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Finanzas globales: los mercados emergentes, inusualmente resistentes ante las subas de tasas

El real, la moneda de Brasil, no siguió el camino de devaluación que tomaron otras monedas frente al dólar
El real, la moneda de Brasil, no siguió el camino de devaluación que tomaron otras monedas frente al dólar - Créditos: @getty images

LONDRES.– El guión es familiar. Una Reserva Federal empeñada en controlar la inflación sube las tasas sin piedad. El dólar se dispara, las condiciones financieras globales se endurecen y la economía se desacelera en forma generalizada. Pero esta vez hay un giro. Donde los autores escribirían sobre una crisis de mercados emergentes, hay calma.

Durante décadas, los países de ingresos medios y rápido crecimiento han sido una fuente de problemas financieros. A principios de la década del 80, la cruzada de la Fed contra la inflación de dos dígitos provocó una crisis de deuda en América Latina; en 2010, la normalización de la política tras la crisis financiera mundial sacudió a los “cinco frágiles” (Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía). Se podría haber esperado lo mismo con el endurecimiento actual, que es el más intenso desde principios de los 80. En las previsiones publicadas el 11 de octubre, el FMI volvió a rebajar sus proyecciones de crecimiento y advirtió que las economías que representan un tercio del PBI mundial se encaminan a la recesión. Los países más pobres están contra las cuerdas.

Pero la mayoría de los países grandes de medianos ingresos van capeando la tormenta. El FMI considera que a las economías emergentes les irá mejor que a las ricas este año y en 2023, pese a la desaceleración en China y a la contracción en Rusia. Mientras que el euro, la libra y el yen se desploman frente al dólar, las rupias india y de Indonesia cayeron menos, y las monedas de Brasil y México se aprecian.

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La resiliencia del mundo emergente es, en parte, una historia de maduración. Desde las crisis de las décadas de 1980 y 1990, los mercados financieros locales se profundizaron y los bancos están mejor administrados. Mejoró la formulación de políticas y los funcionarios aprendieron los peligros del presupuesto descuidado y de los grandes déficits de cuenta corriente. Los bancos centrales son más independientes y adoptan enfoques de metas de inflación del mundo rico.

Todo ello tomó valor en los últimos dos años. Muchos bancos centrales de países de ingresos medios comenzaron a subir las tasas mucho antes que los de países ricos. Esto evitó que la creciente inflación se saliera de control y detuvo las caídas de la moneda. Brasil, que experimentó una hiperinflación a principios de la década de 1990, ha trabajado en las últimas décadas para establecer la credibilidad y la independencia de su banco central. Cuando la inflación se disparó y el real se tambaleó a principios de 2021, el banco central respondió con aumentos agresivos de las tasas, que llegaron a un acumulado de casi 12 puntos porcentuales. La inflación cayó desde un pico interanual del 12% en abril a menos del 8% y la moneda ha estado entre las de mejor rendimiento del mundo.

Los regímenes cambiarios de los mercados emergentes también mejoraron. Estas economías alguna vez dependieron de tipos de cambio fijos para contener la inflación y asegurar un crédito más barato. Pero las crisis alentaron un movimiento en la dirección de los regímenes de tasa flotante, en los que los mercados tienen más voz sobre el valor de una moneda. Ahora, la mayoría de los gobiernos intervienen ocasionalmente ante movimientos indeseablemente rápidos o grandes.

Muchos asociaron esto con mayores reservas de divisas. Durante los buenos tiempos, compraron activos denominados en monedas de reserva, como el dólar. Esto ralentiza el ritmo de apreciación de sus monedas y crea activos seguros. En 1998, las reservas mundiales de divisas ascendieron al 5% del PBI global. Para 2020, esa cifra había subido al 15%. Aunque las reservas chinas de más de US$3 billones representan gran parte, otros mercados emergentes acumularon cifras formidables. Las de Brasil, por caso, superan los US$300.000 millones.

Estas reservas se pueden implementar para frenar la depreciación de una moneda cuando cae el apetito por el riesgo de los inversores. Sin embargo, son más valiosas en medio de una crisis, cuando pueden usarse para pagar importaciones críticas y cumplir con los pagos de la deuda en moneda fuerte. Fundamentalmente, ayudan a asegurar a los inversores extranjeros que se cumplirán las obligaciones.

Las economías emergentes han abordado su mayor debilidad: la incapacidad de obtener préstamos en su propia moneda. Después de la última crisis financiera mundial, los rendimientos de los bonos en el mundo rico se desplomaron, empujando a los inversores a buscar rendimientos en otros lugares. Eso, combinado con una mejor gestión económica en los mercados emergentes, permitió a los funcionarios cambiar el endeudamiento a bonos en moneda local. A mediados de la década de 2000, alrededor del 46% de la deuda pública de Indonesia y el 83% de la de Chile era en moneda extranjera. Para 2021, esos porcentajes habían caído al 23% y al 32%.

La seguridad adquirida por estas innovaciones es impresionante. Pero, aunque los gobiernos se han endeudado más en sus propias monedas, muchas empresas no lo han hecho, y si los problemas globales obligan a las grandes firmas a buscar rescates, sus obligaciones externas podrían convertirse en obligaciones de sus gobiernos.

La estabilidad también puede conducir a tomar más riesgos y, así, algunos países asumieron niveles de deuda que serían considerados muy altos, incluso para el mundo rico.