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He probado todo tipo de formatos y esta es la mejor forma de leer libros que he encontrado

Varios lectores de ebooks en bodegón -  REUTERS/Dominick Reuter
Varios lectores de ebooks en bodegón - REUTERS/Dominick Reuter (REUTERS / Reuters)

Lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía exactamente quince años y mis padres me enviaron a Estados Unidos —a Utah, para más detalles— a aprender inglés. Debieron pensar, con bastante razón, que en un pueblo en la mitad del desierto no tendría más opción que fundirme con el entorno y poner en práctica lo poco que había aprendido en la academia. Eran otros tiempos, y en esa maleta, en lugar de una consola (que tampoco existía por aquel entonces, en cualquier caso), mi “munición” de ocio eran cinco libros de Patricia Highsmith. Novela negra, psico-thriller, que se diría hoy, que me tenían atrapado.

Mi padre conocía bien mi afición por aquella genial escritora estadounidense y venía a casa sonriendo con cada nuevo título que se publicaba. Pues bien, ahí me planté, en mi familia de acogida y por las tardes les demandé algo que les resultó insólito: “una horita para leer”. La cara de sorpresa era olímpica. “¿Para qué? ¿Ha dicho ‘leer’”? Esa primera toma de contacto me permitió hacerme un hueco en la apretada agenda diaria que con tanto cariño me habían organizado y, todas las tardes, me encerraba en mi cuarto a bucear en la psicología patológica de los personajes de Highsmith.

El día que dije ‘adiós’ al papel

Pero aquí no hemos venido a hablar de libros, sino de la forma de disfrutar de ellos. Si todavía no has abierto uno en tu vida, eres afortunado: puedes vivir por primera vez las sensaciones que te atrapan en una buena obra. Decía que dejé el papel de forma definitiva y lo hice por ‘culpa’ del Kindle Touch. Hijo de escritor y fiel defensor de la tradición en todas sus vertientes, siempre me había parecido una aberración cualquier otra forma de lectura que no fuera el papel, pero escribiendo sobre tecnología, no pasaría mucho tiempo antes de que cayera en mis manos el Kindle.

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Varios lectores de ebooks en bodegón -  REUTERS/Dominick Reuter
Libros de la saga de Harry Potter / REUTERS/Phil Noble (Reuters / Reuters)

El lector de libros electrónicos ofrece una serie de ventajas que lo hacen, sobre el papel (perdón), imbatible frente a otros formatos:

  • Una biblioteca casi infinita de libros en el bolsillo (imagina lo que tiene que ser viajar con cinco o seis libros para unas vacaciones).

  • Una lectura descansada: sin afectar a la vista, a diferencia del móvil; sin cansar la muñeca, a diferencia de un libro voluminoso.

  • La posibilidad de leer en la oscuridad (gracias a la iluminación en pantalla, en especial, muy mejorada en las últimas versiones del Kindle).

  • Se pueden hacer anotaciones y comentarios con gran facilidad y sin “manchar” el libro.

Un joven lee un libro electrónico en una estación de metro - REUTERS/Brian Snyder
Un joven lee un libro electrónico en una estación de metro - REUTERS/Brian Snyder (REUTERS / Reuters)

Pero aquí, todavía, no estaba todo escrito

Cayó en mis manos un artículo de ZDNET sobre el Galaxy Fold, y su autor lo reivindicaba como una forma excelente de lectura. A la postre, uno lleva siempre el móvil encima y se pueden aprovechar la multitud de momentos de espera que se tienen al cabo del día para leer. Y vendí mi Kindle para confiar la lectura en el iPhone, primero, y en un Galaxy Fold que tenía como segundo móvil, después.

En un teléfono, la brecha con respecto al libro es mucho más amplia, y no necesariamente en positivo. Los puntos innegables a favor eran básicamente los mismos descritos en el apartado anterior del Kindle, pero con dos inconvenientes que, a la postre, lastraron la experiencia:

  • La lectura es más cansada, salvo que tu teléfono tenga pantalla OLED y lo configures en “modo oscuro”. Los ojos terminan por fatigarse sí o sí.

