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Nunca digas nunca jamás: el efecto James Bond en las organizaciones

Liderar un equipo es incorporar el factor humano de forma cercana a la vida del propio líder. Y muchas organizaciones no entienden que hay gente que puede ser buen profesional, pero no necesariamente puede tener gente a cargo ya que haría desastres
Liderar un equipo es incorporar el factor humano de forma cercana a la vida del propio líder. Y muchas organizaciones no entienden que hay gente que puede ser buen profesional, pero no necesariamente puede tener gente a cargo ya que haría desastres - Créditos: @Pexels

La saga de James Bond tuvo en 1983 a Sean Connery como protagonista de Nunca digas nunca jamás. El título de la película está basado en una conversación entre Sean Connery y su mujer. Tras Diamantes para la eternidad (otra película de Bond de 1971) le dijo a ella que “nunca” interpretaría a James Bond de nuevo. La respuesta de la esposa fue “Nunca digas nunca jamás”. Doce años después Connery volvería a interpretar a Bond.

El film comienza cuando James Bond comete un error durante una misión de entrenamiento, lo que hace que M, su jefa, piense que el agente secreto está en mala forma. Como resultado, M suspende a Bond de sus funciones. Sin embargo, cuando la organización terrorista Spectre roba dos misiles nucleares, M tiene que volver a confiar en Bond, pues él es el único agente que puede derrotar a Spectre. Los no absolutos no existen en las organizaciones, salvo que ese no lleve a un despido.

¿Se puede decir no en las empresas? ¿Cuáles son los temas que las organizaciones ven mal negarse a aceptar?

pelea de oficina
Negarse a una promoción en una organización siempre tiene un costo en la carrera de un ejecutivo - Créditos: @Shutterstock

1. Liderar un proyecto: Imposible decir no a liderar un proyecto y ser “Project Leader” en muchas empresas. Es una posición con glamour y genera la mirada de muchos. Liderar un proyecto o una startup interna pone las miradas en esa persona debido a que sus cualidades de líder surgen en las iniciativas que tome, el equipo que arme y los resultados que obtenga. ¿Quién va a osar decir no a algo tan mágico como estar en la vidriera? Probablemente quien sienta una presión que no pueda manejar por más que sea un buen profesional o aquellos que no necesitan más estrés del que tienen. Si estos proyectos, además, no vienen remunerados, sino que son un incentivo a futuro, al estrés hay que agregarle una agenda más complicada para ganar lo mismo.

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2. Subirse a un escenario para hacer una presentación: “Tu turno de presentar en nombre de toda el área…” Horror. Hay gente que ama lo que hace, pero desde la retaguardia, no exponiéndose. Para eso hay otras personas o el mismo jefe. Pero en las empresas, además de ser, hay que parecer. Presentarse frente al comité directivo de una compañía es un honor en los parámetros corporativos, aunque pueda ser un espanto para quien lo hace. Muchos buenos profesionales que tienen que confrontar presentaciones públicas o en la alta dirección, por temor, inexperiencia o parálisis, terminan con un mal concepto del comité directivo. “Pensé que era un buen profesional, pero la presentación fue un desastre”.

Consejo: antes de la presentación, practicar la presentación frente al espejo y asegurarse de tener respuestas para preguntas insólitas.

3. Promocionar: Imposible decir no a un ascenso. Negarse es mostrar debilidad, falta de energía y potencial. ¿Por qué negarse a seguir creciendo en una organización? ¿A quién se le ocurre no querer llegar a tocar el sol? Probablemente a alguien que conozca la historia de Ícaro que por volar muy alto el calor del sol le derritió las alas y se estrelló en el mar. Hace unos años un exalumno me dijo que la empresa lo había promocionado a director y rechazó la oferta. Sorprendido, le pregunté por qué hizo eso. Su respuesta fue contundente y cercana al suicidio profesional: “porque no quiero ascender, quiero ser feliz”. No dudo de la claridad en la cabeza de mi alumno y de los objetivos que tenía para su vida, pero la vida corporativa castiga no querer aceptar una promoción. Sencillamente, un directivo, para la mente ascendente de los ejecutivos, requiere ascender hasta que el sol nos derrita las alas y nos lleve al límite de la incompetencia. Ni pensar en hablar sobre la felicidad o nuestro bienestar. Si alguien no quiere una promoción, otro la aceptará y el candidato que se negó quedará en el freezer organizacional a un paso de la puerta de la calle. Años después nos reencontramos con el exalumno y me contó que a los dos años lo despidieron porque se había convertido en bloqueador de un alto potencial que venía propulsado como un meteorito. Consejo: Si promocionar nos va a matar de un infarto, negociar una salida arreglada y volver a pensar cuál es el siguiente desafío laboral para que no nos pase lo mismo.

4. Tener equipo a cargo: Una vez en un programa ejecutivo de gente joven pregunté qué objetivos tenían laboralmente. Un participante levantó la mano y espetó con orgullo que él quería ser jefe y tener gente a cargo. Una mueca maliciosa se me cruzó en la cara pensando que ese chico no tenía idea del infierno que significa tener gente a cargo si uno no está preparado. Tener equipo es uno de los pináculos directivos que habla de alguien que domina, manda y es ambicioso. Por supuesto, que además es responsable de su tropa, sus pollitos corporativos. Pero liderar un equipo es incorporar el factor humano de forma cercana a la vida del propio líder. Y muchas organizaciones no entienden que hay gente que puede ser buen profesional, pero no necesariamente puede tener gente a cargo ya que haría desastres.

Consejo: Si a una persona le ofrecen liderar un equipo y no se siente preparado, hay negociar un movimiento lateral. O pedir un milagro y ese equipo desaparezca.

5. Expatriación: Para muchos directivos la expatriación es un deseo que aparece en los sueños: ganar más, vivir en una ciudad desarrollada, ganar en euros o dólares y otras tantas pavadas. Cuando dejamos lo onírico y vamos a la realidad, vemos que la expatriación es a Burundi o cerca de un pozo petrolero donde la vida social más interesante sucede a 100 kilómetros de allí, con suerte. Por supuesto, que hay gente que puede ir a lugares divinos. Pero más allá del lugar, la expatriación requiere competencias que no todos tenemos y que están relacionadas con un entendimiento cultural y del contexto, manejar equipos diversos y multiculturales, lograr autoridad en un ambiente adverso, entre otras bellezas. Decir que no, puede ser perdonado una vez si uno es un buen profesional, pero generalmente nunca termina bien rechazar estas oportunidades maravillosas, según las empresas que las ofrecen.

Consejo: Si uno no desea ser expatriado porque prefiere llegar a su casa, hacer el asadito con amigos y tomar mate con la familia, hay que anticipar el movimiento de la compañía y cambiar de función o pedir una extravagancia sobre lo que le ofrecen para expatriarte. En este último caso, hay que rogar para que no empaten la oferta.

La realidad es que hay muchos paradigmas difíciles de romper en las organizaciones y va a depender exclusivamente de nosotros la mejor decisión para nuestras vidas y carreras salvo que tengamos un jefe como M que cambie de idea como lo hizo con James Bond.