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Qué podemos esperar del nuevo equipo económico

El nombrado ministro de Economía, Sergio Massa, y el presidente de la Nación, Alberto Fernández
El nombrado ministro de Economía, Sergio Massa, y el presidente de la Nación, Alberto Fernández - Créditos: @Twitter

Winston Churchill decía que “los estadounidenses siempre harán lo correcto, solo después de haber probado todo lo demás.” Los argentinos estamos esperando a ver si el kirchnerismo, luego de 182 meses gobernando la Argentina, habiéndose rifado las reservas internacionales, los ahorros de las AFJP, la inversión energética y de otros sectores de los 90, habiendo subido escandalosamente el endeudamiento, y con la inflación encaminándose a un nivel anual de tres dígitos, termina por fin imitando a los norteamericanos y hace lo correcto.

Los anuncios posteriores a la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía no fueron, en este sentido, alentadores. A un esquema poco práctico para intentar que los turistas extranjeros dejen de vender sus dólares en el mercado blue y los vendan al contado con liqui (CCL), lo cual ayudó a la disparada del blue, le siguió una medida poco conducente para los productores de soja.

El esquema les permitirá a los productores usar un 30% de las exportaciones que liquiden para comprar dólares al tipo de cambio “solidario” (el tipo de cambio oficial más el impuesto PAIS y otro recargo, que daba aproximadamente $240 por dólar al momento del anuncio), y con el 70% restante pueden hacer colocaciones en entidades financieras con ajuste diario según el tipo de cambio oficial. Expresado en pesos, el esquema les permitirá mejorar el precio de la soja de cerca de $49.400 por tonelada a $55.000, muy poco.

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Mientras tanto, según fuentes del mercado, el Banco Central sigue dilatando pedidos de importación. Algunos argumentan que cerca del 50% de los pedidos es pospuesto, pero que depende del sector o la empresa. Un banquero me dijo, en forma jocosa, que piensa que el Central tiene un “algoritmo” que autoriza pedidos de importación según el riesgo de que su rechazo termine en un titular de los diarios. Es decir, las pymes, las más grandes generadoras de empleo de la economía pero con poca capacidad individual para generar un titular de diario, están en problemas.

El impacto en la economía y el empleo no tardará en sentirse. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) debería estar poniendo el grito en el cielo, pero se la escucha poco. Las gestiones de Wado de Pedro para reemplazar a su presidente y poner a Alfredo González, un chaqueño cercano a Jorge Capitanich, dieron fruto para el Gobierno, pero no para las pymes.

La pregunta entonces es: ¿qué es hacer lo correcto en materia económica en estos momentos? Hay que partir del diagnóstico de que los principales problemas de corto plazo son la elevada inflación y la escasez de reservas en el Banco Central. Si los precios suben cerca del 8% en julio, la inflación interanual se acelerará a casi el 72%, contra poco menos del 51% a fines de 2021. Se necesita solo algo más del 5% de inflación en agosto para llevar el registro interanual al 77%. Es decir, la inflación se está acelerando peligrosamente hacia los tres dígitos, nivel que se vuelve muy perjudicial para la economía y que difícilmente sea estable.

Para hacer caer la inflación es indispensable reducir la oferta de dinero y subir su demanda. Para bajar la oferta de dinero hay que atacar el déficit fiscal. Para aumentar la demanda de dinero hay que subir el atractivo para que la población quiera invertir en pesos en lugar de cambiar pesos por dólares o por bienes y servicios que son proxies de dólares. Para ello se requieren tasas de interés más elevadas y una devaluación del peso que disminuya las expectativas de devaluación futuras. Una devaluación permitiría, además, aumentar exportaciones y bajar importaciones de bienes y servicios y, por lo tanto, elevar las reservas internacionales.

Todos los caminos llevan a que la fase inicial de un programa de estabilización requiere una devaluación del peso (aunque inicialmente haga subir los precios), un ajuste fiscal y una suba de tasas de interés.

Intentar implementar solo una de las tres patas de la fase inicial de un programa de estabilización sin las otras dos sería fútil. Si se implementa una devaluación, pero no se suben las tasas de interés ni se ajusta el gasto fiscal, el resultado sería un rápido traslado de la devaluación a la inflación, y al poco tiempo el efecto se disiparía, quedando además la economía funcionando con un nivel superior de inflación.

Es lo que ocurrió en la devaluación implementada en enero de 2014 por el entonces ministro de Economía Axel Kiciloff y el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. El dólar pasó $6,3 en diciembre de 2013 a $7,9 a fines de febrero, con una depreciación del peso de 25,5%. Las tasas de interés subieron, pero el inefable Kiciloff aceleró el gasto fiscal. El resultado fue una rápida suba de la inflación, que pasó del 26,6% interanual en diciembre de 2013 a 40% para mediados de 2014. Para enero de 2015 la inflación ya se había “comido” todo el efecto de la devaluación. Y la economía quedó funcionando en un escalón inflacionario superior.

