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Brasil, con crecimiento bajo e inflación en alza, ¿qué impacto habrá en la Argentina?

En los últimos 12 meses se acumuló una inflación de 12,03% en Brasil
dpa

Críticas del presidente Jair Bolsonaro al gobierno de Alberto Fernández y una declaración fuerte que ubica a la Argentina en una senda “cuesta abajo”; una medida en estudio que implicaría rebajar impuestos a las importaciones sin contar con el aval de los socios del Mercosur, y una inflación que, si bien no es cercana a la sufrida por la Argentina, sí genera una preocupación creciente. Los tiempos preelectorales transcurren en Brasil en un escenario que, en materia económica, muestra que se camina con pasos cortos e inciertos, y entre muchos obstáculos que estaban fuera de todos los cálculos hasta hace poco tiempo. Y, con todo eso, la relación con la Argentina, país siempre impactado por la marcha de la actividad de su socio, tiene sus momentos de tensión.

Después de un 2021 que amagó con convertirse en el año no solo del rebote de la pandemia, sino de despegue, con un crecimiento de 4,7% del Producto Bruto Interno (PBI), economistas, agentes del mercado e instituciones internacionales esperan que el actual 2022 muestre datos más modestos, con un crecimiento cercano a 1%.

Como consecuencia de la pandemia y del conflicto bélico en Ucrania que encareció el precio de los combustibles y de los fertilizantes, Brasil, que en los últimos años actuó muchas veces como una locomotora para la Argentina, enfrenta su mayor inflación en 20 años.

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La escalada de precios continuaría al menos hasta la elección presidencial de octubre de este año. Y ese escenario llevará a las autoridades del Banco Central a elevar todavía más la tasa básica de interés. La entidad monetaria proyecta terminar 2022 con la tasa básica –llamada Selic– en 12,75%, pero muchos economistas creen que el comité de política económica será incluso más audaz en el incremento, una sábana corta que enfriará la economía.

Lo cierto es que el curso de la inflación y la trayectoria de la tasa básica de interés marcarán el tono con el que cerrará el año la economía de Brasil y, consecuentemente, el tamaño de su PBI, según coinciden en señalar los economistas consultados por la nacion.

Además, un posible recrudecimiento del Covid-19 en China, que ha puesto a millones de personas bajo la situación de un severo lock down, con una consecuente desaceleración de la economía de ese país –principal socio comercial de Brasil–, podría derrumbar el precio de las commodities e impactar directamente en el agro brasileño, el sector productivo más dinámico.

“El crecimiento (para 2022) está contratado”, prometió la semana pasada Paulo Guedes, el ministro de Economía de del presidente Jair Bolsonaro, ante la desconfianza de parte del mercado. Guedes, un liberal formado en Chicago, estimó un número en torno a 2%, el doble de las proyecciones del mercado.

Los desafíos por delante no provienen solo de cuestiones externas. Brasil tendrá el 2 de octubre la primera vuelta de la elección presidencial, que se vislumbra como la más polarizada desde el retorno de la democracia, con un probable mano a mano entre el actual mandatario y su némesis, el expresidente y dirigente de izquierda Luiz Inacio Lula da Silva.

Más allá de la amenaza latente de una crisis institucional, con un presidente que ha sembrado dudas sobre el sistema electoral y sobre si aceptará un resultado eventualmente desfavorable, el gobierno ha acelerado el gasto público para intentar llegar más competitivo a octubre. Se generó así un escenario en el que los inversores tenderán, cuanto más se acerque la primera vuelta, a mantenerse más lejos del riesgo, esperando una resolución de la contienda, opina Mauro Rochlin, economista y profesor de la Fundación Getulio Vargas.

El alivio para Brasil ha llegado parcialmente por el lado del dólar, que en lo que va de 2022 se depreció frente al real casi 11%, debido a una entrada masiva de divisas, en una economía que ofrece en estos momentos una de las mayores tasas de interés real en el mundo y mejores niveles de certezas entre las economías emergentes.

