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Hasta siempre, iPhone: cambié por accidente el celular de Apple por uno de Samsung y estoy más que feliz

La historia de una ruptura y el descubrimiento de un nuevo ecosistema.

Un problema con mi iPhone 14 Pro Max me obligó a usar un Samsung... y ya no hubo marcha atrás. (Foto: Zhang Peng/LightRocket via Getty Images)
Un problema con mi iPhone 14 Pro Max me obligó a usar un Samsung... y ya no hubo marcha atrás. (Foto: Zhang Peng/LightRocket via Getty Images) (Zhang Peng via Getty Images)

Una mota de polvo. Una maldita mota de polvo ha propiciado uno de los cambios más grandes en lo que a mi “vida tecnológica” se refiere. Todo comenzó con unos selfies con mi flamante iPhone 14 Pro Max que adquirí en Backmarket (una y no más, pero eso es otra historia). Al principio, todo iba bien, hasta que en una comida familiar escuché ESE comentario, esa gotita de agua que luego no te deja dormir: “Ha salido un poco clara la foto ¿no?”. Era verdad, la foto salía como si la hubieras sacado en pleno Sáhara con el sol detrás. Inicialmente, lo ignoré, pero tras dos o tres fotos veladas, comencé a activar la “alerta selfie”. Nunca pensé que las autofotos fueran tan importantes en mi vida.

Ni un problema. Superado el disgusto de haberme sentido estafado (¿nadie ha comprobado si las cámaras funcionaban bien antes de hacer el envío? El móvil —reacondicionado— estaba bajo garantía y no pierdo el tiempo en abrir un ticket. El sistema de Backmarket lo tiene todo preparado para las devoluciones (ay). Pido la mía situándome en el peor de los escenarios: uno o dos días sin iPhone, tal vez uno de remplazo… Nada de eso: el ticket a imprimir en mensajería dice que mi móvil velado tiene que viajar hasta Italia. Y vuelta. Corro a Google con una extraña sensación en el cuerpo: clientes que reciben cajas vacías, hasta colonias… y una pobrísima valoración en Trustpilot. De pronto me encuentro con un móvil roto en una mano y con el horizonte de estar semanas esperando a que me llegue de vuelta… una colonia.

Pero que no cunda el pánico. Uno, que tiene mucho vicio con esto de la tecnología, contaba desde hace un par de años con un Galaxy Fold 5, un prodigio de la tecnología que lo usaba como sustituto al iPad (de hecho, me gustó tanto que me deshice del iPad). El viejo y fiel Fold tenía, de la noche a la mañana, una nueva responsabilidad: operar como móvil las 24 horas al día y los 7 días de la semana, no como “iPad” accesorio. El cambio radical de una plataforma a otra me sirvió para aprender la primera norma: no depositar todos tus activos en una plataforma propietaria, por lo que pudiera pasar. ¿A qué me refiero? A contactos, recordatorios y calendario, que los había migrado hace tiempo ya a iCloud.

The Samsung Galaxy Fold 5G phone is presented at the hall of Samsung at the IFA consumer tech fair in Berlin, Germany, September 6, 2019. REUTERS/Hannibal Hanschke
Galaxy Fold mostrado en IFA - REUTERS/Hannibal Hanschke (REUTERS / Reuters)

De pronto, me encontré con que había perdido el grueso de los contactos que, por fortuna, tuve que ir migrando a Google desde el Macbook; en peor situación estaba con la agenda: me encontré con la semana vacía y, menos mal, pude ir restaurando las citas desde el portátil. Con respecto a Apple Music, desde hace ya tiempo venía utilizando YouTube Music —en mi opinión, la mejor plataforma de música en streaming—, con lo que por ahí no hubo problemas. Apple Pay fue sustituido en un santiamén por Wallet de Google y pronto, tanto el Fold como yo, nos empezamos a encontrar cómodos el uno con el otro. El terminal, cuando está plegado, ofrece el agarre más lógico con una mano: esa forma alargada es ideal para sacar fotos, atender llamadas, e incluso escribir con una sola mano con el teclado deslizante de GBoard.

