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El “machete” que generó bronca entre empresarios y una cena privada con un duro diagnóstico

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El “Vasco” subió apurado al ascensor. “Tenés un máster en declaraciones”, bromeó Oscar Andreani cuando lo vio entrar y le estiró la mano. El secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, venía mascullando sobre la “ortodoxia” de Dante Sica, con quien se había cruzado en el escenario de IDEA. El contrapunto había sido por el grado de apertura comercial y por las actuales trabas. El ex funcionario de Mauricio Macri había pedido liberalizar más, a tono con las propuestas de los organizadores del Coloquio de IDEA. En cambio, el “machete” que Mendiguren se llevó a su presentación tenía tres objetivos marcados con resaltador: “primero crecer” (antes que “ceder”, como proponía el lema de IDEA); “cuestionar el diagnóstico” sobre la inserción, decía el segundo; y finalmente “mostrar un proyecto propio” sobre comercio exterior.

“Entre enero y agosto, las importaciones de bienes fueron US$57.527 millones. Crecieron 43,6% respecto a 2021 y es el mayor valor registrado para este período, al menos desde 1992″, había dicho el funcionario massista en el escenario marplatense sin mencionar el precio de las compras ni tampoco los incentivos que para importar provoca la brecha. “Hay una fórmula que mide apertura de la economía. Toma exportaciones e importaciones sobre el PBI. Hoy la Argentina está en 33%. El promedio del gobierno anterior fue 28%”, había cuestionado luego, pese a que semanas atrás la Secretaría de Comercio había pasado miles de posiciones arancelarias a Licencias no Automáticas y escasean las SIMI.

El día previo, el “Vasco” había participado Automechanika, la exposición que agrupa a los autopartistas. Un directivo de una automotriz -el sector que Mendiguren había puesto como ejemplo en la ciudad feliz- se había ofuscado con su discurso, similar al pronunciado luego en Mar del Plata. Por esas horas, la planta que dirige en la provincia de Buenos Aires había tenido que parar su producción por falta de insumos. Incluso, ese jueves a la tarde en una bodega de Chapadmalal terminó contando que, por la falta de piezas, varios autos salieron de las líneas incompletos y fueron llevados con grúas al patio de la fábrica. Los completaron los mecánicos cuando las partes lograron entrar al país. Son situaciones imposibles de explicar a las casas matrices. En esa misma bodega, Sica era felicitado por su defensa de la apertura económica.

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Horas más tarde, el Banco Central (BCRA) publicaba los detalles del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA), que comenzó a funcionar hoy. El Gobierno prometía un ordenamiento de los permisos de importación; los empresarios temían un apagón como el que, en febrero pasado, afectó al índice de Capacidad Económica Financiera (CEF) de la AFIP. Ese apagón frenó durante semanas las importaciones. Un capítulo coyuntural del abanico de cepos.

Fuentes oficiales hablaban hoy de una gran cantidad de SIRA cargadas. “Están reemplazando las SIMI de meses anteriores que no estaban autorizadas y que se dieron de baja automáticamente”, contaron en las empresas. “Hoy a la mañana ya había algunos errores en el sistema. En la carga de los anexos, por ejemplo. Hay que dejarlo andar unos días”, afirmaron. Extrañamente, el BCRA cortó una racha consecutiva de venta de divisas que venía desde el final del dólar soja.

“Los pocos dólares que tenemos no los podemos malgastar”, justificó Mendiguren en el décimo piso del Sheraton esa tarde ante varios periodistas. Allí defendió otro parche: el dólar Qatar. “Nos lo pidieron 750 empresas en Santa Fe”, dijo sobre un encuentro de la unión industrial santafecina a la que asistió días atrás. “Son medidas de emergencia; para estabilizar”, se sinceró. Fue cuando mencionó la idea de un “puente de plata” hasta que las medidas del FMI surtan efecto.

Ese puente, sin un destino claro, no sólo sería para los dólares, sino también para los precios. En el kirchnerismo creen que, con la salida tumultuosa de Martín Guzmán, muchas empresas se cubrieron de más. “Te arrancaban la cabeza”, definió el “Vasco”. Es otro guiño de Sergio Massa al cristinismo. La estabilización, según el Gobierno (para Massa es el acuerdo con el FMI), requiere sostener el poder adquisitivo. No habrá congelamiento de precios, pero mañana comenzará la escenificación de reuniones oficiales con empresas de consumo. Como el bono, es una reacción a los tuits vicepresidenciales.

Reina el pesimismo

“Nos falta al algo, entusiasmo”, dijo el “Vasco”. Fue el único diagnóstico en el que coincidió con parte de la oposición. Ese mismo jueves a la noche varios referentes políticos cenaron en el Torreón del Monje. “Hay una sensación de que no hay salida, gane quien gane”, dijo una legisladora y consideró que ese pesimismo es un desafío para la campaña que está por arrancar y que, agregó un analista político, será una elección en la que habrá más cambio que continuidad. En la oposición creen que los números para dar de baja las PASO están, lo que existen son dudas entre gobernadores, Alberto Fernández y también entre Cristina Kirchner. La vicepresidenta no quiere quedar pegada con un candidato que parezca competitivo hoy, pero que luego no lo sea. En la oposición todavía no está claro un plan B si no hay PASO.

La economía inundó luego la cena de siete pasos; todos pescados. Se mencionó la posibilidad de hiperinflación, la opción de dolarización (no sería aplicable, creen halcones de Juntos por el Cambio), y claro, el Plan Austral y la Convertibilidad. “Un vaso de agua y un plan de estabilización no se le niegan a nadie”, ironizó un economista del Pro hablando sobre el destino final del “puente” del Vasco. Tanto para la oposición como para Roberto Lavagna, que almorzó con empresarios en el Golf de Mar del Plata, habrá un shock que deberá asumir el próximo gobierno. “La heterodoxia resiste dos años. Con uno les alcanza”, coincidió un radical sobre los parches y cepos que suma Massa para llegar. El peronismo en gestión fue más pesimista. “Lo peor está por venir”, dijo un economista de esa rama y advirtió sobre la subestimación de los problemas que deben encararse.

La mano derecha de un presidenciable -preocupado por el silencioso avance de las opciones antisistema- dijo que el debate político que se da en los cuarteles de campaña se dirime entre dos polos. El primero, cuán “pornográficamente” se explican la crisis y la salida a tomar. El segundo; lo popularizó Carlos Menem: “Si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”.

“Un plan de estabilización es como operar un corazón”, dijo el economista del Pro sobre la fragilidad que viene. Escuchaban un petrolero y un empresario fintech. Se recordó al Plan Bonex para alertar que la base monetaria, sólo por intereses, se duplica ya dos veces por año y que la suba de tasas reclamada por el FMI para contener la inflación complica aún más ese problema. Bonex no evitó un segundo capítulo hiperinflacionario en 1989.

“Cuando gobernemos nosotros vamos a remonetizar la economía”, prometieron en la oposición enarbolando una mágica recuperación de la confianza, la misma con la que el Vasco –dice- hay que achicar la brecha sin devaluar (aunque se haga en cuotas y por sectores). El Para Qué parece estar. Falta el Cómo, aunque se revolean reformas. La definición de confianza sí se animan a darla: gente mirando para adelante y no por el espejo retrovisor. Será difícil recrearla en medio de una marea de pesimismo; sin acuerdos mínimos sobre el futuro, incluso dentro de las propias coaliciones; y cuando maridan sociedades buscando soluciones no tradicionales con líderes antisistema que prometen el éxito sin tener en cuenta la calidad democrática.