalada césar es hablar de uno de los platos más globalizados y más extendidos en el mundo occidental. ¿Quién no ha probado alguna vez esta combinación de lechugas, queso parmesano y un sinfín de ingredientes que, valga recalcar, se parece más a un plato combinado que transpira aliño que a una auténtica ensalada verde a la vieja usanza? Pocos restaurantes se resisten a incluir una variedad de esta propuesta emblemática en su menú, conscientes de que es una opción que convence a todos. O a casi todos, porque siempre están los reacios… Con el tiempo, la ensalada césar se ha ganado el beneplácito de los comensales de cualquier edad. No en vano, es una comida agradecida, gustosa y de rápida ingesta, lo que la convierte en una propuesta ganadora para el ajetreado día a día y también para deleitarse a un ritmo más pausado los fines de semana.
Le debe su fama al mercado estadounidense, donde en las últimas décadas ha tenido una penetración casi comparable al de las hamburguesas, las pizzas o los ‘hot dog’. De hecho, esta más próxima a este grupo de alimentos de lo que uno podría pensar, porque la ensalada césar, de saludable, tiene poco. Dependiendo de su preparación, puede esconder por ración hasta 625 calorías y 10 gramos de grasa saturada frente a las 480 calorías y los 6,1 gramos de grasa saturada de una ‘cheeseburger’. Dejando al margen sus estándares nutricionales, está riquísima.
Pocos saben que el origen de la ensalada césar nada tiene que ver con el país que impulsó su expansión mundial. Ni siquiera con Italia, el otro emplazamiento al que parece lógico remitirse cuando nos embutimos un bocado de esta icónica ensalada. Aunque a lo largo de los años se han extendido diferentes teorías sobre dónde y quién ideó esta delicia, el consenso parece ser unánime. No es una creación nacida en Estados Unidos, sino en México. Eso sí, es a un italiano al que se le atribuye la receta original.
El “Hogar de la legendaria ensalada César” se localiza en la avenida Revolución, en Tijuana, Baja California. Así lo anuncia un gran letrero que todavía cuelga de la fachada del hotel Caesar’s y del restaurante de nombre homónimo, fundado por Cesare Cardini de la mano de su hermano Alessandro. El chef emigró a Estados Unidos desde su Italia natal en 1910, donde comenzó a expandir su negocio hostelero. Primero en Sacramento, con un pequeño local, y luego en San Diego, ambos en California. Azuzado por la ley seca que entró en vigor en 1920 y prohibía la importación, venta e ingesta de alcohol, optó por trasladar su negocio al otro lado de la frontera, donde la legislación a este respecto era inexistente. En 1924, y no sin complicaciones, inauguró el establecimiento en Tijuana que, pronto, se convirtió en un lugar de moda.
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Cuenta la leyenda (en realidad, la hija de Cardini, Rosa, antes de fallecer en 2003) que la invención de la ensalada César fue del todo casual. Su padre no andaba buscando ningún plato estrella que revolucionara su menú, ni esperaba crear la propuesta exitosa que creó de la nada. Solo quería salir del paso y dar de comer a sus clientes aquel 4 de julio de 1924, coincidiendo con el Día de la independencia de Estados Unidos. Su restaurante estaba tan abarrotado de comensales que en algún punto del turno se quedó sin ingredientes.
Sin haber previsto tal afluencia, Cardini improvisó una receta con los ingredientes que tenía a la mano: hojas de lechuga romana, yema de huevo cruda y queso parmesano. Pero faltaba algo. Fue entonces cuando creó el inédito aderezo que le da su característico sabor a la ensalada césar: una combinación de ajo picado, mostaza, filetes de anchoa y unas gotas de salsa inglesa o Worcestershire. Una vez todo está sobre el plato, meticulosamente mezclado, el chef le añadió el toque final: unas gotas de jugo de lima, un chorrito de aceite de oliva, pimienta negra, un solo ‘crostini’ (una rebanada de pan tostado) y más parmesano, porque nunca es suficiente queso. Nada de pedazos de pollo frito, nada de ‘bacon’, tocino o sucedáneos y nada de ‘croutons’ (picatostes).
El truco estaba hecho. La acogida que recibió la propuesta de Cardini superó cualquier expectativa, si es que la había. La noticia de la existencia de este manjar corrió como la pólvora hasta llegar a la élite hollywoodiense. Actores como Jean Harlow y Clark Gable se convirtieron en comensales por excelencia de la ensalada César. Nadie que fuera ‘alguien’ en aquella época se privó de acudir al restaurante del italiano en Tijuana y deleitarse con este plato que en 1940, según relata la 'BBC' fue descrito por la revista ‘Gourmet’ como “El punto culminante gastronómico del momento”.