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Mercado de granos: cuando nada vale, todo vale

Cosecha de trigo en la Estancia La Mora.
Zona de Necochea. 1 de Enero 2019.
Foto: Mauro V. Rizz
El Gobierno prorrogó por 360 días embarques de trigo - Créditos: @shuttertock

Desde el Gobierno sondean y hacen cálculos sobre “cuánta soja queda” luego de haber pasado el rastrillo a los stocks con los instrumentos distorsivos “dólar soja uno” y “dólar soja dos”. Ahora se desviven por tener estimaciones sobre cuál será el resultado de la cosecha gruesa el próximo otoño. Una tensa espera por la llegada de la caballería salvadora de “los dólares del campo”. Como siempre, y para muchos, el campo es sinónimo de “cuántos dólares nos liquidarán”. La sequía, con sus atrasos en siembras y daños a los cultivos, quita el sueño tanto a las autoridades como a los chacareros.

Pero quizás lo más grave de la situación del agro argentino no sea la sequía. Sino algo mucho más permanente, y no ligado a los elementos, sino a una desordenada carrera de sálvese quien pueda, alentada por conductas del Gobierno y de parte del sector privado.

Los ejemplos están a la vista. Una DJVE (Declaración Jurada de Venta al Exterior de granos) pasó a ser un burdo juramento en vano con los dedos cruzados. Un simulacro. Se puede optar por cumplir la declaración, como así también apañarse, en que en realidad se ejecutaron esas declaraciones juradas “a pedido” del Gobierno. Y por ese motivo pueden ser o no cumplidas, reclamando una suerte de “maldon” a las autoridades.

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Un cordobés ayudó a los productores venezolanos a romper un mito con un cultivo

De esa manera, entra parte del sector privado en la lógica de que un favor se paga con otro favor. Un círculo vicioso que altera el normal funcionamiento de los mercados.

El caso

Esto sucedió tanto para trigo, donde los 8,8 millones de toneladas declaradas por exportadores para la presente campaña se les fueron postergadas por 360 días concediendo una indulgencia plenaria para no cumplir con lo prometido, y declarado.

Similar sucedió con el maíz, que las DJVE se postergan por 180 días hasta la nueva cosecha, desnaturalizando las operaciones realizadas bajo esas declaraciones juradas llevándolas a una nueva campaña, con realidades totalmente distintas. Tirar del mantel. En definitiva: quien jura, nada jura.

¿Si una declaración jurada es optativa, porqué un contrato forward de un productor con un acopio, exportador o molino se debería cumplir?

Por el solo hecho de formular esa pregunta, ya estamos hablando de tirar abajo el engranaje de los contratos de granos, que de manera saludable ordenan el mercado, permiten coberturas atenuando riesgos y a su vez facilitan la financiación en toda la cadena. Y ahí yace lo realmente grave. Un incumplimiento puede arrastrar a otros incumplimientos, creando así una epidemia donde los contratos pasan a ser un elemento decorativo en lugar de la ley entre las partes.

Todos estos diques que frenan o aceleran ventas según necesidades puntuales del Gobierno son a prueba hasta de los más naif que pudieran creer, que todo se hace por un bien superior como lo es “la mesa de los argentinos”. Todas estas medidas caen en la insoluble contradicción de querer los dólares del campo (ya), pero sin exportar. Situación de cumplimiento imposible.

El acatamiento de las regulaciones, declaraciones y contratos es en definitiva el cumplimiento de la palabra. Los mercados y las transacciones funcionan básicamente sobre ese soporte. El oleaje de los mercados, con sus vaivenes son una inmensa calma al lado de las irrupciones del Estado, que da fuertes golpes de timón, para favorecer a quienes le susurran al oído. De esa manera se crea un maremoto de incumplimientos construyendo un loop interminable, donde siempre hay una nueva mentira por delante para tapar la anterior.

Mismo camino transcurren las SIMIS para poder importar insumos básicos o bienes de capital. Un laberinto que pocos conocen sus secretos. Todos los importadores son iguales, pero algunos importadores son más iguales que otros.

Y rimando con esta lógica, pero ya de mucha mayor magnitud, sucede con las decisiones de la Corte Suprema que, frente al estupor de muchos argentinos, asociaciones, cámaras y la comunidad nacional e internacional, el Gobierno alegremente desafía que va a ignorar las sentencias de nuestro Tribunal Supremo, creando un daño institucional sin precedentes.

Las cosechas, la producción de carne, leche, frutas, legumbres son producto de un engranaje de confianza entre los actores involucrados. Ir a golpear la confianza y el sistema de formación de precios, y las decisiones judiciales, son un daño infinitamente mayor a cualquier daño pasajero de inundaciones o sequias.

El autor es productor agropecuario