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Advierten sobre los riesgos de las criptomonedas y reclaman regulaciones

MADRID (El País).– Si las criptomonedas son el humo del siglo XXI, carecen de valor intrínseco y sus revalorizaciones solo dependen de la especulación más pura, aquella en la que los inversores solo compran para vender a un precio más alto, ¿por qué no tratarlas legalmente como a los juegos de azar? El planteo fue hecho por Fabio Panetta, integrante del Consejo Ejecutivo del Banco Central Europeo, en un artículo publicado el miércoles último en el diario Financial Times.

El economista italiano deja en su escrito un convencimiento categórico. “Las criptomonedas son una apuesta disfrazada de inversión”, afirma. Pero no se limita a la crítica: cree que la riada de quiebras que asola al sector no debe llevar a los reguladores a desentenderse, pensando que la industria entrará en combustión por sí misma. “No podemos esperar que desaparezca. La gente siempre ha apostado de muchas maneras diferentes. Y en la era digital es probable que las criptomonedas sin respaldo sigan siendo un vehículo para los juegos de azar”, advierte.

Por eso, emplaza a los reguladores a actuar con celeridad para fijar un marco legal adecuado. “La regulación debe reconocer la naturaleza especulativa de las criptomonedas sin respaldo y tratarlas como a juegos de azar”, recomienda.

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Aunque admite que “sorprendentemente” la crisis del sector no se ha trasladado a los bancos, que han salido ilesos de su batacazo, Panetta llama a no dejar de lado a quienes han dedicado parte de sus ahorros a invertir en estos activos. “Los consumidores vulnerables deben estar protegidos a través de principios similares a los recomendados por la Comisión Europea para los juegos de azar en línea”, pide. Y reclama una fiscalidad más agresiva con el sector. “Deben ser gravados de acuerdo con los costes que general a la sociedad”, indica.

Un mercado hipnótico

La idea de que muchos pequeños inversores son víctimas se abre paso cada vez más. Un mercado abierto las 24 horas del día de lunes a domingo resulta más adictivo, porque ver oscilar el dinero en tiempo real tiene un componente hipnótico y provoca unas emociones fuertes de las que no es sencillo desprenderse.

Ya existen clínicas en lugares como Escocia o Suiza con tratamientos de rehabilitación para los enganchados a los criptoactivos, una ruleta que, como la de los casinos, no deja de girar, y en la que en 2022 perdieron prácticamente todos los que apostaron.

El que fuera director general del Banco de Italia aprecia otros inconvenientes de los criptoactivos no regulados. “Pueden utilizarse para la evasión fiscal, el blanqueo de capitales, la financiación del terrorismo y la elusión de sanciones. También tienen altos costos ambientales”, enumera.

Y emplea una referencia literaria para advertir sobre el riesgo de que la industria cripto, equipada en ciertos casos con recursos multimillonarios, imponga sus tesis a los reguladores o a la clase política, entre la que se movía y a la que financiaba, por ejemplo, el recién detenido jefe de FTX, Sam Bankman-Fried, importante donante de demócratas y republicanos. “Al igual que Ulises, deben resistir las seductoras sirenas criptográficas para evitar ser víctimas del intenso lobby de la industria”, sostiene el economista italiano.

El miembro del BCE reconoce que el reglamento europeo MiCA es un paso adelante para regular las criptomonedas, pero opina que deja todavía muchos asuntos pendientes. “Es necesario seguir trabajando para garantizar que todos los segmentos de la industria estén regulados, incluidas las actividades financieras descentralizadas, como los préstamos de criptoactivos o los servicios de billetera sin custodia”.

Además, estima que para hacerles frente hace falta que los bancos centrales cuenten con sus propias divisas digitales, como es el caso en Europa con la iniciativa del euro digital, ya en marcha. “Al preservar el papel del dinero del banco central como ancla del sistema de pago, los bancos centrales salvaguardarán la confianza de la que, en última instancia, dependen las formas privadas de dinero”, concluye. © El País