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La locura por la Inteligencia Artificial que ha cambiado a Silicon Valley para siempre

Hace un año, el lanzamiento de ChatGPT generó una intensa competencia entre empresas tecnológicas y causó preocupación entre algunos de sus creadores.

El lanzamiento de ChatGPT hace un año desencadenó una desesperada lucha entre las empresas tecnológicas y activó la alarma de algunas de las personas que ayudaron a inventarlo. (Hokyoung Kim/The New York Times)
El lanzamiento de ChatGPT hace un año desencadenó una desesperada lucha entre las empresas tecnológicas y activó la alarma de algunas de las personas que ayudaron a inventarlo. (Hokyoung Kim/The New York Times)

A la una de la tarde de un viernes poco antes de Navidad del año pasado, Kent Walker, el abogado principal de Google (GOOG | GOOGL), convocó a cuatro de sus empleados y les arruinó el fin de semana.

El grupo trabajaba en SL1001, un edificio anodino con una fachada de cristal azul que no dejaba entrever que decenas de abogados se afanaban en proteger los intereses de una de las empresas más influyentes del mundo. Llevaban semanas preparando una reunión de poderosos ejecutivos para hablar de la seguridad de los productos de Google. La presentación estaba lista. Pero, esa tarde, Walker comunicó a su equipo que el orden del día había cambiado y que tendrían que pasar los días siguientes preparando nuevas diapositivas y gráficos.

De hecho, la agenda completa de la empresa había cambiado y todo ocurrió en nueve días. Sundar Pichai, el director ejecutivo de Google, había decidido preparar una serie de productos basados en la inteligencia artificial de forma inmediata. Recurrió a Walker, el mismo abogado en el que confiaba para defender a la empresa en un caso antimonopolio en Washington D. C. que ponía en peligro sus beneficios. Walker sabía que tendría que convencer al Consejo de Revisión de Tecnología Avanzada, como Google llamaba al grupo de ejecutivos, para que abandonaran su habitual cautela e hicieran lo que se les decía.

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Era un edicto, y los edictos no se daban muy a menudo en Google.

Lo que hizo estallar a Pichai fue ChatGPT, el programa de inteligencia artificial lanzado el 30 de noviembre de 2022 por un nuevo competidor llamado OpenAI. Había cautivado la imaginación de millones de personas que pensaban que la IA era ciencia ficción hasta que empezaron a jugar con ella.

Google había estado desarrollando su propia tecnología de IA que hacía muchas de las mismas cosas. Pichai se concentró en los defectos de ChatGPT: que se equivocaba en algunas cosas, que a veces se convertía en un cerdo tendencioso. Lo que le sorprendió fue que OpenAI hubiera seguido adelante y la hubiera lanzado de todos modos y que a los consumidores les encantara. Si OpenAI podía hacerlo, ¿por qué no Google?

La llegada de la inteligencia artificial ha desatado una batalla entre las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley. (Hokyoung Kim/The New York Times)
La llegada de la inteligencia artificial ha desatado una batalla entre las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley. (Hokyoung Kim/The New York Times)

La necesidad de tener un producto en el mercado lo antes posible

Para los directores de las empresas tecnológicas, la decisión de cuándo y cómo convertir la IA en un negocio (con suerte) rentable era un cálculo más sencillo de riesgo-recompensa. Pero para ganar, había que tener un producto.

El lunes 12 de diciembre por la mañana, el equipo de SL1001 tenía una nueva agenda con una presentación etiquetada como “Privilegiada y confidencial/Solo para quien es necesario que lo sepa”. La mayoría de los asistentes se conectaron por videoconferencia. Walker comenzó la reunión anunciando que Google estaba avanzando con un chatbot y capacidades de IA que se añadirían a la nube, la búsqueda y otros productos.

“¿Cuáles son sus preocupaciones? Pongámonos en fila”, comentó Walker, según Jen Gennai, directora de innovación responsable.

Al final, se llegó a un consenso. Limitarían el despliegue, señaló Gennai. Y evitarían llamarlos productos. Para Google, sería un experimento. Así no tendría que ser perfecto. (Un portavoz de Google dijo que la ATRC no tenía poder para decidir cómo se lanzarían los productos).

Lo que ocurrió en Google se repitió en otros gigantes tecnológicos después de que OpenAI lanzara ChatGPT a finales de 2022. Todos ellos tenían tecnología en diversas fases de desarrollo que se basaba en redes neuronales, sistemas de IA que reconocían sonidos, generaban imágenes y chateaban como un humano. Geoffrey Hinton, un académico que había trabajado de manera breve con Microsoft y, ahora, estaba en Google, fue el pionero de esta tecnología. Pero las empresas tecnológicas se han visto frenadas por el temor a los chatbots deshonestos, así como al caos económico y legal.

