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¿Por qué tanto odio hacia los autos eléctricos?

Un coche eléctrico se carga en una estación de carga. (Foto de Lars Penning/Picture Alliance vía Getty Images)
Un coche eléctrico se carga en una estación de carga. (Foto de Lars Penning/Picture Alliance vía Getty Images) (picture alliance via Getty Images)

Sábado 23 de marzo. Batería de mi BMW i3 al 95 %. Planificada la ruta San Sebastián-Valencia en la propia aplicación del fabricante; estima cuatro paradas que aprovecharemos para descansar, comer o lo que nos apetezca en ese momento. El sistema informa de la duración del viaje, pero también del tiempo extra de carga: 1h25 minutos en total. No protestamos, y aunque resulte tentador, no establecemos comparaciones con los vehículos de combustión.

Hace ya años que me anestesié de los comentarios despectivos del tipo: “ese viaje lo hago del tirón con mi diésel”. Tienen razón, pero quien conduce un coche eléctrico valora otras cosas: el silencio, la conducción “a vela”, la ausencia de vibraciones, la ausencia de mantenimiento y que, al final, los números salen. Mi modelo es del año 2018, con lo que ofrece una autonomía teórica de unos 300 kilómetros. Quienes conducimos un eléctrico sabemos que esas cifras son orientativas: la autonomía depende de las pendientes, pero sobre todo de la climatología; si hay viento en contra, mucho frío o mucho calor, ves la barra de distancia reducirse alarmantemente.

Que se pare el mundo: hay un atasco en un Supercargador de Tesla

El viaje nos desliza por las rutas de la relajación. No tenemos prisa por llegar y escojo, en la aplicación de navegación, rutas alternativas por varios motivos: apenas se añaden 5 o 6 minutos al tiempo de llegada, en esa dirección no hay apenas tráfico y el consumo es infinitamente inferior. Añadiré que conducir en una autovía con el control de crucero activado durante horas me aburre soberanamente, así que opto por ir atravesando los pueblos de España e imaginarme cómo será la vida dentro de esas casas.

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Paramos en el primer punto de carga que nos sugiere BMW y con un porcentaje de batería superior al estimado; en este caso, se trata de una estación de Iberdrola con dos cargadores. Los dos, como era previsible, estaban vacíos. Abro la aplicación, escaneo el QR y comienza la carga a buena velocidad; mi coche tiene carga rápida pero a unas cifras que ya han quedado desfasadas en los modelos actuales. Pese a ello, mientras mi mujer y yo respondemos a unos WhatsApp, echamos un ojo a las redes y vamos al baño, compruebo la carga en el móvil y ya podemos seguir. Son muchos los que creen que hay que pararse una hora cada vez que se viaja en un eléctrico, cuando lo cierto es que las paradas suelen ser de 20-30 minutos como máximo por dos motivos: nadie carga de cero a cien en viajes (siempre se llega con un margen) y la velocidad de carga se reduce mucho en los extremos. Esto es: del 0 % al 20 % y del 80 al 100 %.

La siguiente parada la aprovechamos para comer en un restaurante que ofrece dos puntos de forma gratuita; uno está siendo usado por un coche eléctrico, pero el otro, por una furgoneta diésel de alguien tomando algo. Es el pan de cada día de quienes vamos en un VE: una gran parte de los puntos están ocupados por gente sin educación y nada de empatía, que no tiene en cuenta que ese punto puede ser vital para una familia que llega casi sin batería y no puede proseguir el viaje. Doy una voz en el bar y el camarero me da una sorpresa: la furgoneta es de la casa y la ponen ahí para evitar que otros ocupen en punto de carga. La retiran, lo dejo cargando y para cuando nos llega el postre, el móvil me indica que la batería está al 100 %. Sigo con los ojos en el teléfono y ahora en X descubriendo por primera vez la noticia que ha recorrido España esta Semana Santa: gran cantidad de Tesla hacen cola para cargar en el punto de la casa de Atalaya de Cañavete, provincia de Cuenca.

