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Las empresas se han olvidan de sus propósitos sociales y ecológicos muy rápido: el capitalismo sigue igual

Boeing fue una de las corporaciones que respaldó la idea de que la empresas no solo deben crear valor para los accionistas

El viraje hacia el compromiso social y ecológico de las empresas que se pretendía hacer hace unos años se ha quedado en eso, solo una buena intención. El dinero sigue siendo lo único que importa. Foto: Getty Images.
El viraje hacia el compromiso social y ecológico de las empresas que se pretendía hacer hace unos años se ha quedado en una buena intención. El dinero sigue siendo lo único que importa. Foto: Getty Images. (DNY59 via Getty Images)

En agosto de 2019 el entonces consejero delegado de Boeing, Dennis Muilenburg, firmó junto con otros 180 ejecutivos de grandes multinacionales un manifiesto con el que se hacía un viraje filosófico al principio abrazado con fuerza por el capitalismo desde los años setenta. Ese principio estipulaba que la misión de las empresas es crear valor para el accionista.

Aquella máxima del economista Milton Friedman necesitaba modernizarse y la razón la dió Jamie Dimon, el consejero delegado de JPMorgan Chase y presidente de la organización empresarial, Business Roundtable. “El sueño americano está vivo pero deteriorándose”, dijo antes de explicar que había que invertir en trabajadores y sus comunidades para tener éxito a largo plazo y una economía que sirviera a todos los americanos.

El nuevo principio establecía que las decisiones que se tomen en las empresas no solo irán encaminadas a compensar mejor a los accionistas sino que hay que tomar en consideración a empleados, proveedores, clientes y la sociedad. Los llamados stakeholders o interesados en vez de solo los stockholders o accionistas.

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Es algo en lo que con más o menos amplitud hacen énfasis los inversores que ponen por delante los principios ESG (Medioambiente, Sociedad y Governanza en sus siglas en inglés).

La línea de producción del avión de patrulla marítima Boeing P-8 Poseidon aparece en la fábrica 737 de Boeing en Renton, Washington, Estados Unidos, el 18 de noviembre de 2021. REUTERS/Jason Redmond
La línea de producción del avión de patrulla marítima Boeing P-8 Poseidon aparece en la fábrica 737 de Boeing en Renton, Washington, Estados Unidos, el 18 de noviembre de 2021. REUTERS/Jason Redmond (REUTERS / Reuters)

Boeing no mantuvo su compromiso y se dedicó a los accionistas

Cinco años después, Boeing ha encadenado una segunda crisis derivada de los problemas de calidad y la seguridad de sus aviones debido a decisiones y una gestión de operaciones que lleva en marcha años pero que nunca se ha olvidado de sus accionistas.

En 2018 y 2019 dos aviones 737 Max 8 se estrellaron causando la muerte a cientos personas en Indonesia y Etiopía. En enero de 2024 el panel del fuselaje de un avión (737 Max 9) de Alaska Airlines se perdió en pleno vuelo. Recientemente la FAA ha encontrado que Boeing ha fallado 33 de las 89 auditorías de producto, y antes, en 2021 un informe en el Senado hizo hincapié en problemas por falta de personal suficiente y por dejar de lado los problemas apuntados repetidamente por los ingenieros. El personal se quejaba de las prácticas de producción.

Mientras tanto, y según datos de Bloomberg, la empresa ha dedicado $59,000 millones a compensar a sus accionistas mediante dividendos ($20,000 millones) y recompra de acciones ($39,000 millones) desde 2010. Algo más de los algo más de $52 billones destinado a I+D desde 2011 según datos de macrotrends

Ahora en Boeing, con la acción un 23.7% a la baja en lo que va de año si que van a tener que escuchar a los empleados, a sus clientes y a la sociedad.

El sindicato International Association of Machinists District 751 de Boeing quiere un puesto en el consejo de administración para equilibrarlo. Su presidente, Jon Holden explicaba al Financial Times que los trabajadores tienen “una capacidad única” para entender el sistema de producción de la empresa. “Con lo que está pasando estos días somos, la mayor parte de las veces, la última línea de defensa y tenemos que salvar a la empresa de sí misma”, dijo Holden al diario británico.