Una vez lanzado ChatGPT, nada de eso importó tanto, según las entrevistas con más de 80 ejecutivos e investigadores, así como documentos corporativos y grabaciones de audio. El instinto de ser el primero, el más grande o el más rico, o las tres cosas, se impuso. Los líderes de las más grandes empresas de Silicon Valley fijaron un nuevo rumbo y arrastraron a sus empleados con ellos.

En esta ilustración fotográfica se muestra un teléfono inteligente que muestra ChatGPT con el logotipo de OpenAI. (Foto de Jonathan Raa/NurPhoto vía Getty Images)
En esta ilustración fotográfica se muestra un teléfono inteligente que muestra ChatGPT con el logotipo de OpenAI. (Foto de Jonathan Raa/NurPhoto vía Getty Images) (NurPhoto via Getty Images)

Cambio radical en Silicon Valley: todo por la IA

En doce meses, Silicon Valley se transformó. Convertir la inteligencia artificial en productos reales que los particulares y las empresas pudieran utilizar se convirtió en la prioridad. Las preocupaciones por la seguridad y por si las máquinas se volverían contra sus creadores no se ignoraron, pero se dejaron de lado, al menos por el momento.

“La velocidad es más importante que nunca”, escribió Sam Schillace, un alto ejecutivo, a los empleados de Microsoft. Sería, añadió, un “error absolutamente fatal en este momento preocuparse por cosas que pueden arreglarse más tarde”.

A principios de noviembre de 2022, pocos en OpenAI pensaban en ChatGPT. Eso es porque un mes antes de su lanzamiento al mundo no existía realmente como producto. La mayoría de los 375 empleados estaban centrados en una versión más potente de la tecnología, llamada GPT-4, que podía responder a casi cualquier pregunta utilizando información obtenida de una enorme colección de datos extraídos al parecer de todas partes.

A mediados de noviembre de 2022, Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, Greg Brockman, su presidente, y otros se reunieron en una sala de conferencias del último piso para volver a discutir los problemas de su innovadora tecnología. De repente, Altman tomó una decisión: lanzarían la tecnología antigua, menos potente.

El 29 de noviembre, la noche antes del lanzamiento, Brockman le invitó una copa al equipo. No creía que ChatGPT fuera a llamar mucho la atención. Su predicción: “No más de un hilo de tuits con 5k likes”.

Brockman se equivocó. La mañana del 30 de noviembre, Altman tuiteó sobre el nuevo producto de OpenAI y la empresa publicó un artículo en su blog repleto de jerga. Y entonces, ChatGPT despegó. Casi de inmediato, las inscripciones desbordaron los servidores de la empresa. Los ingenieros entraban y salían a toda prisa de un espacio desordenado cerca de la cocina de la oficina, apiñándose sobre las computadoras portátiles para sacar potencia informática de otros proyectos. En cinco días, más de un millón de personas habían utilizado ChatGPT. En pocas semanas, esa cifra superaría los cien millones. Aunque nadie sabía muy bien por qué, causó sensación. Los telediarios intentaron explicar cómo funcionaba. Un programa de humor nocturno incluso lo utilizó para escribir chistes (más o menos graciosos).

Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, pronuncia un discurso, mientras aparecen en pantalla las letras AI para inteligencia artificial, en el evento Meta Connect en la sede de la compañía en Menlo Park, California, EE.UU., el 27 de septiembre de 2023. REUTERS/Carlos Barira
Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, pronuncia un discurso, mientras aparecen en pantalla las letras AI para inteligencia artificial, en el evento Meta Connect en la sede de la compañía en Menlo Park, California, EE.UU., el 27 de septiembre de 2023. REUTERS/Carlos Barira (Carlos Barria / reuters)

Todos viraron hacia la Inteligencia Artificial

La cabeza de Mark Zuckerberg estaba en otra parte. Había pasado todo el año reorientando la empresa en torno al metaverso y estaba concentrado en la realidad virtual y aumentada.

Pero ChatGPT reclamaría su atención. Su principal científico de IA, Yann LeCun, llegó al área de la bahía desde Nueva York unas seis semanas más tarde para una reunión rutinaria de gestión en Meta, según una persona familiarizada con la reunión.

En París, los científicos de LeCun habían desarrollado un robot con IA que querían lanzar como tecnología de código abierto. El código abierto significaba que cualquiera podía manipularlo. Lo llamaron Génesis. Pero cuando pidieron permiso para publicarlo, los equipos jurídicos y políticos de Meta se opusieron, según cinco personas familiarizadas con el asunto.

A principios de 2023, cuando Zuckerberg se planteó el rumbo de Meta tras ChatGPT, se debatió furiosamente entre la cautela y la rapidez.

Zuckerberg quería sacar un proyecto rápido. Genesis pasó a llamarse LLaMA, abreviatura de “Large Language Model Meta AI”, y se puso a disposición de 4000 investigadores ajenos a la empresa. Pronto, Meta recibió más de 100.000 solicitudes de acceso al código.

