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Aventuras e incomodidades: cómo era viajar en los vehículos del pasado

Descanso tras un viaje en carreta
Descanso tras un viaje en carreta

La famosa frase “del tiempo de la carreta” nos lleva a algo muy antiguo y la escuché desde chico cuanto los automóviles y medios de locomoción no eran lo que son hoy, lo que era un signo de vetusto y lentitud. Esos grandes vehículos comenzaron a generalizarse a partir del siglo XVII en nuestro territorio.

Durante tres siglos sirvieron para transportar mercaderías y personas, como lo apunta Ramón J. Cárcano ya en la época independiente, los pasajeros fueron trasladados a las galeras, que eran más livianas, ágiles y ligeras.

Juan Agustín García recuerda en La ciudad indiana que “una carreta costaba sesenta pesos, y son innumerables los que por no tener esa cantidad, carecen del único instrumento exportador de sus cosechas. En los pantanos de los alrededores de la ciudad [de Buenos Aires] se veían las carretas y bueyes atollados y el trigo y demás frutos cubiertos de agua y todo y también personas muertas o estropeadas con el enorme peso de la carga de los carros que se vuelcan”.

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Concolorcorvo recuerda que en sus travesías por la campaña “los pamperos hacen estremecer las carretas que cargadas tienen de peso doscientas arrobas”. El autor las divide en dos tipos: la tucumana y la mendocina, la primera cargaba regularmente unas 150 arrobas, pero con el agua, leña y maderos, llegaba a las 200; mientras que las otras eran mas anchas porque no caminaban entre montes. En ambos casos “no hay hierro alguno ni clavo, porque todo es de madera”. Los rayos sol era un motivo para descansar a las fatigadas bestias por la tarde, ente cuatro y seis horas, mientras se preparaba la carne para el almuerzo y para procurar sombra a los pasajeros entre dos carretas apareadas se tiraba un toldo para guarecer a unas ocho personas.

El padre José Manuel Peramás de la Compañía de Jesús que llegó a Buenos Aires en 1755 de donde pasó a Córdoba, fue alcanzado por la Real Orden de expulsión que llegó a ejecutarse el 12 de julio de 1767 en esa ciudad. A las cuatro de la madrugada el Colegio fue militarmente ocupado, teniendo encerradas en el comedor más de cien personas durante diez días. El 22 a medianoche, hacinados, los 129 proscriptos en cuarenta carretas emprendieron el camino a Buenos Aires, con la ropa puesta y el breviario. El viaje hasta la ensenada de Barragán duró 27 días y en el Diario del Destierro describe el medio de transporte:

Las carretas son en la hechura semejantes a las de España y sólo se diferencia de ella en lo bronco y tosco. De largo tendrán tres varas y de ancho vara y media. Están cubiertas unas con espadaña, otras con cuero. Su altura lo que basta para estar uno en pie, su movimiento molestísimo, y algunas lo tienen tan violento que turban la cabeza. Dentro de ellas se experimentan las inclemencias de los tiempos aún con más molestia que en campo raso; porque como su cubierta es o de pajas o de cueros tienen mil agujeros y goteras por donde entra el viento y el agua: esto aún es más cuando llueve y después sale el sol, que seca los cueros, éstos se encogen y dejan unas ventanas que es menester valerse de mil reparos y no bastan principalmente si son viejas. Las nuestras eran puntualmente de este jaez, a excepción de unas cuantas nuevas que por casualidad habían traído del Chaco; pues los que la compusieron, como no habían de ir en ellas, ni los que las habían de ocupar repugnar, las compusieron malísimamente”.

“Fuera de esto, como habían de venir 4 en cada una, las dividieron por medio, de suerte que dos venían arriba y dos abajo. Era suma la estrechez con que veníamos de estar sentados o acostados, y acostados no había que pensar volverse de un lado para otro. Los que venían en la división de arriba aun tenían otra incomodidad y era venir en un continuo potro por ser los palos desiguales y sobresalir unos más que otros; por esto se vieron muchos obligados a deshacerla y reducirse los cuatro a vivir abajo, el cual aunque se dijo tenía 3 varas, se entiende fuera del asiento que ocupa el carrero en las dichas varas. Por esto deseábamos con ansia el que amaneciese, para ver si se podía mejorar algo. Los carretones son de la misma hechura y sólo se diferencian en ser todos de madera”, escribió.

Esta nota se publicó originalmente el 16 de abril de 2022