Por otra parte, a más de dos años del comienzo de la pandemia, la tasa de desempleo cayó a 11,1% en el primer trimestre del año, la tasa más baja desde 2016, con 11,9 millones de desempleados. El dato negativo, publicado por el Instituto Brasileño de Estadística, tiene que ver con la fragilidad de los ingresos de los brasileños, que en el último año perdieron 8,7% de renta, si la medición se hace en términos reales.

En la cruzada para disminuir el nivel de inflación, el gobierno pretende avanzar, unilateralmente, en un nuevo recorte en los impuestos a las importaciones, sin contar con el aval de sus otros socios del Mercosur, entre ellos, la Argentina. El Ministerio de Economía de Guedes pretende excluir del cobro de tributos a bienes considerados sensibles para el país, como los vinculados con la industria automotriz y con el sector de los lácteos, respetando el acuerdo alcanzado en 2021.

Mientras Brasil mira hacia el recorte de impuestos, el presidente Bolsonaro, habitualmente filoso contra la administración de Alberto Fernández, ha criticado duramente, pocos días atrás, la intención del gobierno argentino de implementar nuevos impuestos.

“En la Argentina, nuestra querida Argentina, se crea un nuevo impuesto sobre ganancias inesperadas. No sé qué es eso, pero la Argentina, lamentablemente, va cuesta abajo”, dijo en una de las últimas charlas en Facebook Live.

En Brasilia admiten que la reducción de impuestos no tendrá un impacto sensible, debido al acuerdo entre cancillerías, pero tampoco será “neutro”. La decisión, de hecho, podría deteriorar aún más la balanza comercial de la Argentina con Brasil, principal socio comercial del país. En el primer trimestre, la Argentina cerró la balanza comercial con un rojo de 630 millones de dólares, con importaciones creciendo a un ritmo mayor que las exportaciones, en el caso de las operaciones con el país vecino.

Bondades electorales

El Instituto de Investigación Económica Aplicada, del Ministerio de Economía, mantuvo en abril su perspectiva de 1,1% de crecimiento para este año. Para 2023, la proyección es de 1,7% y eso incluye una evaluación de una baja de la tasa de interés, que se ubicaría al finalizar ese año en 9%.

Enfocado en lograr la oportunidad de un nuevo mandato, el gobierno brasileño apuesta por una serie de “bondades electorales” que estimulen la economía. “Como es un año electoral, el gobierno está tomando medidas para liberar recursos a la población de menores ingresos”, sostuvo Gilberto Braga, economista del IBMEC en Río de Janeiro.

En marzo se lanzó un paquete de medidas que inyectarán más de 160.000 millones de reales –cerca de 30.000 millones de dólares– durante el año. Por ejemplo, se incluye allí la anticipación del aguinaldo para jubilados y pensionados, la ampliación de créditos y la liberación de extracciones del Fondo de Garantía de Tiempo de Servicio, que es el eje del sistema de protección de los trabajadores brasileños ante despidos sin justa causa.

Pero una de las acciones más eficaces fue la implementación del plan Auxilio Brasil, una reformulación del Bolsa Familia. El nuevo programa pasó a pagar este año un beneficio dos veces superior al implicado en el plan anterior, que era la histórica bandera del Partido de los Trabajadores (PT).

El programa, que alcanza a 18 millones de familias y tiene un costo de 17.000 millones de dólares, obligó al gobierno federal a burlar, en la práctica, la regla del “techo de gastos”, que impedía incrementar los gastos sin compensar haciendo un recorte de otras erogaciones.

El ministro de Economía Paulo Guedes, un liberal que intentó mostrarse comprometido con el rigor fiscal, claudicó ante la avanzada del ala política del gobierno, y debió ceder ante una maniobra por la que el Estado postergó el pago de deudas contraídas a causa de fallos adversos. Una maniobra que en 2020 provocó un fuerte nerviosismo en los mercados y una disparada del dólar.

Las encuestas muestran un repunte de Bolsonaro, quien ha acortado la ventaja de Lula en casi todos los sondeos. En diciembre, Lula le sacaba 26 puntos y el mes pasado esa ventaja se estrechó a 17 puntos, según Datafolha. Con algunas medidas de alivio al bolsillo, ya pesando entre una vuelta electoral y otra, el repunte podría generar que haya más medidas en los próximos meses, según los analistas, con lo cual se descuidaría todavía más el escenario fiscal.

