El sindicato de trabajadores agrícolas, icono liberal de los años sesenta, busca un renacimiento en California

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Verónica Mota, trabajadora estacional desde hace veinte años que dijo que en los campos sin contratos sindicales, los patrones a veces amenazan con disminuir las horas de trabajo, en Madera, California, el 20 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)
Verónica Mota, trabajadora estacional desde hace veinte años que dijo que en los campos sin contratos sindicales, los patrones a veces amenazan con disminuir las horas de trabajo, en Madera, California, el 20 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)

MADERA, California — Verónica Mota marchó bajo un sol abrasador, ondeando un estandarte de tela de Nuestra Señora de Guadalupe sobre su cabeza a lo largo de varios kilómetros.

“Sí, se puede”, coreaba al unísono con decenas más de trabajadores agrícolas, que blandían banderas estadounidenses y mexicanas mientras caminaban por carreteras de dos carriles bordeadas por densos naranjales en el Valle Central de California.

La pancarta, las banderas y el grito de guerra (“Sí se puede”) recordaban a más de medio siglo atrás, cuando César Chávez, cofundador del sindicato United Farm Workers (UFW, por su sigla en inglés), encabezó una procesión de trabajadores agrícolas por una ruta similar para reunirse con legisladores en Sacramento.

“Somos un legado de César Chávez”, dijo Mota, de 47 años, quien, cuando comenzaron a formársele ampollas en los pies durante la caminata de 24 días en agosto, reunió fuerzas pensando en cómo la marcha de la década de 1960 condujo a reformas pioneras de los trabajadores agrícolas e impulsó a la UFW a la proyección nacional.

“Podemos lograr lo que queremos”, afirmó Mota.

Lo que los trabajadores agrícolas querían el verano pasado era que el gobernador Gavin Newsom promulgara una ley que, según ellos, haría más fácil y menos intimidatorio para los trabajadores votar en las elecciones sindicales, un paso clave, creían, para reconstruir el tamaño y la influencia de una UFW ahora mucho menos prolífica. Pero cambiar una regla no es lo mismo que cambiar el juego. La cuestión ahora es si la UFW puede demostrar que no ha perdido su poder de organización de manera irremediable y si puede recuperar la capacidad de movilizar a la opinión pública en su favor, como sucedió con Chávez.

Un trabajador agrícola en un naranjal a las afueras de Freso, California, el 21 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)
Un trabajador agrícola en un naranjal a las afueras de Freso, California, el 21 de enero de 2023. (Mark Abramson/The New York Times)

El sindicato es una sombra de lo que fue hace décadas. El número de afiliados ronda los 5500 trabajadores agrícolas, menos del 2 por ciento de la mano de obra agrícola del estado, frente a los 60.000 de los años setenta. En el mismo periodo, el número de cultivadores con contratos de la UFW disminuyó de 150 a 22. La marcha del verano pasado supuso una especie de ajuste de cuentas para un sindicato desesperado por recuperar su relevancia.

En años recientes, la organización sindical ha repuntado en todo el país y los sindicatos ganaron elecciones en un almacén de Amazon en Nueva York y en al menos 275 tiendas de Starbucks, así como entre los trabajadores de cuello blanco de los sectores de la tecnología y los medios de comunicación. Pero en los campos de California, que suministran cerca de la mitad de los productos cultivados en Estados Unidos para el mercado nacional, estos esfuerzos han encontrado poco impulso.