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Argentina 2038: la crisis de salida de la dolarización

- Créditos: @MURTAJA LATEEF
- Créditos: @MURTAJA LATEEF

Nueva York, lunes 11 de octubre de 2038. La jueza Loretta Preska no puede creer lo que está a punto de hacer. No entiende cómo sucesivos gobiernos argentinos pudieron ser tan poco cuidadosos de la letra de los contratos. Está a punto de publicar un fallo adverso a la Argentina en el caso de los nuevos holdouts. Ya dictó una sentencia contra el país en 2023 en el caso YPF, cuyo pago se hizo efectivo en 2025, por casi US$20.000 millones, y otra en la causa de los cupones del PBI, por varios cientos de millones. Pero este caso es más grande aún. En 2035, el gobierno no pudo pagar los servicios de deuda de bonos en dólares. Desde entonces, se desarrolló una nueva y dura disputa en los tribunales de Nueva York.

Las cosas en la Argentina no están mejor. La recaudación del gobierno nacional, medida en dólares, cayó un 20% con respecto al año previo. La prolongada recesión forzó a las provincias a emitir cuasimonedas para pagar sueldos, con lo que el poder de compra en dólares de los seis millones de empleados públicos de todo el país se había deteriorado fuertemente.

Quien dio el primer paso, hace más de un año, fue Gildo Insfrán. Con 86 años, ya llevaba 42 al mando de la provincia de Formosa en 2037. Pero la recesión, que afectó a la economía desde el tramo final del último gobierno justicialista (2027-2035), también había hecho mermar los votos a su favor. La última elección la ganó con solo el 69,3% de los votos. Con una fuerte disminución en los recursos coparticipados que recibía del gobierno nacional –que usualmente cubrían el 90% de los gastos de la provincia–, la opción era despedir empleados, cortar pauta publicitaria o emitir cuasi-monedas. El i-Boncafor, sucesor en forma de cripto del Boncafor emitido en la crisis de 2001/02, fue un éxito instantáneo.

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Otras provincias rápidamente siguieron el ejemplo de Formosa. En pocos meses aparecieron el i-Cecacor de Corrientes, el i-Federal de Entre Ríos, el i-Lecop de Córdoba y muchas más. Pero el verdadero batacazo vino, por su tamaño, cuando la provincia de Buenos Aires se sumó a la jugada. En febrero de 2038 el gobernador justicialista de la provincia, cercano a Máximo Kirchner y enfrentado al gobierno nacional de Unidos por la Transformación, la coalición sucesora de Juntos por el Cambio, decidió emitir su cuasi-moneda. Los montos emitidos del i-Patacon superaron con creces al monto de Patacones de 2001/02; no es de extrañar, ya que esta crisis es mucho más grande que la de 2001.

Se está jugando nada más y nada menos que la salida del esquema de dolarización adoptado por la Argentina en 2024.

Es difícil reconstruir cómo llegamos a este momento tan crítico, porque, además, muchos de los eventos pasaron hace muchos años. Según recuerdo, políticas totalmente irresponsables del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner habían llevado la inflación arriba del 100% anual en 2023. Era difícil esperar algo distinto: el Banco Central imprimió billetes por un acumulado de más del 15% del PBI en los primeros tres años de aquel gobierno. Las dificultades en la economía se acentuaban por los controles a la importación y a la compra de dólares, alimentando además una brecha insostenible entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. La crisis afectaba especialmente a los sectores de menores ingresos, cuyo poder de compra caía estrepitosamente por la elevada inflación.

En ese contexto creció la candidatura presidencial de Javier Milei, quien proponía soluciones fáciles a los problemas de la gente: atacar a la casta política y dolarizar la economía para terminar con la inflación. Su crecimiento en las encuestas tuvo un efecto dominó sobre una economía que ya caminaba en la cornisa. El cálculo era simple: el Banco Central casi no tenía dólares; para dolarizar, se requería licuar todos los activos en pesos con una hiperinflación. Esto llevó a un colapso de la demanda de dinero, ocasionando un salto inflacionario no visto desde los 80.

Para la segunda mitad de 2023, el dólar ya era la unidad de cuenta de la economía (además de ser, desde muchos años antes, su reserva de valor). Primero fueron los autos, siguieron los electrodomésticos, y luego otros sectores. Recuerdo con estupor cuando un día fui al mercadito de mi barrio y ya todos los precios estaban en dólares.

Este salto inflacionario potenció aún más la candidatura de Milei. Los medios habían convencido a la gente de que el Frente de Todos y Juntos por el Cambio eran lo mismo, aunque uno había estado casi 17 años destruyendo la economía y el otro solo estuvo cuatro años intentando corregir los desequilibrios heredados. Se requería sangre nueva, no contaminada por el pasado, según evaluó la población.

El triunfo de Milei en las elecciones de 2023 fue histórico. Fue tan arrasador que el Congreso luego votó con algarabía la dolarización de la economía. Total, la licuación de los activos en pesos ya estaba hecha. Mejor subirse al carro. El impacto inicial fue notable. La inflación bajo rápidamente, convergiendo al cabo de un par de años a la de Estados Unidos. Los salarios, medidos en dólares, se duplicaron en pocos meses. La economía comenzó a crecer después de años de permanecer estancada. La Libertad Avanza arrasó en las elecciones legislativas de 2025.