“Si el gobierno lanza nuevas medidas, como aumentos de salarios a funcionarios públicos, o inventa nuevos programas que impacten en las cuentas, puede haber un reflejo rápido en el tipo de cambio, con impacto en la inflación”, dice Rochlin.

Inflación, el talón de Aquiles

La escalada inflacionaria es uno de los principales desafíos y, según evaluó Braga, el problema se está agravando hoy por el conflicto en Ucrania, que disparó los precios del petróleo y sus derivados, por la desestructuración de la cadena productiva que dejó la pandemia y, también por problemas de equilibrio fiscal en el propio país.

“Existe toda una generación joven que nunca vivió una inflación tan alta. El gobierno tiene mucha dificultad para equilibrar el presupuesto y colocar comida en la mesa de los brasileños”, agregó.

Según el Índice de Precios al Consumidor Amplio (IPCA), en abril la inflación fue de 1,73%, el peor índice para ese mes del año desde la instrumentación del Plan Real, en 1994.

El dato acumulado en los últimos doce meses, en tanto, trepó a 12,03%, muy por arriba de la meta del Banco Central de 3,5% para este año. Un número que sorprendió a las autoridades monetarias. El mayor impacto para la suba del IPCA vino de los combustibles, que subieron 7,51% e influyeron en casi medio punto en el resultado mensual.

Un dato significativo en medio de una campaña electoral es que, según una reciente encuesta de la consultora Datafolha, el 75% de los brasileños considera que el presidente es responsable de la suba de precios.

“Todo el mundo está con una inflación de alimentos grande, fruto de la pospandemia, del “quedate en casa”, y de la guerra entre Ucrania y Rusia”, se lo ha escuchado decir a Bolsonaro, acusando recibo de los últimos números y de los dardos de su probable adversario electoral, Lula.

El gobierno federal adoptó un discurso unificado para insistir en que la disparada de precios tiene que ver solo con la crisis global y con la postura de los gobernadores brasileños, que durante el aislamiento por la pandemia adoptaron medidas de lock down para evitar o aliviar el efecto de la dispersión del virus.

“El gobierno no tiene muchas alternativas más allá de elevar la tasa de interés y, de forma puntual, liberar recursos para los segmentos sociales más necesitados. Se puede actuar también en sectores específicos de la economía, pero el impacto es muy limitado”, opinó Braga.

Como parte del plan para despegarse del problema de la suba de precios, el presidente promovió un sacudón en la petrolera Petrobras, la mayor compañía brasileña, al despedir el 28 de marzo al segundo presidente durante su gestión, el general Joaquim Silva e Luna. Bolsonaro lo había criticado en las semanas previas y había acusando a la dirección de la compañía, de capital mixto, de una supuesta “falta de sensibilidad” con los brasileños, por el precio de los combustibles.

La salida de Silva e Luna fue por los mismos motivos por los que Bolsonaro había despedido a su antecesor, Roberto Castello Branco, en 2021. Sin embargo, en los once meses de gestión de Silva e Luna, poco cambió: los precios siguieron teniendo variaciones en función de lo que fue ocurriendo con el precio internacional del barril de petróleo y del dólar. Aunque el nuevo presidente de la firma, José Mauro Coelho, quien públicamente promovió la continuación de la paridad de los precios locales con el precio internacional del crudo, podría promover una política de subsidios para disminuir la volatilidad de precios, las reglas de la empresa impiden un cambio sustancial en la política de precios seis meses antes de la elección. “La única forma de bajar los precios es hacer fuerza para que pare la guerra”, explicó Silva e Luna luego de su salida.

Rochlin concluyó: “Si Brasil consigue alcanzar un crecimiento del PBI de 1% y una inflación inferior a 10%, podemos concluir que 2022 será un año positivo y podrá ser celebrado. El mercado quiere ver una inflación domada, y el mayor miedo es un descontrol inflacionario”.