Sus clientes, las aerolíneas están hablando con el consejo de administración en los últimos días para aclarar la situación y saber qué esperar de su proveedor de aviones, una empresa que con Airbus controla el sector aeronáutico mundial.

El presidente de Emirates Airlines, Tim Clark ha dicho que quien se haga cargo de la dirección de Boeing tiene que tener formación de ingeniería además de dar prioridad a seguridad y calidad. Sus palabras llegan cuando no dejan de emerger voces que critican cómo la empresa ha dejado desde hace tiempo de lado a nivel ejecutivo a los ingenieros.

La sociedad, los viajeros, están mostrando su preocupación y quienes reservan a través de kayak.com eligen si quieren volar o no en ciertos aviones.

Con todo, no solo ha sido Boeing quien ha fallado a este manifiesto.

Boeing no ha sido el único que se ha olvidado del 'nuevo capitalismo'

Al menos dos informes en dos años— 2020 y 2022— apuntan a que no se estuvo a la altura de los modernos propósitos empresariales. El primero es uno de KKS advisors financiado por la Fundación Ford y que se publicó al año del manifiesto. Un test del propósito corporativo en el que fallaron muchas empresas aunque se apunta a otras que tuvieron mejor evolución como BlackRock.

Pese a que las empresas que hicieron mejor papel en este sentido tuvieron una mejor evolución, el informe apunta a que “solo uno de cada ocho interesados (stakeholders) siente que las empresas están "cumpliendo lo que dicen" y actuando de acuerdo con sus comunicaciones sobre sus necesidades”.

El segundo informe, de hace dos años, fue publicado por el think tank Brookings y revela que casi todas las empresas fracasaron en su compromiso de modelo más inclusivo.

“De forma mayoritaria, las ganancias financieras beneficiaron a accionistas y ejecutivos adinerados, mientras que los trabajadores de primera línea experimentaron las mayores pérdidas y apenas se beneficiaron del éxito de la empresa. A pesar de la esperanza y la publicidad, las empresas solo están pagando a los trabajadores modestamente más en términos reales que antes de la pandemia, y para la mayoría de los trabajadores, aún no es suficiente para sobrevivir”, explicaban Molly Kinder, Katie Bach y Laura Stateler de Brookings.

El informe de Brookings revelaba entonces que los accionistas recibieron $1.5 billones mientras los obreros obtuvieron menos del 2% de eso. Un punto de partida para las demandas de sindicalización en centros de distribución de Amazon, en cafeterías de Starbucks además de las protestas sindicales que se han sucedido en los últimos años.

En 2023 los salarios de los trabajadores han aumentado pero muchos desde bases muy bajas y desde luego no tanto como los de los directivos de las empresas. Lo que ha llegado al récords son los dividendos globales. Según Janus Henderson Global se distribuyeron 1.66 billones de dólares. En EE UU crecieron un 5.1% y en 2024 está previsto que crezcan más.

Mientras los principios de inversión ESG —buenas prácticas de gobierno y trato a los empleados además de responsabilidad por la calidad de vida de las comunidades en un momento en el que no cesan las muestras del efecto del calentamiento global— están bajo presión por parte del ala más conservadora de los mercados, la academia y, sobre todo, la política que critican los esfuerzos en la lucha medioambiental, la justicia social y la inclusión educativa y laboral de mujeres y minorías.

A punto de cerrar el primer trimestre de 2024, con un marco macroeconómico positivo (crecimiento del PIB, bajo desempleo) y unos mercados batiendo récords en sus índices principales mercados, Gallup asegura que el 63% de la población cree que las condiciones económicas del país están empeorando.

Dimon hablaba del deterioro del sueño americano para cambiar el rumbo de las empresas en 2019. Pero no se pone proa a un destino solo anotándolo o con pequeños o fragmentados pasos, se precisa un golpe de timón más decidido.

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