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It’s all good, man!

It’s all good, man!
It’s all good, man!

La trama se centra en la metamorfosis del personaje y es un divertido ejercicio de humor negro sobre las abismales diferencias entre nuestras expectativas y la realidad con la que a veces nos encontramos. Viendo la serie, le puede venir a uno a la cabeza las divergencias entre las previsiones que podemos hacer sobre muchas cosas y lo que finalmente acaba ocurriendo, ya sea en sentido negativo o positivo (no daremos más detalles para evitar spoilers).

El mercado inmobiliario -como tantos otros- no es una excepción a este fenómeno. El contexto macroeconómico y geopolítico con el que partía el sector de la vivienda el año pasado hacía temer que este 2023 fuera un ejercicio en el que los oscuros nubarrones que avistábamos en el horizonte empezaran a descargar un chaparrón poco apacible para este mercado. Y razones no faltaban para ello.

La desenfrenada subida de los tipos de interés del euro iniciada a mediados del año pasado por parte del BCE -que partieron de un 0% en julio de 2022 para alcanzar un 4,5% este septiembre- hacía presagiar un progresivo encarecimiento del crédito hipotecario, al que muchas familias recurren para comprar una vivienda, así como un mayor coste de financiación para realizar nuevas promociones

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Por otro lado, la incertidumbre sobre la evolución de la economía a causa de los elevados precios de la energía registrados en 2022 (y que se han mantenido altos, a pesar de moderarse en los últimos meses), así como el temor a una crisis global por un eventual recrudecimiento de la guerra en Ucrania, el encarecimiento de las materias primas o los cuellos de botella en el comercio internacional tras la pandemia, eran otros factores que podían extender su potencial influencia negativa sobre el inmobiliario.

Ante este panorama, varias instituciones y entidades financieras estimaron que el desarrollo de este mercado en 2023 sería algo más que crítico, con caídas de los precios reales alrededor del 3% en España. Aunque el mercado español tiene sus peculiaridades, las previsiones del BCE para la Eurozona, que estimaban una disminución del 9% de los precios en dos años, o del FMI para el conjunto de las economías avanzadas, que auguraban una reducción del 7% durante los próximos tres años, no hacían más que apuntar en la misma dirección.

Sin embargo, los precios del segmento residencial en España han seguido creciendo con notable vigor durante este 2023. Según el portal Fotocasa, desde enero, la variación interanual del precio de la vivienda de segunda mano ha registrado tasas por encima del 9% en todos los meses del año, llegando a rozar el 11% en junio, y con la única excepción de agosto (7,9%). Por su lado, el INE publicó este septiembre datos relativos al segundo trimestre, concluyendo que el precio de la vivienda subió un 3,6% interanual de abril a junio. Este incremento afectó a todas las autonomías y se prolonga ya durante 37 trimestres consecutivos.

Para ahondar en la complejidad del fenómeno, estos datos se producen en un contexto que no se aleja de las previsiones que se hicieron inicialmente desde muchas instituciones financieras. Principalmente, la subida del precio del dinero ha provocado una contracción real del crédito inmobiliario (según el INE, un -21,9% interanual en agosto en la concesión de hipotecas), y además se mantienen otras fuentes de incertidumbre sobre la economía, como la citada guerra de Ucrania.

Los expertos sostienen que la resistencia del mercado inmobiliario español y la inesperada intensidad en el auge de los precios responde a otros factores, como la falta de oferta en las grandes ciudades, junto con una fuerte demanda por parte de hogares con capacidad financiera media y alta (según el Banco de España, hay un déficit de 100.000 viviendas al año para cubrir la demanda existente, y esta falta de oferta sostiene los precios al alza).

La dificultad de realizar previsiones, especialmente en un mercado tan complejo como el inmobiliario, aconseja mucha prudencia al efectuar estas estimaciones, y especialmente en la forma de comunicarlas. Frente a escenarios que puedan parecer catastróficos y ante la predisposición que tenemos todos a fijarnos en titulares alarmistas -dado el sesgo de negatividad que caracteriza a los humanos- es importante también prestar atención a cualquier dato positivo que pueda matizar el conjunto. Intentar ver el vaso medio lleno puede ayudarnos ante cualquier previsión, tal como hizo Jimmy McGill: eligió el nombre de su alter ego Saul Goodman porque pronunciado rápido suena como “It’s all good, man!”.