  • Las distracciones: posiblemente el motivo determinante por el que abandoné esta forma de lectura como principal y única. Un móvil no deja de sonar o vibrar, y en cualquier caso, la tentación está siempre ahí: un rápido vistazo a Instagram o Twitter, me habrán escrito algún correo, qué ha hecho mi equipo de fútbol… Ya sabes.

Un hombre disfruta de un audiolibro mientras contempla el ocaso - REUTERS/Dinuka Liyanawatte
Un hombre disfruta de un audiolibro mientras contempla el ocaso - REUTERS/Dinuka Liyanawatte (REUTERS / Reuters)

Y de pronto, abrí mis oídos

Conocí a Javier Celaya, toda una referencia en lo relativo a la divulgación de nuevos formatos en lo que respecta a la lectura mediante una entrevista. El motivo de la misma era ahondar en los audiolibros, un formato que siempre ha defendido en su desempeño profesional (Storytel primero, y Podimo, después). ¿Por qué el audiolibro? Para quienes sean profanos en la materia, se trata de una lectura narrada, susurrada, podríamos decir, al oído. “Alrededor de un 60% de mis lecturas tienen lugar a través de los audiolibros dado que me permite leer cuando paseo al perro o hago tareas de la casa”, me comenta Celaya, “las lecturas son principalmente ficción y literatura”.

Curioso como soy con una necesidad insaciable de descubrir nuevos mundos, me abrí una cuenta en Audible (por cierto, algo absolutamente recomendable) y pronto disparo mis tasas de lectura en el velocímetro de Goodreads a límites insospechados. Era cierto: pasear al perro (algo que se hace, al menos tres veces al día), aumentaba el tiempo de lectura notablemente. En mi caso, los paseos suelen ser de entre 30 y 40 minutos, con lo que, en el peor de los casos, “leía” una hora y media más al día.

Pero… ¿Es eso así realmente?

Vamos a por los hechos: un audiolibro básicamente lo que hace es sustituir un sentido, la vista, por otro, el oído. Diversos estudios certifican que la experiencia en nuestro sentido es muy semejante a la lectura convencional; esto es, que básicamente se disfruta lo mismo del relato o ensayo. Pero tengo una mala noticia que darte: no es exactamente así. O al menos, en mi caso.

Cuando paseas y escuchas un libro te enfrentas a dos enemigos: los pensamientos (que si tengo que poner la lavadora, que a qué hora tengo la reunión…) y la falta de concentración por los estímulos visuales. Cuando lees un libro estás sentado y con el formato delante de tus ojos; cuando lo escuchas, vas caminando, cruzándote con gente, tráfico, etcétera. ¿Quiere esto decir que no funciona como formato de lectura? Ni mucho menos, lo empleo muchísimo, sobre todo para ensayos, aquellos que me suelen dar más pereza, pero que narrados son más digeribles.

App de Kindle en un iPhone - REUTERS/Chris Helgren/Illustration
App de Kindle en un iPhone - REUTERS/Chris Helgren/Illustration (REUTERS / Reuters)

Y tras recorrer toda la oferta, por fin he encontrado el formato de lectura perfecto para mí: el Kindle Oasis. Le pongo nombre y apellido porque este modelo en concreto cuenta con unas características de pantalla (tamaño, resolución y brillo) que hacen que la experiencia sea muy superior. Por otro lado, este formato me permite hacer anotaciones y subrayados, algo a lo que cada vez estoy más aficionado, experiencia que comparte Celaya: “Un 25% de las lecturas las hago a través de ebooks, principalmente ensayos, dado que los subrayo mucho”.

¿He renunciado al móvil y los audiolibros? Esta es la grandeza de la tecnología: puedo combinar todo aprovechando lo mejor de cada tecnología. Con mi cuenta en Kindle la sincronización del texto es muy precisa, y los audiolibros se han convertido en una forma de ocio perfecta en viajes en coche. ¿Y el papel? Lo siento, ya no es para mí.

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