Pero a los pocos días de la publicación de LLaMA, alguien colgó el código en 4chan, el foro de discusión. Meta había perdido el control de su chatbot, lo que planteaba la posibilidad de que se hicieran realidad los peores temores de sus equipos jurídicos y políticos. Investigadores de la Universidad de Stanford demostraron que el sistema de Meta podía hacer fácilmente cosas como generar contenido racista.

El 6 de junio, Zuckerberg recibió una carta sobre LLaMA de los senadores Josh Hawley, republicano de Misuri, y Richard Blumental, demócrata de Connecticut. “Hawley y Blumental exigen respuestas a Meta”, señalaba un comunicado de prensa.

La carta calificaba el producto de Meta de arriesgado y vulnerable al abuso y lo comparaba de manera desfavorable con ChatGPT. ¿Por qué, parecían querer saber los senadores, no podía Meta parecerse más a OpenAI?

El icono de Bing que se muestra en la pantalla de un teléfono. (Foto de Jakub Porzycki/NurPhoto vía Getty Images)
El icono de Bing que se muestra en la pantalla de un teléfono. (Foto de Jakub Porzycki/NurPhoto vía Getty Images) (NurPhoto via Getty Images)

La reacción de Microsoft

A finales del verano de 2022, las oficinas de Microsoft aún no habían recuperado el bullicio previo a la pandemia. Pero, el 13 de septiembre, Satya Nadella convocó a sus principales ejecutivos a una reunión en el Edificio 34, el centro neurálgico ejecutivo de Microsoft. Pasaron dos meses antes de que Altman tomara la decisión de lanzar ChatGPT.

Nadella tomó el atril para decir a sus lugartenientes que todo estaba a punto de cambiar. Se trataba de una orden ejecutiva de un líder que suele favorecer el consenso. “Estamos centrando toda la empresa en esta tecnología”, recordó más tarde Eric Horvitz, el científico jefe. “Se trata de un avance central en la historia de la informática y vamos a estar en esa ola al frente de ella”.

De momento, todo tenía que permanecer en secreto. A principios de octubre se crearon tres “proyectos confidenciales y de acceso restringido” para poner en marcha el gran giro. Estaban dedicados a la ciberseguridad, el motor de búsqueda Bing, Microsoft Word y el software relacionado.

Microsoft invitó a periodistas a su campus de Redmond, Washington, el 7 de febrero para presentar al mundo un chatbot en Bing. Se les pidió que no le dijeran a nadie que iban a un evento de Microsoft y no se reveló el tema.

Sin embargo, de alguna manera, Google se enteró. El 6 de febrero, para adelantarse a Microsoft, publicó una entrada en el blog de Pichai anunciando que Google presentaría su propio chatbot, Bard. No dijo exactamente cuándo.

En la mañana del 8 de febrero, el día después de que Microsoft anunciara el chatbot, sus acciones habían subido un cinco por ciento. No obstante, para Google, el precipitado anuncio se convirtió en un bochorno. Los investigadores detectaron errores en la entrada del blog de Google. Un GIF que lo acompañaba simulaba a Bard diciendo que el telescopio Webb había captado las primeras imágenes de un exoplaneta, un planeta fuera del sistema solar. En realidad, un telescopio del Observatorio Europeo Austral, en el norte de Chile, obtuvo la primera imagen de un exoplaneta en 2004. Bard se había equivocado y Google fue criticado en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Fue, como Pichai dijo más tarde en una entrevista, “desafortunado”. Las acciones de Google cayeron casi un ocho por ciento, lo que redujo en más de 100.000 millones de dólares su valor.

Hinton, el científico más conocido de Google, siempre se había burlado de los agoreros, racionalistas y altruistas efectivos que se preocupaban de que la IA acabara con la humanidad en un futuro próximo. Había desarrollado gran parte de la ciencia que subyace a la inteligencia artificial como profesor de la Universidad de Toronto y se convirtió en un hombre rico tras unirse a Google en 2013. A menudo se le llama el “Padrino de la IA”.

Pero los nuevos chatbots lo cambiaron todo para él. La ciencia había avanzado más rápido de lo que él esperaba. La presentación de Microsoft de su chatbot lo convenció de que Google no tendría más remedio que intentar ponerse a su altura. Y la carrera corporativa que se perfilaba entre los gigantes tecnológicos parecía peligrosa.

“Si pensamos en Google como una empresa cuyo objetivo es obtener beneficios”, señaló Hinton en abril, “no pueden dejar que Bing se haga cargo de la búsqueda de Google. Tienen que competir con eso”. Cuando Microsoft decidió lanzar un chatbot como interfaz para Bing, fue el fin de las vacaciones”.

Por primera vez en más de 50 años, se alejó de la investigación. Y en abril, llamó a Pichai y se despidió.

c.2023 The New York Times Company

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