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Juan Diego Cepeda y su versión del sueño americano para apoyar emprendedores latinoamericanos

Juan Diego Cepeda nació en Bogotá, Colombia, y desde pequeño tuvo el chip de un emprendedor. «En el colegio era quien vendía los sándwiches y a los 14 o 15 años traía iPhones de Estados Unidos y los revendía”, cuenta este empresario hoy radicado en ese país del norte.

Tuvo algunos negocios en Colombia a los que les fue bien, pero hace cinco años la situación se complicó.

“Perdí todo lo que había construido hasta ese momento”, cuenta en a Business Insider México. “Los negocios se estancaron y tomé la decisión de regresar a Estados Unidos. Yo ya había estado un tiempo acá, pero volví definitivamente con la idea de levantarme, de empezar una empresa nueva…”.

La idea era lograr ese sueño americano que a muchos resulta algo elusivo, utópico. Pero no para él.

La fórmula: una tarjeta corporativa

Claro que cuando pisó tierra estadounidense, no fue fácil: Juan Diego ya tenía un estilo de vida considerablemente alto en Colombia y al norte llegó apenas con 3,000 dólares.

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“Tenía una idea para emprender, pero fui al banco y me dijeron: ‘no, tu empresa es muy nueva, no tiene suficientes ventas y no te podemos aprobar un préstamo’. Fue una desilusión porque no sabía cómo iba a financiar el negocio”, recuerda.

No se rindió: no se fue del banco y llenó los formatos necesarios para solicitar una tarjeta corporativa por 12,000 dólares, que fue aprobada casi instantáneamente.

Hasta el día de hoy, no sabe por qué se la aprobaron, pero ese dato, llamémosle beneficio, facilidad, o hueco en la política de préstamos estadounidense, se convirtió luego en la base de las clases de emprendedurismo que hoy da a través de su empresa Emprende Hoy.

Jornadas de lunes a lunes y críticas del entorno

El cuento se cuenta solo. Juan Diego tomó esos 12,000 dólares de la tarjeta y empezó a financiar su nuevo negocio. Hubo más piedras en el camino, claro.

“Al principio no ves resultados y a la falta de capital se suma la presión de tu entorno diciéndote que pierdes el tiempo, preocupado por lo que vas a hacer. Y dudas de las decisiones que tomas”, admite Juan Diego, que siempre fue un autodidacta.

“La mayoría (de los emprendedores) toma un camino seguro con una maestría o un título universitario”. En su caso, no tiene estudios formales, salvo una Especialización en Inversiones en Bienes Raíces que hizo en Harvard recientemente.

“Trabajando durísimo de lunes a lunes, las cosas eventualmente se dan”, explica. Empezó a entender los vericuetos del sistema financiero en Estados Unidos y a sacar tarjetas corporativas sin intereses con límites grandes (más de 300,000 dólares) que empezó inyectar a la compañía. Aún no le daban un préstamo y necesitaba cada vez más capital. Pero aprendió a conseguir dinero con los bancos estadounidenses a través de tarjetas corporativas.

Hoy, además de dirigir su compañía de energías renovables, asesora a empresarios latinoamericanos a través de Emprende Hoy, su mayor proyecto.

“Quieren empezar algo y no saben cómo, al no tener el capital. Si no los aprueban los bancos, les muestro qué pueden hacer para conseguirlo. Esto es lo que más me apasiona: ver cómo alguien que tiene una idea puede llegar a hacer esta empresa realidad o si ya es una compañía, cómo puede conseguir el capital necesario para seguir creciendo”, cuenta Juan Diego, que se la pasa viajando por Estados Unidos y Latinoamérica capacitando a entrepreneurs.

México y las oportunidades del nearshoring

Hoy ya son comunes las startups, que tienen inyecciones de capital externo con millones de dólares. “Pero cuando tú empiezas desde cero,  sin esa inversión externa es más gratificante, porque es tu compañía y no tienes que dar un porcentaje de tu compañía a nadie. Es posible hacerlo pero muchas personas se limitan porque no saben cómo conseguir capital. Eso es lo que les enseño”, relata Juan Diego, que en Estados Unidos capacita mayormente a mexicanos, la primera minoría en ese país.

“De hecho, ahora en México hay grandes oportunidades para poder invertir. Megaempresas como Tesla, se están instalando allí. Y no sólo mexicanos sino empresarios de otros países tienen su mirada puesta en México. Definitivamente es la puerta para toda Latinoamérica: toda compañía que quiera expandirse en Latinoamérica debe empezar en el mercado más grande del continente y con más cercanía con Estados Unidos: México.

Pero su mejor consejo es “fundar una compañía en Estados Unidos. No necesitan ser residentes y al hacerlo pueden empezar a tener operación en Estados Unidos desde México, abrir cuentas bancarias estadounidenses y recibir dinero en dólares, protegiéndolos de la inflación”.

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