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Andrés Asiain: “Un plan para estabilizar precios no tiene que ver con lo fiscal y monetario”

Andrés Asiain: "Proponemos un gran acuerdo social en el marco de un plan de estabilización, para que por tres meses se congelen todos los precios; hay que generar una estabilidad artificial de precios y después proyectarla inercialmente"
Andrés Asiain: "Proponemos un gran acuerdo social en el marco de un plan de estabilización, para que por tres meses se congelen todos los precios; hay que generar una estabilidad artificial de precios y después proyectarla inercialmente"

Estudió Economía en la UBA, donde es profesor, y es becario doctorado de Ciencias Sociales del Conicet. Es investigador del Idehesi-Conicet-UBA y del Centro Cultural de la Cooperación, e integrante de la Cátedra de Economía Arturo Jauretche. Es director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz

Andrés Asiain dirige el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), y es uno de los economistas con pensamiento más cercano a las ideas expresadas por la vicepresidenta Cristina Kirchner.

–¿La crisis actual tiene raíz política o económica?

–Creo que es la economía la que manda. Incluso es la que genera las tensiones políticas. En este caso, las internas en el Frente de Todos tienen que ver justamente con un rumbo económico. La interna apareció a partir del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como señal que ponía de manifiesto ya cierto enojo de parte del Frente por la falta de resultados económicos, sobre todo en materia distributiva, y eso se había traducido en una mala performance política. La que manda es la economía. Detrás de esto hay un problema económico que trasciende incluso más allá de la mala praxis o errores que pueda haber en la política económica. Hay temas estructurales, que incluso trascienden las coyunturas.

–¿Cómo cuáles?

–La falta de divisas, por ejemplo, es un problema estructural de la matriz productiva, de comercio internacional y de nuestra inserción o desarrollo financiero vinculado al bimonetarismo. Por eso uno ve que el gobierno de Cristina Kirchner y el de Mauricio Macri terminaron en el marco de presiones cambiarias, y lo mismo está sucediendo con el de Alberto Fernández. Son tres gobiernos muy diferentes entre sí que se ven acorralados por corridas cambiarias. Cambia la orientación de las políticas económicas, pero hay una constante que tiene que ver con un problema estructural de falta de dólares, que responde a temas de larga data de la economía argentina y su inserción internacional.

–¿Por qué faltan dólares?

–Hay dos problemas principales. Uno es la matriz productiva, la inserción comercial internacional y la matriz de consumo. El origen puede estar en cualquier país de penetración colonial, que fueron insertos en el sistema capitalista a través del colonialismo, que importan pautas de consumo de los países centrales y tienen una matriz productiva que va corriendo atrás. Las divisas que conseguimos mediante la exportación de materias primas no alcanzan para satisfacer esas pautas de consumo importado al nivel que quisiera la mayoría de la sociedad. Eso termina generando saldos negativos en el balance comercial de bienes y servicios, que se traduce en pérdidas de reservas.

–Pero en los últimos cuatro años la Argentina tuvo casi siempre superávit comercial, excepto dos meses nada más.

–El segundo problema es el financiero, que tiene que ver con el bimonetarismo y con una estructura donde el excedente económico de la sociedad se dolariza. Terminamos necesitando un saldo comercial superavitario estructural para pagar deudas externas acumuladas, el giro de utilidades de multinacionales que trabajan en nuestro país, y el excedente de nuestros propios grupos económicos. En la Argentina, el nivel de dolarización de los ahorros alcanza hasta a las clases trabajadoras con alguna capacidad de ahorro que sueña con comprarse una vivienda, y no solo a las elites. Calculamos que en el largo plazo la Argentina tiene una demanda estructural de dólares de unos US$12.000 millones anuales; US$6000 millones corresponden a minoristas de clase media para abajo, y la otra mitad es de la elite y de grupos económicos, que tienen un comportamiento menos estable.

–Pero las empresas multinacionales también traen dólares de afuera para inversiones...

–Es normal, porque si no, no tendrían rentabilidad. Todos los que invierten piensan ganar más de lo que invirtieron. El problema es que ese excedente lo van acumulando en el exterior o se dolariza. Pero, para nosotros, esa es la base estructural más allá de la corrida actual, en la cual uno puede analizar si hubo una demora en la reacción de parte del equipo económico cuando se inició la venta de bonos en pesos, cuando tardaron un día en intervenir y en darle cierta estabilidad al mercado. Eso generó un pánico que desató la corrida. Se puede decir que fue la mala praxis.