Otro error consistiría en subir las tasas de interés sin antes ajustar el déficit fiscal ni devaluar. Esto es un llamado de atención, dado que es lo que estuvieron haciendo las autoridades económicas la semana pasada, aparentemente bajo la supervisión del equipo de Sergio Massa. El Gobierno subió fuertemente las tasas que ofreció en la licitación de deuda pública el miércoles 27, movida que fue seguida el jueves por el Central, con una suba de tasas de interés de más de 13 puntos porcentuales, a cerca del 80%.

A propósito de estos movimientos, muchos los asemejaron a las palabras de un gran piloto de tormentas, el ex presidente del BCRA Mario Blejer. El 3 de febrero de 2002, en medio de lo peor de la crisis, dijo “muchachos, acá lo que tenemos que hacer es que la codicia supere al pánico” y poco después creó las famosas Lebac, las que colocó a una tasa del 140%, incentivando la demanda de pesos. Pero las diferencias entre ese momento y el actual son muchas. A los efectos de mi argumento, se destacan dos: la suba de tasas de interés de Blejer fue hecha tras la devaluación del peso, y fue implementada en medio de un brutal ajuste fiscal. Eduardo Duhalde hizo un ajuste de más de 3 puntos del PBI en menos de 2 años.

El problema de subir tasas sin ajustar el déficit fiscal es que haría la dinámica de la deuda, en particular la del BCRA (las Leliq, herederas de las Lebac), insostenible. Un ejemplo práctico: según mis cálculos, la suba de tasas implementada por el Banco Central implicará un aumento del costo anual de las Leliq del 3,8% del PBI al 4,2% en 2022.

¿Qué podemos esperar del flamante equipo económico? Parece difícil que vaya a hacer todo lo correcto, es decir corregir todos los desequilibrios macroeconómicos. Esto implicaría implementar una devaluación importante. El peso está apreciado más de un 30% en términos reales, es decir ajustado por inflación. Para corregir el desequilibrio cambiario se requeriría una devaluación del peso de más del 50% en términos nominales, dado que parte la caída del peso se traduciría en un aumento de la inflación. Es difícil pensar que el Gobierno estaría dispuesto a llevar el tipo de cambio oficial a cerca de 200 pesos por dólar de una vez.

También parece difícil que implemente un ajuste fiscal suficientemente grande como para llegar al 2,5% del PBI de déficit primario (sin intereses) comprometido con el FMI. Guzmán dejó un descalabro importante en las cuentas públicas en el primer semestre del año, y el déficit se encaminaba a terminar cerca del 4% del PBI este año.

Parecería que lo más probable es que adopte una serie de ajustes parciales con el objetivo de tirar sin una crisis macroeconómica hasta las elecciones, dejando que los desequilibrios grandes los corrija el próximo gobierno. Es posible que implemente algún tipo de desdoblamiento cambiario, para inducir al campo a vender la cosecha y sumar reservas, pero con un esquema mejor pensado que el anunciado recientemente. Luego, con más reservas y con el invierno por detrás, quizás se acelere la depreciación del peso para el resto de la economía. En las cuentas fiscales es probable que también se elija un camino intermedio, con algo de ajuste, ma non troppo.

Es decir, en términos del dicho de Churchill, parecería que, si bien Sergio Massa argumenta que tiene buenos vínculos con Estados Unidos, distará de comportarse como un norteamericano. Fiel a sus raíces italianas, lo más probable es que implemente un parche para ir tirando. Los mercados recibieron con algarabía el cambio de gabinete. El peso se apreció contra el dólar en los mercados paralelos, y los bonos en dólares saltaron hasta un 30% de lunes a jueves. El principal problema que tendrá de corto plazo el equipo económico es, justamente, mantener la confianza del mercado. Un viejo operador me decía que en la percepción del mercado había un principio tan rígido como los de las matemáticas. Así como todo número multiplicado por cero da cero, me decía, toda combinación con Cristina Kirchner da Cristina Kirchner. Este principio se intentó ocultar debajo de la idea de un Alberto Fernández moderado y un ministro venido de la Universidad de Columbia como Guzmán. La que se encargaba de correr el velo que ocultaba este principio era la propia Cristina, con sus cartas y discursos. ¿Logrará Massa volver a cubrir con un velo este principio inalterable del peronismo, que es capaz de cobijar a muchos, pero que solo admite un jefe o jefa?