The new BMW i3 electric car is seen, with the Shard building at rear, after it was unveiled at a ceremony in London, July 29, 2013. REUTERS/Andrew Winning  (BRITAIN - Tags: TRANSPORT BUSINESS SCIENCE TECHNOLOGY)
BMW i3 en su puesta de largo en Londres en 2013 - REUTERS/Andrew Winning (REUTERS / Reuters)

“Son una estafa”

Como es de esperar, los comentarios se suceden: la mayoría de ellos despectivos y riéndose de la candidez de esos listos que van con un coche alternativo. Abro Electromaps —la aplicación más empleada por los conductores de VE en España— y compruebo que, a pocos kilómetros de ese punto de carga en ambas direcciones, hay varios puntos de carga rápida disponibles, con lo que esa cola, era innecesaria. A las pocas horas el vídeo “arde” en redes sociales: el auditorio tenía la carnaza que estaba deseando. El muñeco al que todo el mundo está de acuerdo en atizar es el de los coches eléctricos. El consenso es apabullante y la cantinela se repite, de forma unánime, alimentada por quienes no han puesto nunca una mano encima. A saber:

  • “No se puede viajar: está bien para ciudad”.

  • “No hay suficientes puntos de recarga”.

  • “Se tarda una hora en cargar; así no se puede viajar”.

  • “Es para ricos”.

  • “Es una estafa que nos quieren imponer”.

Creo que he resumido todo el repertorio que se ha instalado ya en la sociedad, insisto, pese a que únicamente podría dar un testimonio certero quien tiene uno. No sabría por dónde empezar; tal vez por el final. Un VE no es una estafa y mucho menos, una imposición: quien quiera se lo compra, y quien no, pues muy bien. Quien vea una imposición maligna la declaración de las zonas de bajas emisiones, tal vez debería leer el informe que ha emitido la Organización Mundial de la Salud y con datos inapelables: el 90% de la población respira aire “altamente contaminado” que, sólo en España, está detrás de 20.000 muertes al año de forma prematura. No parece que sea necesario extenderse más en la urgencia de reducir al máximo la entrada de vehículos contaminantes en las ciudades, cuando son de los principales actores de este desastre.

El segundo mito que hay que derribar es el de los puntos de recarga: en España hay la friolera de 30.000 puntos, en su gran mayoría infrautilizados, un dato que se omite sistemáticamente por quienes se empeñan en defender a capa y espada el modelo actual de los humos. Lo relativo a los tiempos de carga, es erróneo también por lo expuesto con anterioridad y el argumento del dinero, también. Hay modelos ya realmente económicos y hasta el Model 3 cuenta con un precio al alcance de un gran número de bolsillos de la clase media.

FILE PHOTO: A close-up of chargers from Alpitronic exhibition at The London EV Show, in London, Britain November 30, 2023. REUTERS/Maja Smiejkowska/File Photo
Dos puntos de carga en The London EV Show, in London, Britain November 30, 2023. REUTERS/Maja Smiejkowska (REUTERS / Reuters)

Un ‘hate’ inspirado

Entonces… ¿Qué sucedió exactamente en Cuenca? Realmente, nada que no hayamos vivido ya en una gasolinera en plena operación salida: ese cargador de Tesla se encontraba en la ruta Madrid-Valencia, y en plena operación salida de Semana Santa, confluyeron al mismo tiempo los vehículos que se ven en el vídeo viral. ¿Estaban obligados a hacer cola? Ni mucho menos: había más cargadores a corta distancia, lo que sucede es que, a buen seguro, buena parte de ellos contarían con recarga gratuita del fabricante y otra parte de ellos no consultó más opciones.

La siguiente pregunta a plantearse, siendo la evidencia de los hechos apabullante, es: cómo es posible que toda una sociedad cuente con el mismo argumento anti coche eléctrico de forma sincronizada y sin opción a réplica. La cuenta de X, EnergyTransitionFan pone el dedo en el meollo del asunto:

  • La transición hacia el modelo eléctrico no es una “moda” ni una imposición: es un movimiento global que no tiene vuelta atrás y España está perdiendo posiciones por esta campaña en contra. No hay plan B: todo el mundo vira de forma masiva hacia esta forma de transporte y es una cuestión de tiempo su adopción generalizada. El Tesla Model Y fue el coche más vendido en Europa en 2023 ¿No nos da eso una pista?

  • Hay intereses evidentes en los respectivos grupos de presión en mantener el modelo actual; piensa en los fabricantes de coches no eléctricos, petroleras y todos los que ven amenazados sus ingresos si se desmantela este modelo y la transición se consolida.

Entretanto, quienes no sean capaces de aplicar la lógica de los hechos, serán meros instrumentos de poderosos grupos de poder que saben manejar bien la opinión pública.

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