–La corrida comenzó hace más de un mes y medio y seguimos con tensión financiera. ¿Por qué?

–Hay muy pocas señales que alcancen. Macri llegó a firmar un acuerdo con el FMI, le dieron US$44.000 millones para frenar la corrida y no lo pudo hacer. En este caso, veníamos advirtiendo que teníamos un bajo nivel de reservas y que se estaba generando un crecimiento económico que no tenía nafta para sostenerse. A eso se suman señales de exfuncionarios de la oposición para impulsar una desestabilización, como cuando uno ve al exministro de Agricultura de Macri [Ricardo Buryaile] señalando que la deuda en pesos es impagable y que si ellos llegan al gobierno, habría una reperfilación, como hizo [Hernán] Lacunza. Claramente, hay una intención de generar pánico.

–¿Tanto impacto tienen las declaraciones de un exministro de Agricultura, que ni siquiera es uno de los referentes económicos de la oposición? ¿O es que la economía está muy débil?

–No, pero hay un antecedente claro, porque el reperfilamiento fue una de las últimas medidas de la gestión de Macri. No es solo una declaración. Y hay una economía que siempre es inestable y siempre hay temores en tiempos electorales. En este caso, nuestro pronóstico es que se adelantó la corrida. Esto ocurre en una situación en la cual advertíamos que el acuerdo con el FMI no iba a generar estabilidad, porque iba a mantener a la economía al borde del default, teniendo que pasar pruebas trimestrales de metas de difícil cumplimiento. Dijimos que era un acuerdo que generaba inestabilidad, que no había que firmarlo y, en cambio, negociar otro.

–¿Había margen para negociar otro acuerdo? Porque parece que el Fondo fue poco exigente, teniendo en cuenta su historial.

–Para nosotros fue un muy mal acuerdo. No es una cuestión de la liviandad del ajuste, sino de mantener un pago en cuotas sometido a aprobación trimestral de incumplimiento de metas. No lo calificamos como un acuerdo de ajuste.

–¿Ustedes tienen una propuesta para frenar la corrida?

–Entendemos que la economía argentina necesita un plan de estabilización de precios, que no tiene que ver con el lado fiscal y monetario, como se han intentado en los últimos dos acuerdos con el FMI. Creemos que hay que hacer un plan de estabilidad atacando la inercia inflacionaria, con una política que logre dar una solución fuerte, firme, de shock, para estabilizar los precios. Eso puede tener un efecto de estabilidad sobre el dólar y sobre las expectativas cambiarias.

–¿De qué se trata?

–Nosotros creemos que todos los programas de los últimos años fracasaron, tanto ortodoxos como heterodoxos, porque no tuvieron en cuenta que la inflación argentina actual genera mecanismos inerciales de inflación. Esto significa que, como hubo inflación en el pasado, va a haber hacia adelante, porque un montón de precios se indexa por contrato o de hecho, como los alquileres o las paritarias. Por eso, los programas que apuntan solo a esos objetivos fracasan. En base a eso, nosotros proponemos un programa de estabilidad heterodoxo, que no se basa en el ajuste fiscal y monetario como eje central, sino en atacar esos elementos inerciales.

–¿Cómo se aplicaría?

–Proponemos un gran acuerdo social en el marco de un plan de estabilización, donde por tres meses se congelen todos los precios, como dólar, tarifas y alquileres. En esos tres meses hay que generar una estabilidad artificial de precios y después proyectarla inercialmente, mediante una paritaria del salario real indexado al período de congelamiento. Para dar un ejemplo, en vez de pedir un 80% de aumento de los salarios porque se piensa que la inflación será del 76%, se negocia cuatro puntos arriba de la inflación acumulada en el período de estabilidad. Si fue 1,5%, la pauta salarial al cuarto mes será 5,5%, y no 80%.

–¿Cómo convence a los sectores que venían atrasados con respecto a la inflación, como las tarifas energéticas o las de transporte público?

–En el momento del congelamiento se puede negociar un recupero de algún sector. Hay ejemplos en el plan Gelbard de 1973, en el plan Austral de Alfonsín, y en la Convertibilidad.

–¿Se puede convencer a toda la economía de que la inflación no se volvería a acelerar?

