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Uruguay vio una oportunidad en China: aprendió lecciones sobre los obstáculos del comercio

Gaucho con un toro Wagyu premiado en el rancho El Álamo, en Velázquez, Uruguay, el martes 13 de junio de 2023. (Sarah Pabst/The New York Times).
Gaucho con un toro Wagyu premiado en el rancho El Álamo, en Velázquez, Uruguay, el martes 13 de junio de 2023. (Sarah Pabst/The New York Times).

MONTEVIDEO, Uruguay — La noticia de que Uruguay estaba en busca de un acuerdo comercial con China provocó júbilo en el rancho El Álamo, una exuberante extensión de pasto salpicada de cactus y rebaños de ganado en las llanuras del este de Uruguay.

La mayor parte del ganado está destinada a los clientes de China, donde enfrentan aranceles del doce por ciento, más del doble de la tasa aplicada a la carne de Australia, el mayor exportador de carne a China. Los ganaderos de Nueva Zelanda, el segundo exportador más grande, tiene acceso sin aranceles a China.

“Incorporen el acuerdo comercial”, comentó Jasja Kotterman, quien se encarga de la administración del rancho familiar. “Eso nivelaría el campo de juego para nosotros”.

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Pero, en fechas más recientes, el entusiasmo prevaleciente en este país sudamericano ha dado paso a la resignación de que es poco probable que pronto haya algún acuerdo comercial con China. Lo que se vio como una nueva oportunidad para Uruguay ha devenido en una advertencia sobre los escollos de la política comercial para los países pequeños que se enfrentan a reajustes geopolíticos complejos.

El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, ha apostado su legado económico a firmar un acuerdo comercial con China. “Tenemos todas las intenciones de lograrlo”, señaló en julio pasado cuando anunció el inicio de las negociaciones formales. China estaba dispuesta a hablar sobre un acuerdo bilateral con Uruguay.

Pero las aspiraciones de Uruguay provocaron enojo y reproches en los países vecinos de Brasil y Argentina, así como lo que fue visto como una revancha económica. Al igual que Uruguay y Paraguay, estos países pertenecen a Mercosur, una alianza establecida hace más de tres décadas para promover el comercio de la región.

El puerto de contenedores y ciudad de Montevideo, Uruguay, el 15 de junio de 2023. (Sarah Pabst/The New York Times).
El puerto de contenedores y ciudad de Montevideo, Uruguay, el 15 de junio de 2023. (Sarah Pabst/The New York Times).

En meses recientes, Brasil ha relegado a Uruguay a un segundo plano mientras busca un acuerdo comercial más amplio con China en representación del bloque.

“Queremos reunirnos como Mercosur y hablar sobre un acuerdo Mercosur-China con nuestros colegas chinos”, señaló el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, durante una visita que hizo en enero a Montevideo, la capital de Uruguay.

En abril, Lula viajó a China, donde recibió un trato preferencial, el cual incluyó una visita con el dirigente del país, Xi Jinping.

“Nadie le va a prohibir a Brasil mejorar su relación con China”, aseveró Lula.

Fuera cual fuera el interés que el gobierno chino hubiera tenido en firmar un acuerdo con Uruguay pronto lo llevó a Brasil, un razonamiento basado en aritmética básica: Uruguay es un país de 3,4 millones de personas, mientras que Brasil es la economía sudamericana más grande y cuenta con 214 millones de habitantes.

No obstante, pese al interés confeso del presidente brasileño por negociar un acuerdo comercial, las posibilidades de un acuerdo entre Mercosur y China parecen entre mínimas e inexistentes.

Mercosur, una organización que ha tenido un avance notoriamente lento plagado de desavenencias internas, ha pasado más de 20 años intentando concretar las negociaciones de un acuerdo comercial con la Unión Europea. Además, Paraguay, uno de sus países miembros, no tiene ninguna relación con Pekín, sino que más bien tiene relaciones con Taiwán. Tan solo eso, prácticamente anula las posibilidades de que haya un acuerdo entre Mercosur y China.

Todo esto aumentó la posibilidad de que Uruguay terminara dañando sus acuerdos con sus vecinos sin obtener ganancias económicas.

“Uruguay se está usando como apalancamiento para que China negocie con Brasil”, afirmó Kotterman, el supervisor del rancho El Álamo, mientras una luna llena proyectaba un resplandor plateado sobre el pasto.