Pero, al poco tiempo, los problemas comenzaron a aparecer. El FMI, que había sido excesivamente generoso con el gobierno de Alberto Fernández, le exigió al de Milei un ajuste obsceno: seis puntos del PBI en solo tres años. La oposición y los medios comenzaron a reclamar por el ajuste a las jubilaciones, por el recorte de los planes sociales y por el costo de las tarifas, entre otros temas.

Tras una dura derrota en 2023, el Peronismo se reorganizó, alejándose de Cristina Kirchner y de La Cámpora. El movimiento “Frente Neo Renovador” (FNR) logró imponerse en la interna. Estaba liderado por un joven gobernador, que encarnaba el sentimiento del momento. Su lema era “dolarización con conciencia social.” En su provincia había eliminado las restricciones a la reelección, cooptado la justicia y eliminado la prensa independiente, pero eso no preocupaba mucho en la Capital.

La Libertad Avanza se dividió para las elecciones presidenciales de 2027. Un grupo acusó a la otra ala del partido de haberse mimetizado con la casta. Las tensiones de gobernar en un país que estaba estancándose se hicieron sentir. Juntos por el Cambio tampoco resistió unido, entregándole la presidencia al Frente Neo Renovador.

Una vez en el gobierno, las cosas no fueron fáciles para el FNR, aunque al menos las protestas sociales mermaron de inmediato. Pero, en pocos meses, la suerte golpeó nuevamente. India, el país más populoso del mundo desde 2023, aceleró su tasa de crecimiento a cerca del 8% anual. La prensa internacional hablaba del milagro indio. El aumento del ingreso de sus habitantes trajo una bonanza para nuestro país. Excepto carne, demandaban todos nuestros productos: petróleo, soja, maíz, trigo, cobre, litio, vino y muchos más. El precio de la soja llegó a US$1500 por tonelada en 2028 y se mantuvo por encima de los US$1000 por varios años. Vaca Muerta había convertido al país en uno de los principales exportadores de petróleo.

En este contexto, el gabinete del FNR, compuesto por dirigentes como Wado de Pedro, Fernanda Raverta, Florencio Randazzo, Sergio Massa y Agustina Rossi, implementó un fuerte programa de aumento del gasto público. Las provincias, regadas de plata de la coparticipación, hicieron lo mismo. Fue una verdadera fiesta. El Frente Neo Renovador logró fácilmente la reelección en 2031.

Hasta que la Reserva Federal de Estados Unidos arruinó todo. Su preocupación con la inflación la llevó a subir fuertemente la tasa de interés a partir de la segunda mitad de 2032. El dólar se fortaleció contra el resto de las monedas; valía 0,80 por euro a fines de 2033, y el precio de la soja cayó a US$300 por tonelada. La economía de la India había colapsado y los productores agropecuarios locales, también. El costo salarial en la Argentina, medido en dólares, duplicaba al de Brasil. Las empresas siguieron mudando su producción allí. La dolarización imponía un corset que hacía imposible reaccionar. Para inicios de 2035 el riesgo país superaba los 3000 puntos. El gobierno no tenía crédito y el default fue inevitable.

El país requería un cambio, y la población votó a Unidos por la Transformación (UxT) para intentar corregir los desequilibrios, pero el esfuerzo fue en vano. Ya era muy tarde. La aparición de las cuasimonedas hizo caer fuerte la recaudación en dólares. La salida de la dolarización se torna inevitable al terminar 2038. Se estima que la inflación de 2039 superará el 300%, y la caída del PBI no sería menor al 15%. El gobierno de UxT tambalea.

Mientras recordaba todos estos hechos, tuve que salir a hacer un trámite. La ciudad está colapsada por protestas, que acusan al gobierno de UxT de ajustador. Cuando pasé por la embajada de Venezuela, vi las largas colas de gente sobre Luis María Campos. Miles de jóvenes, muchos con camisetas de la selección de Mateo Messi, esperaban poder emigrar al país caribeño. La algarabía del Mundial ya terminó.

En Venezuela, la oposición logró sacar del poder a Nicolás Maduro en 2028. El flamante presidente, Leopoldo López, asesorado por economistas argentinos, chilenos y uruguayos, garantizó la independencia del banco central, le prohibió financiar al gobierno y dictó una regla que obliga al gobierno a ahorrar en tiempos de vacas gordas, entre muchas reformas. Entre 2028 y 2032, con el precio del petróleo por las nubes, el Banco Central de Venezuela acumuló más de US$150.000 millones de reservas, y bajó la inflación a 3% interanual.

El taxi frena ahora frente a la cuarta cuadra de cola de gente esperando su turno en la embajada. Y pienso: “Era tan fácil: Banco Central independiente, imposibilitado de financiar al gobierno, y regla fiscal contracíclica. Si tan solo pudiésemos ser como Venezuela.”