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En dos días empecé a aprovechar todo el potencial de un móvil ‘transformer’: en un gesto se convierte en una tableta, idónea para leer, ver vídeos o leer documentos (algo que, por mi trabajo, hago muchísimo). El poderoso chip Snapdragon 8 movía todo con una velocidad sorprendente y descubrí que ese no era el Android que yo conocía. Tenía claro que, como hardware, el Galaxy Fold 5 era superior al iPhone, aunque solo fuera por las ventajas que ofrece un móvil plegable, pero es que Android (sí, esto lo escribe un usuario del iPhone desde el 3G), es sólido, consistente y con muchísimas opciones.

El debate sobre cuál es mejor, si Apple o Android estará siempre ahí.  (Foto:  Pavlo Gonchar/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)
El debate sobre cuál es mejor, si Apple o Android estará siempre ahí. (Foto: Pavlo Gonchar/SOPA Images/LightRocket via Getty Images) (SOPA Images via Getty Images)

En poco tiempo me hice con un teclado Logitech Bluetooth con su ratón, una pequeña base plegable y ya tenía una oficina, todavía más móvil que la que me ofrecía el MacBook. La pantalla del Fold es lo suficientemente grande como para poder escribir documentos o manejar hojas Excel, y por otro lado, el S Pen dispara las posibilidades en el flujo de trabajo (enviar capturas con anotaciones, subrayar textos, rellenar PDF…). Pero es que además, en Android todo funciona a la primera, quiero decir, que no hay que esperar problemas de compatibilidad con nada: el teclado, el ratón, la carga compartida inalámbrica…

Con el transcurso de las semanas comprendí que había sido víctima de la ‘trampa’ de Apple: creer que su sistema es lo mejor y no hay vida fuera del mismo.

Entiéndeme bien: Apple es excelso y sus productos sublimes, pero, en mi opinión, ha ido perdiendo fuerza en sus lanzamientos. Todos los iPhone me parecían iguales e incluso, cuando se me estropeó el mío y mi primera intención fue la de comprarme un iPhone 15, hasta un empleado de un reseller de la firma me desanimó: “Cómprate el 14, total es casi igual que el 15”. Y era cierto: ¿merece la pena pagar el desmedido sobreprecio por tener un último modelo en titanio y un botón dedicado? Vale, la cámara es mejor y también el procesador, pero esa cantinela de mejoras incrementales la tenía ya muy oída.

Estaba decidido: me quedaba con el Galaxy Fold 5 como dispositivo para todo, y no pasa el día en que no me sorprenda. Lejos de perder el factor ‘cool’ de los iPhone, descubrí que mucha gente miraba con curiosidad el Fold “¿Es un tablet?”, “¿Qué es?”.

Di el disgusto a la gente de mi entorno —me tenían plenamente simbiotizado con la manzana— y comencé a descubrir que mi día a día me cundía mucho más al contar con un dispositivo que permitía ahorrarme muchísimo tiempo en tareas nimias.

El panel lateral del Fold te permite lanzar cualquier aplicación mientras trabajas sobre otra. Un ejemplo tonto: cuando vas acceder a un servicio, necesitas la contraseña (en mi caso, uso 1Password) y el navegador no activa el gestor, en el iPhone necesitas lanzar 1Password, buscar la contraseña, copiarla y volver a la aplicación. En el Fold te ahorras un paso: sin salir de la app, abres el gestor, copias y vuelves a la pantalla; y si me apuras y empiezas a aventurarte, divides la pantalla en dos y arrastras la contraseña de un sitio a otro.

En resumen, la lección que he aprendido es que no hay que cerrarse en un servicio que no sea cruzado, es decir, que funcione indistintamente en iOS y Android, y tampoco hay que cerrarse de mente pensando que lo que utilizamos es lo mejor.