–Después de esos tres meses, la idea es que el salario real se ajuste a la evolución de precios de ese tiempo. Lo mismo con los alquileres y con la política cambiaria y las tasas de interés; se debería hacer con una tabla de desagio, como se hizo en el Plan Austral. Hay que reacomodar también las tasas de interés a los nuevos niveles de nominalidad. Los cinco precios claves que hay que reacomodar son: dólar, tarifas, salarios, tasa de interés y alquileres. Después, hay que salir de ese acuerdo con un monitoreo muy fuerte de las remarcaciones de las empresas, con una política muy fuerte de parte de la Secretaría de Comercio.

–Varios economistas creen que, mientras haya un déficit que no se pueda financiar, seguirá habiendo inflación. ¿Es necesario complementar ese plan con una reducción del déficit?

–Depende mucho del resultado inflacionario y del tamaño del déficit. Creemos que la inyección de dinero que requiere la economía argentina está vinculada al nivel de actividad y a una inflación que no es monetaria. Si hay una inflación del 80% anual, se necesitará que la cantidad de dinero aumente en la misma proporción.

–¿Para ustedes, ¿la emisión monetaria se debe a que hay alta inflación y no al revés?

–Creemos que la inflación no tiene una causa fiscal monetaria. El tema de una emisión monetaria excesiva es una presión que puede darse sobre el dólar en momentos de incertidumbre cambiaria, como vivimos ahora. Creemos que hay un error en la lógica de la política cambiaria argentina de los últimos tiempos, que se hace solo sobre el dólar oficial y no sobre los paralelos, salvo intervenciones tardías cada vez que se dispara. Eso es un error que alimenta la incertidumbre. Creemos que señales como la que se quiso dar de cumplir las metas con el FMI o hacer un súper ajuste, como quiso dar Silvina Batakis, y plantear un déficit cero, en el marco de una inflación elevadísima y sin ninguna señal de nada, es desgastar al Gobierno sin ningún resultado práctico. La única chance electoral del Gobierno es si hace un plan de estabilidad que logre frenar la inflación; si no, le veo escasas chances electorales.

–¿Cómo es el modelo bimonetario que ustedes tienen en mente?

–Creemos que hay que generar una moneda que recupere la capacidad de ser un instrumento para el ahorro y para el mercado de la vivienda. Tomamos la experiencia de la unidad de fomento de Chile, que es una moneda indexada, como el UVA. Planteamos que hay que lanzar una cuasi moneda indexada. Sería una letra del Banco Central, pero con circulación que se abre a licitaciones diarias, y estaría respaldada en pesos. Es decir, el Estado no la puede emitir para financiar ningún pago, solo se emite contra demanda. Es un mecanismo de absorción de pesos. Tiene que convivir con el peso, porque es para competir con el dólar, no con el peso. Los sueldos se tienen que seguir pagando en pesos. Esta moneda indexada tiene que ser un instrumento de ahorro y para el mercado inmobiliario. Son licitaciones diarias para garantizar que se vaya actualizando su valor de acuerdo a la evolución de los precios. El objetivo es lanzar un instrumento de ahorro, de fácil acceso, que permita cerrar contratos de mediano plazo con cierta estabilidad.

–¿Sería una letra del Banco Central que cualquiera podría comprar? ¿Eso no puede generar una corrida como con las Lebac?

–Justamente, hay que generar la certidumbre de que es una moneda que mantiene el valor a lo largo del tiempo y, por lo tanto, no habría necesidad de venderla y generar la corrida. La idea también es que se use en el mercado informal, que no está bancarizado, y donde cualquier excedente tiende a ir al dólar. Calculamos que ahí hay entre US$2000 millones y US$3000 millones de demanda de dólares anuales del sector informal. Otra forma de estimular esa moneda es con estabilidad, ya que el dólar informal es muy inestable. Otro estímulo es que el Estado garantice que haya una brecha muy baja entre la compra y venta de esa moneda. Creemos que tiene que ir en el marco de un acuerdo, preferiblemente con la oposición, sectores empresariales y sindicales, donde el índice de indexación incluso se constituya como un organismo independiente, monitoreado por todos esos sectores, para evitar que haya cualquier expectativa de que se manipule y se deslegitime la herramienta. Es una política de largo plazo, no algo para atacar la corrida de ahora, sino algo como el caso de la unidad de fomento en Chile, que es una política que empezó en los 60 y logró que hoy todo el mercado inmobiliario funcione en esa unidad de cuenta.