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Cómo Dior rescató -¿o aprovechó?- una tradición milenaria de México que vende por miles de dólares

La colección Cruise 2024 de Dior en homenaje a la tradición textil de México y a sus mujeres tejedoras. (Photo by RODRIGO OROPEZA/AFP via Getty Images)
La colección Cruise 2024 de Dior en homenaje a la tradición textil de México y a sus mujeres tejedoras. (Photo by RODRIGO OROPEZA/AFP via Getty Images) (RODRIGO OROPEZA via Getty Images)

Algo tiene Dior con México. Su última colección, Crucero 2024, presentada a mediados de este año, solo es la última demostración de la devoción que le profesan los responsables de la exclusiva firma al país de Frida Kahlo, a sus mujeres y sus tradiciones milenarias. El tiempo pasa y esta relación se mantiene inquebrantable desde los inicios de la ‘maison’ francesa. No sin polémica, cabe resaltar. Los señalamientos de apropiación cultural y explotación de los saberes raizales de cara a sacar el mayor rédito posible sobrevuelan a día de hoy a los responsables de Dior a pesar de sus intentos de desvincularse de cualquier doble intencionalidad.

Hay que remontarse a principios de la década de los 50 para establecer el origen de este idilio. Fue entonces cuando su fundador, Christian Dior, nombró a uno de sus vestidos de noche por antonomasia Mexique, que pasaría a los anales de la historia como una de las más bellas creaciones surgidas de la mente del diseñador. Destacaba por su caída de volumen máximo y teatral, repleto de volúmenes gracias a sus indescifrables capas de tul. El escote quedaba perfectamente cerrado y sellado por un lazo de terciopelo de felpa que definía la silueta de forma magistral. Los bordados hechos a mano imitaban las formas de la luna creciente que se reflejaban en el agua. Un diseño único con el que rendía tributo a las bordadoras artesanales mexicanas que, todavía, siguen siendo fuente de inspiración para la marca con sede en París.

Después de este primer guiño, vinieron otros. En 1953, Dior configuró un nuevo modelo de su icónico vestido, ahora de nombre México, para la colección de Alta Costura de la temporada primavera-verano de ese año. Completamente reformulado, lo creó a partir de tela de organza de seda, estampada en una base de red y crespón reforzado. Fue tal el revuelo que generó esta revisión de su diseño que la edición francesa de la revista ‘Vogue’ lo quiso para protagonizar una de sus portadas. Un año más tarde, el diseñador normando envió varias de sus creaciones de la colección de la línea H a Ciudad de México, donde tuvo lugar el primer desfile de Dior en suelo mexicano. El resto es historia.

Otro de los 'looks' de la colección Cruise 2024 de Dior que la firmo creó en colaboración con tejedoras indígenas mexicanas (Photo by Giovanni Giannoni/WWD via Getty Images)
Otro de los 'looks' de la colección Cruise 2024 de Dior que la firmo creó en colaboración con tejedoras indígenas mexicanas (Photo by Giovanni Giannoni/WWD via Getty Images) (WWD via Getty Images)

El último homenaje de la firma al país que enamoró a su creador corre a cargo de Maria Grazia Chiuri, la primera directora creativa en la historia de Dior, al mando de la ‘maison’ desde 2016. Su amor desbocado por México que comparte con el fundador quedó más que evidenciado en su primera colección, un año después de su subida al trono de la moda internacional. En 2018 repitió referencias con su colección Crucero 2019, con la que, de nuevo, quiso homenajear al país de los aztecas y su patrimonio indeleble.

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La tradición y el legado mexicano cobró vida una vez más en los exclusivos diseños de la colección Crucero 2024, donde la obra pictórica de Frida Kahlo fue el hilo conductor de la propuesta comprendida por 92 estilismos. Las piezas se crearon en consonancia entre el equipo de modistas de Grazia y artesanas tejedoras de diferentes poblaciones indígenas del territorio disperso. Entre ellas, las de la comunidad Mazatec de La Chuparrosa, la comunidad Chinantec del Valle Nacional y la comunidad Zapotec de Isthmus de Tehuantep, las tres localizadas en el Estado de Oaxaca; las mujeres de la comunidad Nahua de Tlacomulco de Huauchinango, en Puebla, y las tejedoras de las comunidades mayas de los Altos de Chiapas. Maestras que, valiéndose de sus manos y de las técnicas ancestrales, dieron forma a prendas únicas y coloridas repletas de bordados y de encajes de alta costura minuciosamente confeccionados sobre textiles tradicionales, como el algodón, la seda y el cáñamo. El huipil istmeño de cadenilla, una túnica tradicional indígena, se reencontró con la pasarela y la pasarela se rindió ante su reinterpretación vanguardista.

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La lucha de las tejedoras indígenas para que su saber, que se traspasa de generación en generación como el más preciado de los tesoros, no quede en el olvido ganó una pequeña gran batalla aquel día en el que su trabajo fue presentado ante la ‘jet set’ de la moda internacional. Ahora cualquiera puede adquirir su trabajo reconvertido en prendas de alta costura, aunque se desconoce cuánto beneficio obtienen ellas por pieza vendida. O cuánto les retribuyó Dior por su labor y cesión de conocimiento que, posteriormente, la firma vende en sus cientos de tiendas repartidas en todo el mundo por precios que solo unos pocos pueden permitirse. Pongamos el ejemplo de uno de los chalecos de la colección, bordado sobre lana virgen y mohair color crudo, cuyo precio en la página web oficial de Dior ronda los 6.000 dólares. O la falda plisada en popelina de algodón y seda, con un precio de algo más de 3.700 dólares. O la blusa bordada, también en popelina de algodón y seda, disponible por unos 7.700 dólares.

A esto hay que sumar las piezas de alta joyería que se gestaron con ocasión de esta colaboración Francia-México, también de manos (nunca mejor dicho) de maestros orfebres mexicanos. La colección Cruise 2024 de Dior incluye, por ejemplo, un collar largo con motivos de mariposas forjado a partir del tratamiento de metal dorado mate, rematado con abalorios de resina blancos. Su precio es de unos 2.000 dólares. Los pendientes tribales a juego, del mismo material, están disponibles por unos 500 dólares. Para completar el ‘look’, el anillo de mariposa, por el módico precio de algo más de 420 dólares.

La presentación de la propuesta a la mexicana de la firma francesa fue un éxito rotundo en términos 'fashionistas' que no estuvo exenta de críticas. El tema de la apropiación cultural resonó en las redes sociales con fuerza. Varias artesanas del territorio que no participaron en la creación de Cruise 2024 mostraron su preocupación porque su trabajo milenario se convierta en un producto de masas y pierda su significado y valor histórico. No faltó quien tachó la asociación de Dior con las tejedoras de explotación y no de trabajo colaborativo. Una posición que también fue ampliamente criticada por su paternalismo y enfoque colonialista. Como si las artesanas, por ser indígenas, no pudieran decidir sobre su futuro laboral o no supieran dónde se metían cuando aceptaron colaborar con la multimillonaria compañía. Un debate para todos los gustos, como ya es costumbre.

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