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Olvidan las contraseñas de un iPad y se retrasa un tren en Japón

A Shinkansen bullet train heads into downtown Tokyo, Japan, April 20, 2021. Picture taken April 20, 2021.   REUTERS/Kim Kyung-Hoon
Un tren Shinkansen japonés entrando en Tokio - REUTERS/Kim Kyung-Hoon (Kim Kyung Hoon / reuters)

La puntualidad en los medios de transporte es fundamental para la economía de un país. Un retraso de unos pocos minutos en un tren puede desencadenar una serie de retrasos o anulaciones en cadena de posteriores citas, y con ellos, el consecuente perjuicio económico.

Y en Japón, la puntualidad de un asunto de estado. Un retraso de unos pocos segundos sobre el horario establecido en un tren, puede ser motivo de auténticos dramas. Imagina la que se lio en el caso que te vamos a contar ahora, cuando te avanzamos que el retraso superó los veinte minutos…

El pasado 20 de agosto, un convoy en aquel país operado por JR East, abandonó la estación de Koiryama a las 18:18 h; todo iba según lo planificado, hasta que, tras tres minutos en ruta, el conductor decidió comprobar en su iPad cuáles eran los tiempos de parada en la siguiente estación.

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Conviene apuntar que este operador ferroviario, decidió digitalizar todos sus horarios integrando iPad a sus conductores, en los que mostraba todo tipo de información relativa al viaje, incluyendo los mencionados horarios.

¿Cuál era el PIN?

Pues bien, nuestro protagonista se dispuso a desbloquear su iPad para ver los tiempos de parada de la siguiente estación y ¡horror! No recordaba la contraseña. Si tienes un iPad o iPhone, ya sabes qué sucede tras varios intentos infructuosos: el dispositivo se bloquea durante minutos incrementales, y esto fue precisamente lo que le sucedió a este convoy.

El operario al mando del tren comunicó este inesperado problema por radio para descubrir que nadie conocía la contraseña del dispositivo. El plan B indicaba que un empleado de la empresa debía comunicar uno a uno de viva voz los tiempos de parada en cada estación.

Como puedes suponer, este plan alternativo era menos rápido que la consulta al iPad, no mucho, solo unos minutos, pero que fueron acumulándose durante las sucesivas paradas. Al final, el convoy llegó con 23 minutos de retraso a su destino; una magnitud que, en ese país, alcanza la categoría de drama.

La absurda conclusión la encontramos en que un conductor entrenado, una infraestructura de primer nivel y unos pasajeros habituados a una puntualidad en la que el retraso se mide en segundos, se vieron paralizados por completo por el eslabón más débil de la cadena: el humano.

Nadie había tenido en cuenta, en la organización de esta loable estrategia, que sería necesario memorizar las contraseñas de unos iPad que se distribuyen entre los distintos conductores. Como puedes suponer, las disculpas de la operadora fueron desmedidas y con ellas, la adopción de nuevas medidas encaminadas a que los conductores recuerden sus contraseñas o sepan, al menos, como localizarlas.

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