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Inteligencia Artificial en Salud: ¿Avance o amenaza?

La inteligencia artificial (IA) irrumpió en nuestras vidas, transformando industrias y revolucionando procesos. Desde los asistentes virtuales que controlan hogares inteligentes hasta las plataformas de streaming que nos ofrecen recomendaciones personalizadas, la IA se volvió omnipresente en nuestro día a día. Pero su impacto va más allá del entretenimiento y la comodidad. En el campo de la salud, esta tecnología promete revolucionar la forma en que diagnosticamos, tratamos y monitoreamos enfermedades.

Imaginen por un momento un futuro en el que un algoritmo de IA pueda analizar imágenes médicas (radiografías, tomografías, resonancias) con una precisión superior a la de los humanos, detectando anomalías y patrones asociados con el cáncer o accidentes cerebrovasculares de manera temprana y sin lugar a errores. O un asistente virtual que monitoree niveles de glucosa en sangre, actividad física y dieta, brindando recomendaciones personalizadas para controlar la diabetes. Estas no son puras fantasías futuristas, sino realidades que ya están en el mercado gracias a la IA.

Sin embargo, su implementación plantea desafíos que merecen ser analizados.

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Por un lado, los promotores de la IA en salud sostienen que su utilización puede mejorar drásticamente la eficiencia y la precisión en la atención médica. Al optimizar procesos, automatizar tareas rutinarias y analizar grandes cantidades de datos médicos, se pueden evitar errores costosos, reducir internaciones innecesarias y prevenir complicaciones graves, lo que no solo generaría ahorros económicos, sino que también salvaría vidas al permitir intervenciones a tiempo.

Sin embargo, surgen preocupaciones legítimas sobre la privacidad de los datos y la ética médica. La IA depende de datos masivos, y en un contexto donde la protección de la información personal es un desafío, es crucial garantizar que los datos médicos no se usen de manera indebida.

La reciente promulgación de la AI Act (Acta de inteligencia artificial) por parte de la Unión Europea (UE) marca un hito en la regulación de la IA, con implicaciones que trascienden las fronteras europeas. Prevista para entrar en vigencia este año, el acta establecerá un marco legal integral para el desarrollo, implementación y uso de sistemas de IA en la UE. Este marco incluye requisitos de transparencia, seguridad y respeto a los derechos fundamentales, lo que plantea estándares rigurosos para garantizar la integridad y la ética en el uso de la IA en el ámbito de la salud. En este sentido, podría establecer un estándar global para la gobernanza de esta tecnología. Además, empresas de cualquier país que quieran operar en el mercado europeo deberán adherirse a esta regulación, lo que podría impulsar la armonización de las regulaciones de IA en otras regiones del mundo.

Latinoamérica enfrenta grandes desafíos en este sentido. Mientras que en países desarrollados la IA en salud avanza rápidamente, en nuestra región aún existen disparidades significativas en el acceso a la atención médica básica.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), América Latina tiene una densidad de solo 2,2 médicos por cada 1.000 habitantes, muy por debajo del promedio mundial de 3,6. Y un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de 2020 reveló que el gasto público en salud en la región fue de sólo el 3,8% del PIB, muy por debajo del promedio de los países de la OCDE (8,8%). En Argentina, pese a contar con un sistema público de salud, cerca del 25% de la población no tiene cobertura médica efectiva, según un informe del Banco Mundial. Esta situación se agrava en provincias como Chaco, Formosa y Misiones, donde más del 40% de las personas no accede a servicios básicos debido a la escasez de profesionales, infraestructura inadecuada y barreras geográficas y económicas.

En contraste, países como Reino Unido, Alemania, Francia y los Países Bajos están liderando la adopción de la IA en el sector salud europeo, utilizando algoritmos de aprendizaje automático para el análisis de imágenes médicas, la detección temprana de enfermedades y el desarrollo de terapias personalizadas.

En nuestra región, la Organización Panamericana de la Salud enfatiza la necesidad de abordar las brechas en el acceso a la atención médica básica antes de adentrarnos en tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial (IA). Sin embargo, esta presenta oportunidades únicas para mejorar el acceso a la salud en áreas remotas a través de la telemedicina y los asistentes virtuales. Además, puede catalizar la investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos y vacunas, como presenciamos en la lucha contra el COVID-19.

Entonces, surge la pregunta: ¿Deberíamos esperar a tener cubiertas las condiciones básicas y contar con una regulación completa o debemos avanzar al ritmo del resto?

Está claro que necesitamos desarrollar políticas claras que protejan la privacidad de los pacientes y establezcan estándares éticos sólidos en el uso de la IA en salud. Pero lejos de paralizarnos ante los riesgos, tenemos que atenderlos para aprovechar al máximo el potencial de esta tecnología y no quedar atrás.

En última instancia, la inteligencia artificial en Salud tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de millones de personas en Latinoamérica y reducir las brechas de acceso a la atención médica. La conversación apenas comienza, y es importante contribuir a un futuro donde la tecnología y la humanidad se complementen de manera equitativa para el bienestar de la sociedad. Un camino que no será fácil, pero que vale la pena recorrer. 

* Por Vanesa Diambra, directora comercial Sudamérica, Roche Diagnóstica