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Macron encarna la Europa de los peligros y los dilemas ante el avance de la derecha más extrema

MADRID - Los europeos esperan todos los años con ansias los meses de junio, julio y agosto, garantía de calor y, en algún momento, descanso. Poco de eso habrá, sin embargo, para Emmanuel Macron en este verano (boreal), marcado por el avance de la derecha más extrema y su propia decisión de quemar las naves con una pregunta implícita a los franceses y, por extensión, a todos los europeos: ¿de verdad quieren esto?

La contundente victoria de Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de extrema derecha que lidera Marine Le Pen, en las elecciones al parlamento Europeo, pone a Macron en el centro de la escena. No solo por lo que se observa que sucede en una Francia que ya no es la Francia profunda, como durante décadas se dijo, sino una Francia muy real y expuesta, sino porque el presidente tomó la muy riesgosa decisión de jugarse a todo o nada.

La disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a elecciones legislativas para el 30 de junio y en segunda vuelta el 7 de julio tienen a Europa con el alma en vilo. ¿Y si Macron se equivoca y tienen razón aquellos que en Francia comienzan a llamarlo "aprendiz de brujo"?

"Con la disolución de la Asamblea Nacional, Emmanuel Macron juega al aprendiz de brujo. También está cometiendo el principal error de un estratega: subestimar a su enemigo", escribió Lukas Jakubowicz, editor jefe de "Décideurs Magazine".

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Jonathan Bouchet-Petersen, analista político del diario de izquierda "Liberation", fue menos elegante al analizar la decisión del jefe de Estado francés: "Kamikaze irresponsable".

Son los nervios y los temores del arco republicano -que incluye tanto a la derecha y la izquierda moderadas, así como el centro político- ante algo que se buscó evitar por años, el acceso de la extrema o ultraderecha al poder.

Ese "cordón sanitario" funcionó notablemente en 2002, cuando Jacques Chirac ganó el balotaje en la elección presidencial por el 82 por ciento de los votos tras haber obtenido el 20 por ciento en la primera vuelta. Pero elección tras elección la derecha extrema se fue fortaleciendo. ¿Será este 2024 el año de su acceso al poder? ¿Una cohabitación con Macron en el Elíseo y Jordan Bardella, delfín de Le Pen, en Matignon? ¿Es eso en realidad posible, sostenible?

Bardella, de 28 años, se afilió al entonces Frente Nacional con apenas 16, y tras ser la cara visible en las elecciones europeas, hoy es más popular que la agria Le Pen, casi siempre enojada. En una Francia en la que el primer ministro, Gabriel Atal, tiene 35 años, está claro que el viraje político es también generacional.

Macron podría alegar que está haciendo una apuesta que un año atrás le funcionó bien al jefe del gobierno español, Pedro Sánchez. Tras una contundente derrota en las elecciones municipales y regionales, Sánchez sorprendió horas después al disolver las Cortes y convocar a elecciones. El Partido Popular (PP) no tuvo ni tiempo de celebrar su éxito, y semanas después se encontró con que ganaba sin las suficientes bancas para garantizarse el gobierno. Sánchez volvió a obtener la confianza del Parlamento gracias a cesiones inéditas a los independentistas catalanes y hoy dice que gobernará hasta 2027.

El presidente francés hizo exactamente lo mismo: no dio casi tiempo al festejo de la derecha extrema y busca erigirse en garantía de la continuidad de la Quinta República. Lo explicó Atal, su primer ministro.

"Por un lado, el Reagrupamiento Nacional (RN) y el caos económico. Y, por otro, el desorden permanente, en nuestras calles y en la Asamblea, con la izquierda. Quiero que salgamos de esto. Quiero actuar por el pueblo de Francia".

Emmanuel Macron y Joe Biden
Emmanuel Macron y Joe Biden

La "federación de personas de buena voluntad" que esgrime Macron para licuar los extremos y obtener suficiente respaldo de los franceses tras un magro 15 por ciento en las europeas es visto por muchos como una mezcla de voluntarismo y desesperación. Con un añadido: si la apuesta de Macron fracasa, el "efecto contagio" llevará a un envalentonamiento de la derecha extrema en Europa. Todo, mientras Rusia amenaza la seguridad del continente, la guerra en Ucrania se prolonga sin buenas noticias y Donald Trump amenaza con volver al poder en Estados Unidos.

Así, 2024 podría ser un año bisagra en la historia mundial. Si Javier Milei no hubiera cancelado la visita de Estado acordada para la próxima semana en París, habría recibido información y análisis de primera mano por parte de Macron, con el que de todos modos se vio en la Cumbre del G7 en Italia, aunque con mucho menos tiempo y profundidad que el que garantiza una visita al Elíseo. Claro, el presidente argentino viene de compartir escenario con Le Pen en mayo en Madrid, por lo que las tribulaciones de Macron probablemente no sean necesariamente vistas por él como un problema. Idea que comparte su anfitriona, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, con la que Milei tiene gran afinidad política.

Si Macron se hunde y la extrema derecha llega al poder en Francia, Meloni podría erigirse como adalid de una derecha dura, pero relativamente razonable y europeísta. Lo sabe Ursula von der Leyen, la alemana que preside la Comisión Europea y que necesita del apoyo de la italiana para seguir en el puesto.

Milei sí podrá escuchar con suficiente tiempo a otro político europeo de primerísima línea y tan golpeado como Macron: el canciller alemán, Olaf Scholz. Su partido, el socialdemócrata SPD, quedó tercero en las europeas, con el 14 por ciento de los votos, superado no solo por los cristiano demócratas de la CDU, sino por la derecha extrema y filonazi de Alternativa para Alemania (AfD).

Cuando el domingo 23, Scholz abra las puertas del impactante edificio de la Cancillería en el corazón de Berlín para recibir a Milei, estará mostrando buena voluntad hacia un líder político que no se ha cansado de criticarlo indirectamente: el jefe del gobierno alemán es un socialdemócrata al que se puede situar en el ala derecha de su partido, durante años responsable de la economía de su país. Pero es, en definitiva, un "socialista" en la visión de Milei, que un día sí y otro también acusa a esa opción política de haber destruido Argentina y estar haciendo lo mismo con Europa y quizás con el mundo.

En todo caso, tras años de ignorar el potencial de la relación bilateral, Berlín entiende que en Argentina tiene mucho por ganar, y ese lenguaje común es el que acerca a dos personas tan diferentes como Milei y Scholz. Hacer negocios, aunque las costuras del continente parezcan estar a punto de estallar.