La reconfiguración del mapa

El intento de Uruguay para llegar a un acuerdo comercial con China tenía que ver más que con el destino final de sus reses. Su gobierno quería redefinir los términos de participación con el resto del planeta y al mismo tiempo separar al país del legado de proteccionismo comercial que ha prevalecido en las economías más grandes de Sudamérica.

De forma expresa, veía a China como un contrapeso a la supremacía de Estados Unidos en el hemisferio.

Las organizaciones sindicales se opusieron a la perspectiva de un acuerdo por ser una amenaza a los empleos con salarios más elevados en las fábricas, mientras que los políticos —algunos dentro de la coalición gobernante— denunciaron la aproximación del presidente a China como un riesgo para la seguridad nacional.

Pero la principal fuente de preocupación se centraba en las consecuencias de una posible ruptura dentro de Mercosur, el cual fue formado en 1991.

Mercosur funciona como un colectivo para establecer aranceles con el resto del mundo. Al buscar su propio acuerdo con China, Uruguay estaba violando la unidad del grupo, ya que abriría sus mercados a los productos manufacturados en China a cambio de menores aranceles a la carne que se exporta a China. Las ventas adicionales de los ranchos en Uruguay serían a costa de los productores de carne en Brasil y Argentina.

Se considera que Mercosur está muy rezagado en cuanto a sus objetivos de impulsar un mercado común en Sudamérica. Sus presuntos esquemas para promover el comercio con frecuencia se han visto obstaculizados por los intereses de las industrias políticamente poderosas de Brasil y Argentina. Estos dos países han logrado obtener decenas de exenciones que han librado a sus empresas de tener que competir con otras del bloque.

Sin embargo, muchos líderes regionales ponen su esfuerzo en la cooperación como la clave para lograr la prosperidad y liberar al continente de su dependencia excesiva de la extracción de materias primas y los cultivos básicos como la soya.

“Mercosur es importante y debería serlo más”, señaló Martín Guzmán, ex ministro de Economía de Argentina. “Yo no le veo una salida al problema del estancamiento en el continente si no es a través de una mayor integración”.

Guzmán criticó el objetivo de Uruguay de firmar un acuerdo comercial con China por considerarlo una amenaza para el bloque.

“Si todos nos comportamos así, tendremos un costo a largo plazo”, afirmó.

Más reses que personas

Según el Instituto Nacional de Carnes, una agencia gubernamental en Montevideo, Uruguay exporta más o menos el 80 por ciento de su carne y obtiene cerca de 3000 millones de dólares anuales. Pero los productores de carne del país enfrentan aranceles del 26 por ciento en Estados Unidos y más del 45 por ciento en la Unión Europea, después de agotar las pequeñas cuotas.

Eso hace que China sea el foco evidente, y también da lugar a un discurso resentido de que Washington se ha rehusado a negociar un acuerdo comercial para abrir el mercado estadounidense a las exportaciones de carne uruguaya.

“Estados Unidos habla mucho sobre cuánto valora la democracia y los derechos humanos de Uruguay, pero a fin de cuentas nos da la espalda”, comentó Conrado Ferber, presidente del Instituto Nacional de Carnes. “Por eso estamos en tratos con China”.

Jorge González, quien administra un rastro en Lavalleja, un pueblo muy modesto, aprecia en especial a los compradores chinos porque ellos compran la vaca entera. Por lo general, a los compradores europeos solo les interesan las porciones óptimas que conforman menos de la mitad de la vaca. Los estadounidenses compran un poco más y convierten los cortes menos valiosos en carne para hamburguesa. Pero en China, la diversidad de ofertas culinarias, como el estofado, genera demanda de incluso porciones en rebanadas delgadas de la carne menos valiosa.

González, de 56 años, compra ganado de los ranchos de los alrededores y lo envía a una línea de producción donde los trabajadores cortan a los animales, los convierten en carne y colocan los cortes en cajas. González exporta la mayor parte de su producción a todo el mundo en barcos contenedores; el 70 por ciento se va a China.

Su planta tiene suficiente capacidad para sacrificar cerca de 100.000 reses por año, aproximadamente el doble de lo que está manejando ahora. Un acuerdo comercial con China motivaría a los ganaderos locales a producir más, añadió.

González alberga la esperanza de que se pueda lograr algún tipo de acuerdo comercial con China debido a los méritos de Uruguay como productor de alimentos. Este país tiene enormes espacios abiertos y casi cuatro veces más reses que personas, lo cual lo hace un lugar muy eficaz de producción de carne para exportación.

“Los chinos están buscando un suministro garantizado de alimentos”, aseguró González.

c.2023 The New York Times Company