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En Quemú Quemú mantienen viva la memoria del campo

Museo de carruajes de Quemú Quemú, La Pampa
Museo de carruajes de Quemú Quemú, La Pampa

En Quemú Quemú, a poco del arco de entrada, está el Museo de Carruajes y Vestigios de la Tradición Nacional, de Héctor Clemente Gambarini, una parada obligada. Yo la hago y al ingresar me atrapa la calidez del lugar y de Héctor. Oriundo de Quemú, “El Gringo”, como lo llaman, comenzó la construcción de este espacio con un galpón de chapa para poder proteger sus carruajes, pero, con el tiempo, la edificación fue tomando otra forma, con un estilo campestre.

La arquitectura del anexo del Museo, de techos y galerías bajas, con palos de quebracho, ventanas de pinotea reducidas, con sus postigos y barrotes, emula a los antiguos ranchos de La Pampa con paredes de adobe y techos de paja.

Héctor ha construido una semejanza con los hogares antiguos, no solo para revalorizar el pasado tradicionalista gauchesco pampeano, sino también para proteger dentro de él objetos de nuestro patrimonio cultural. Al ingresar, las piezas nos llenan de historias de nuestro pueblo, con las cajoneras de la antigua Casa Llorente, en donde se guardaba la mercadería a granel; las bandejas tipográficas y la maquinaria de la ex imprenta “El Pueblo”, que imprimió gran parte de la historia; también la palangana y el palanganero, elementos de aseo personal que pertenecieron a la hija de uno de los primeros colonos de ese lugar.

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En una pared, un papel añejo resguardado en un cuadro, muestra el mapa del primer remate que realizó el abuelo de Héctor en 1910 -dos años después de la fundación del pueblo- para vender sus terrenos; en el escritorio, uno de los primeros cajones atesora las libretas de todos los compradores, con nombre, apellido, división de lote comprado y sus correspondientes sellos que se colocaban con el pago de la cuota de cada mes. “Traje al museo los papeles de los años más viejos y recibos con la firma de gente conocida del pueblo”, dice Gambarini.

Impresiona la cantidad de libros, algunos son donados, otros comprados. “No todos están exhibidos porque ya no caben. Libros con temas gauchescos, hay muchos, deben ser más de 500″, cuenta. Además hay enseres de todo tipo, cámaras de fotografías y de escribir; telégrafos, instrumentos farmacéuticos; relojes de bolsillo; utensilios de cocina, encendedores a bencina; platería criolla, emprendados.

Se exhiben mostradores de pulpería; choperas de estaño, que hoy en día son una exclusividad; antiguas cadenas de seguridad utilizada por la policía (”esposas”); instrumentos musicales y herramientas rurales. Todo es enseñanza en este lugar. En uno de los sectores, un surtidor restaurado, arados de mancera, serruchos, diversos tipos de estampa para herreros, tenazas y tranchas que utilizaban para cortar en caliente o frío, fuelles para fraguas.

Carruajes

La sección carruajes cuenta con 50 coches de todo el país. Paseo con Héctor y me va contando la historia. Un vis a vis que siempre se traía para los desfiles del pueblo; una volanta que fue utilizada por gente conocida del poblado vecino para repartir la leche del tambo; un carro carnicero, otro, aguatero. A mitad de camino, paramos frente a una chata cajón que fue donada. “Estaba abajo de unos tamariscos, no tenía nada más que los fierros. Con el carpintero mirábamos algún libro y fotos viejas para darnos cuenta de cómo reconstruirla”, cuenta. Veo un coche que antiguamente se utilizaba para transportar pasajeros y leo la estampa en un cartel que dice “Establecimiento La Isleta 1908″; la pieza aúna la historia local con la nacional, un antiguo medio de transporte que fue traído de otra provincia que se bautiza con el nombre de un campo quemuense, La Isleta, como el abuelo de Héctor había nombrado a sus tierras y con el año de fundación de nuestro querido pueblo.

Aspiro a que quede en buenas manos, que sea un patrimonio cultural para el pueblo y la provincia; que sea visitado por los chicos de las escuelas para que conozcan el sacrificio que hacían nuestros padres y abuelos para trabajar la tierra, para vivir el día a día”, concluye Gambarini.